Capítulo 2 II

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Me condujo hacia la salita de estar, el lugar de reunión de la familia. Era amplia a pesar de estar dividida en dos niveles, la zona del comedor y la del sofá. Las paredes combinaban la madera y la piedra a partes iguales y de ellas colgaban varias pinturas de aspecto antiguo, entre las que destacaba un enorme retrato de familia realizado al óleo. Eso era extraño, ya nadie tenía cuadros así, o eso creía. Toda la tapicería, desde las pesadas cortinas hasta el escabel que descansaba junto a un sillón, era de un tono esmeralda algo envejecido que le daba un aire muy acogedor. Al final de la sala, una puerta trasera conducía a un pequeño porche con una mecedora frente a los grandes terrenos que se expandían hasta fundirse con el bosque. La casa no era, ni mucho menos, el lugar inhóspito y lúgubre que parecía desde fuera.

Sentí moverse algo en la salita. Allí estaba Flavio, recostado con elegancia en un sillón orejero mientras leía un periódico apaciblemente. También él era joven, pero bastante mayor que yo; parecía un padre, no hay palabra que lo defina mejor. Su rostro era amplio, unos pequeños mechones anaranjados caían sobre sus ojos negros, que contrarrestaban con su pálida piel. Lo que más le caracterizaba eran los grandes hoyuelos que aparecían en sus mejillas cada vez que sonreía; por alguna inexplicable razón, ese rasgo tenía un efecto relajante en mí. Sin embargo, él no era como Liam, poseía un gran atractivo pero no esa belleza arrebatadora del resto de los De Cote. Flavio era abogado y ahora también mi tutor; era extraño depender de una persona que ni siquiera llegaba a la treintena. Él se había encargado de poner toda mi documentación en regla, el grueso sobre que me había entregado con todos los certificados, el pasaporte, los carnés y las tarjetas de crédito, que ahora permanecía cuidadosamente guardado en la mesa de mi habitación.

—Buenas tardes, Lena —dijo saludándome con la mano. De pronto,dos bolas de pelo blanco pasaron como borrones delante de nosotros: eran Caín y Goliat, los dos gatos gemelos de la familia. Ambos eran pequeños, albinos y con la misma mirada oscura de sus amos. No eran gemelos, pero yo era incapaz de distinguir a uno del otro—. ¿Dónde está Lisange? —me preguntó Flavio doblando el periódico sobre sus rodillas y alzando la vista a tiempo para ver cómo me encogía de hombros—. Habrá ido a comprar algo —dedujo mientras lo dejaba en el revistero que descansaba al lado de su sillón.

Dejé mi mochila sobre la mesa.

—Espero que no sea otra tonelada de ropa para mí—dije.

Sí, Lisange había llenado casi por completo mi armario. Fue una de las primeras cosas que me enseñó cuando desperté, y resultó muy impactante. Por suerte se ajustaba mucho a lo que podría considerar mi estilo, aunque no recordase cuál era el mío.

Liam me condujo hacia el sofá, besándome la mano antes de dejarme sentar. Lo miré helada. No era la primera vez, pero eso no hacía que me acostumbrara a ello. El día que lo conocí, se presentó de esa manera y yo, abrumada por su apariencia de príncipe, debatí en mi mente a cuál de todos los protagonistas de películas infantiles se parecía más; creo que ganó el Príncipe Azul de La Bella Durmiente, así que, bueno, era «bastante» guapo. Como es natural, me quedé embobada, algo que a él le resultó gracioso, exactamente igual que ahora. Su sonrisa era amplia y perfecta. Flavio puso los ojos en blanco.

—Deja de jugar, Liam —le alentó—. Dale un respiro a la pobre chica.

—He sido incapaz de evitarlo —contestó riendo entre dientes y sentándose frente a mí.

Miré a Flavio desconcertada.

—Liam se ha quedado anclado unos cuantos siglos atrás. —En ese momento no entendí el significado de sus palabras.

—Continúo haciendo esfuerzos para solventar ese problema —dijo él, pronunciando aún más su cautivadora sonrisa—. En realidad esto hace ya tiempo que conseguí superarlo, pero me pareció divertido.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Kde žijí příběhy. Začni objevovat