Podía defenderse, porque número siete tampoco parecía querer rendirse. De hecho, Ax le vio venir a toda velocidad contra él para volver a empujarlo, y en un intento por detenerle, intentó imponer su control sobre su mente para hacerle entrar en ese mismo estado en el que había dejado a la chica número dos y a Vyd.

Pero, peor todavía, el control no funcionó.

El gran poder del número uno no hizo ningún efecto en la mente de número siete.

¡¿Qué...?! ¿Cómo...? Tampoco lo comprendió, y fue impactante. Aún sin toda su energía, Ax debía poder tener la capacidad de controlar a todos los individuos de STRANGE. Estaban conectados y él era el centro. Que su orden no funcionara, no tenía sentido...

¿Acaso número siete se había... individualizado?

Eso tampoco era posible.

Como habría dicho Nolan: ¡¿qué mierda estaba pasando?!

Por la distracción de la confusión, número siete alcanzó a darle una bofetada a Ax que le rasguñó la cara. La patada siguiente iba directo a sus costillas, pero Ax consiguió esquivarla y con agilidad volteó la situación. Le hizo una llave y logró cruzarle los brazos por detrás para retenerle. Número siete quedó con la mitad de la cara aplastada contra el cristal, incapaz de lanzar un golpe con las manos.

Pero Ax se dio cuenta de que eso no le detendría. Su necesidad de lastimarlo era tan intensa que empezó a golpear con demencia su propia cabeza contra el cristal, porque como ya se había resquebrajado no le faltaba mucho para partirse en pedazos, y si lograba eso podría lanzarse hacia el otro lado con él encima y poner la situación a su favor.

¡Pero, ¿qué estaba haciendo?! ¡Si su cráneo se rompía, podía morir!

Ax, el triple de atónito, de pronto se preguntó: ¿por qué a un individuo de STRANGE no le importaría morir solo para matar a otro de los suyos? Si no era un fallo, entonces...

Número siete, aún con rabia, se fue contra Ax apenas él le liberó para que parara de lastimarse. Ax esquivó y luego le dio una serie de puñetazos en la cara. No quería, pero tendría que herirle o buscaría los métodos necesarios para asesinarlo. 

Solo que, en otra demostración de lo fuerte que estaba siendo ese individuo, también consiguió evadir cada ataque proveniente de él para devolvérselos, y en cierto momento ambas fuerzas de arremetida y defensa fueron tan similares que eso jugó en contra de Ax, y fue tumbado al suelo con número siete encima como un animal salvaje.

Tuvo que agarrarle el antebrazo para evitar que lo ahorcara. Intentó contrarrestar el empuje, pero notó algo que lo impactó todavía más.

No, no fue el hecho de que el rostro con los dientes apretados de ira ahora estaba a centímetros del suyo, ansiando partirle el cuello. Fue que justo en el instante en el que las bombillas pasaron de la oscuridad a la iluminación, vio que número siete tenía los iris de los ojos casi tan blancos como la esclerótica.

Un segundo después de darse cuenta de ese detalle, Ax escuchó una risa. Una risa baja, escalofriante, que no tenía un tono ni masculino ni femenino, que sonó como una mezcla de frecuencias confusas con eco.

Y que no provenía de número siete ni tampoco de él.

Ax lo entendió tan rápido que su propio asombro le dio una corriente de fuerza y pudo lanzar a número siete lejos de un empujón, como algo de lo que hay que apartarse pronto porque es extremadamente peligroso. Retrocedió y se puso en pie, más alerta que nunca.

Miró hacia todos lados. Oscuridad, zonas densas a través de las que, sospechosamente, no podía ver aun cuando las bombillas se encendían. Hacia arriba, en las vigas que sostenían en el techo, también había áreas negras.

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora