—¡Oye, Sam! Ya hablamos sobre lo de empujarme— se queja la chica que anteriormente había sido quitada. Después de eso, comienza una mini discusión entre ellas como si fuera de lo más normal. Kara solo las mira mientras se ríe al ver su innecesaria pelea y Poché las ve con una sonrisa mientras aún mantiene a su hija en sus brazos.

Al ver la escena, doy un paso hacía atrás confundida. ¿Por qué actúan así? Algunas veces pensé que un día me encontraría a las chicas y que lo primero que harían ellas sería pedirme ayuda diciéndome cuanto odiaban al Profeta al igual que yo, pero, ¿por qué actúan cómo si estuvieran en un lugar seguro? Sus risas no son fingidas, son totalmente naturales, es como si les gustara estar donde están. Pero no... no tiene sentido, a ellas les quitaron la libertad, una vida por delante, pero si es así, si es como tanto lo repite Hudson, ¿por qué ellas están felices y tranquilas?, ¿por qué no veo tristeza o terror en sus rostros al estar aquí con El Profeta?

¿Acaso yo estuve viendo todo este tiempo algo qué no era la verdadera realidad?

Mis pensamientos son interrumpidos al sentir la mirada profunda de alguien sobre mi nuca, desviando mi atención de ellas, giro mi rostro para ver a lo lejos al Profeta recargado en la pared a un lado de la puerta que va hacía el pasillo que une las casas. Él nos observa desde su posición moviendo de un lado a otro una moneda entre los dedos de su mano derecha. Después de dar tres vueltas, detiene la moneda mostrando una cara y ahí es cuando entiendo todo lo que tanto había dicho.

Una moneda. Dos lados. Dos realidades. Pero solo una verdad.

—¡Hola!—  Kara alza su mano y le saluda de manera muy energética. El Profeta se da cuenta de eso y se lo regresa, pero solo asintiendo con su cabeza antes de darnos la espalda e irse por el pasillo, dejándonos de nuevo sin su presencia. —Agh, ya es la tercera vez que no me habla, ¿será qué se dio cuenta de las veces qué me quedo dormida en su ceremonia y se enojó conmigo?— se pregunta algo preocupada haciendo una mueca.

—¿Qué? ¿Cómo es qué te duermes? Nunca me doy cuenta— le pregunta Sam sorprendida.

—Soy una experta en eso, no esperes menos de mí— le responde con una sonrisa arrogante.

A pesar de que ellas no les preocupó la presencia del Profeta, hay alguien que si le pareció importante, tanto que aún puedo ver su mano temblar ligeramente. Poché sigue viendo hipnotizada aquel lugar vacío que dejó El Profeta con una expresión intranquila. Me acerco y atrapo su mano desocupada para sacarla de sus pensamientos, algo que logro, ya que quita su mirada de aquel lugar para verme.

—Esta bien, ya se fue— le digo con voz tranquila mientras acario con mi dedo pulgar el dorso de su mano. Ella me sonríe mientras asiento con un suspiro, luce más calmada. Antes se notaba algo... aterrorizada.

Las dos nos quedamos mirándonos un buen rato en silencio, pero cortamos nuestra conexión al escuchar una fingida tos. Nuestras miradas se posan en las demás, todas parecen estar viéndonos atentamente, hasta la pequeña abrazada a Poché nos mira curiosa.

—Entonces...— Kara comienza a hablar lentamente con una sonrisa de lado. —Aquí pasa algo, ¿no?

—¿Te importa?— Poché la mira con una ceja alzada, y antes de que le respondiera algo la interrumpe. —Claro que no— contesta por ella mientras le da un pequeño golpecito en la frente.

—Deja de ser metiche— se queja Sam mientras la abraza por los hombros.

—Me gusta mantenerme informada, por eso quiero saber el nombre de ella y porque esta aquí— se defiende mientras se cruza de brazos.

—Me llamo Daniela Calle— le digo para apagar su curiosidad. Mi nombre llama su atención, bueno, no solo la de ella, sino la de las tres.

—Espera...— habla lentamente Sam antes de ver a Poché. —¿Esa Calle?— le pregunta poniéndola nerviosa. Al comprender esa mirada, solo puedo pensar en una cosa: ¿Poché les habló de mí?

Efecto Mariposa Where stories live. Discover now