Recuerdos del pasado II

Comenzar desde el principio
                                    

—Porque solo deseaba hacerme ver que podía hacer lo que quisiera contigo —respondió sin girarse hacia mí—. Quería ocultarte de los demás, no de mí.

—¿Cómo era?

—Mayor. Mucho mayor que tú. Vivía lejos de ti y apenas le veías. Discutía con tu padre porque se negaba a cortarse la coleta.

Me aparté el pelo de la cara, dejé el colgante sobre mi rodilla, metí las manos en los bolsillos de mi sudadera y tomé aire. Iba a decir algo pero él se me adelantó.

—Puedo sustituirte en la guardia, si no te sientes bien. Deberías estar durmiendo.

Miré al infinito y luego a él. La brisa también golpeaba su pelo, alborotándolo en todas direcciones.

—Ya no duermo —reconocí. Por un momento, algo en mi había clamado por una tregua—. Y tampoco podría. No hago más que pensar.

Se sentó a mi lado.

—Estoy cansada de sentir que debo odiarte —le dije—. Quiero ser yo. Quiero saber quién soy, no cómo era, sino cómo soy, pero prácticamente todos mis recuerdos son respecto a ti, todos mis pensamientos, todas mis preocupaciones... Todo mi mundo ha girado en torno a ti y eso no está bien..

—Te conozco más de lo que te conoces tú a ti misma. De habértelo contado te habrías negado a vivir. No voy a decir que fue algo altruista, porque no fue así. Yo también encontré ventajas al ocultártelo, pero todo lo demás siempre ha sido auténtico. Yo te conozco a ti, pero tú conoces mis latidos mejor que nadie y sabes que lo que digo es cierto. Tal vez sea por el Ente o por nosotros mismos, pero lo que ocurrió la otra noche significa algo. Aun así, tomaste una decisión, Lena, aunque, eso no significa que yo esté de acuerdo con que sea la acertada. Te he dejado elegir por los dos, porque te lo debo, pero llegará el momento en que me canse de esta tontería. Porque aunque el tiempo nunca ha importado, lo cierto es que la eternidad se está agotando, para ambos, pero confío en que tú misma descubras que estamos perdiendo, tal vez, el único tiempo que tendremos para nosotros.

Apreté los labios con fuerza antes de hablar.

—Todos mis recuerdos son contigo. No puedo no quererte, pero tampoco ignorar lo que ahora sé. Estoy confundida entre lo que siento y lo que me contaste. Tú lo dijiste, somos dos almas torturadas que se necesitan la una a la otra. Solo que ahora todo ha cambiado. —Aparté la vista—. Nunca volveré a ser quien tú pensabas que era. Nunca lo seré. Ni tú para mí. Solo intento hacer las cosas bien.

Sentí el palpitar de su corazón cambiar de manera abrupta. Se levantó despacio, sereno y con voz calmada añadió:

—No voy a repetirte lo que siento porque ya lo sabes. Es tu decisión creerlo o no. Si decides negarte, no hay nada que yo pueda hacer. Aunque está claro que... Son más las cosas que nos separan de las que nos unen. Eso no hay quien lo niegue.

Algo en mi interior se retorcía, pero era lo correcto. Era la única manera de pasar página y empezar a pensar en mí. Solo en mí, e impedir que nadie más volviera a hacerme daño. Pero los ojos me ardían. Deseaba llorar con todas mis fuerzas. Era mi decisión. ¿Por qué me estaba doliendo tanto? ¡Él me había mentido! ¡Había acabado conmigo! ¡Me había separado de todo lo que yo conocía!

—Entonces, deberías irte —conseguí decir a través del nudo de mi garganta.

No dijo nada. Apreté los labios con fuerza y me aclaré la garganta. Me puse en pie despacio y le dirigí una última mirada, pero él no se inmutó. Seguía mirando el horizonte, estático, imperturbable... Ninguna emoción parecía cruzar su perfecto rostro. Su corazón palpitaba con fuerza, pero no había nada diferente en la velocidad de sus latidos. Por algún motivo, eso me dolió.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora