—El reencuentro terminó, es hora de que salgan de aquí y vayan a la casa— las dos dirigimos nuetras miradas hacía la entrada, donde Carl se encuentra de brazos cruzados, su expresión de amargura sigue ahí.

Poché se aleja de mis manos y da un paso hacía al frente. —¿Para qué?— su mano busca la mía y, al encontrarla, le da un suave apretón. Noto como su cuerpo se tensa al enfrentarlo, parece que no le cae para nada bien Carl. No me sorprende.

—No lo sé, no soy él que da las órdenes aquí, así que si no quieres aún más problemas, deberías ir— gruñe señalando la salida. Parece que los sentimientos de Poché hacía Carl son mutuos, él tampoco se mira contento de verle.

—Bien— Poché susurra al momento de tirar de mi brazo moviéndonos hacía la salida. Ella pasa a un lado de Carl sin siquiera mirarlo, y al momento de yo hacerlo, su mirada y la mía se buscan.

—Él Profeta siempre dice la verdad— me murmura con una sonrisa arrogante mientras señala a Poché con un movimiento discreto de su cabeza. Se a lo que se refiere, así que solo volteo mi rostro ignorando su existencia. A pesar de saber que tiene razón, nunca se la daré. Nunca me mostraré agradecida ante El Profeta.

Cuando pisamos fuera de la capilla, la atención de aquella camioneta fuera del lugar capta mi interés de nuevo mientras Poché hace un papel de guía y me lleva por el lugar tirando de mi brazo.

—Acabas de llegar, ¿verdad?— le pregunto regresando mi mirada a la parte trasera de su cabeza, ya que ella va dos pasos enfrente mío. Me doy el tiempo de recorrer su largo cabello castaño. Se mira tan linda así. —Cuando llegué no estaba esa camioneta aquí— añado y Poché se detiene.

—¿Llevas mucho tiempo aquí?— me mira sombre su hombro, el tono de su voz denota sorpresa.

—La tarde solamente— le respondo como si no fuera de mucha importancia y Poché abre sus ojos sorprendida antes de hacer una mueca.

—Eso es mucho— se queja frunciendo un poco su ceño y yo sonrío al ver el puchero que forma al último.

Mis dientes se presionan entre sí para evitar las lágrimas, pero es imposible de detenerlas, estas se forman en las esquinas de mis ojos y vuelven a caer sabiendo el camino hacía mi mandíbula.

—¿Calle?— Poché acorta la distancia entre nosotras preocupada. Rápidamente sus manos se dirigen a mi rostro para intentar verlo mejor.

—Lo siento— esquivo sus manos y oculto mi cara entre las mías avergonzada, no quiero que me mire llorar otra vez. —Probablemente este así las siguientes horas, pero me es irreal volver a verte— digo entre sollozos. Y es verdad, aún sigo sin creerlo, lo siento todo como el mejor sueño que he tenido en mucho tiempo, y ver de nuevo las muecas que tanto hacía cuando algo no le parecía, hace que mi corazón duela al recordar todos esos años perdidos.

—Creelo— me susurra muy cerca de mi cara. —Yo también estoy tardando en procesarlo, y estoy tan feliz de tenerte de nuevo— escucharla feliz me hace sonreír a pesar de las lágrimas que derramo. —Calle— me llama de una manera que ella solo sabe hacerlo, haciendo que deje de ocultarme. —Las dos sabemos que tenemos mucho que hablar, pero es mejor ir hacía esa casa, probablemente dentro encontremos un lugar adecuado para tener una charla que en medio de aquí— propone señalando el exterior. Aunque me guste el paisaje, tiene razón, es mejor charlar en un lugar más  privado, así que asiento tomando de nuevo su mano.

Al acabar el mediano camino hasta una de las dos casas, las dos entramos a la última en la que estuve. Dentro no hay nadie, algo que me decepciona, realmente esperé ver al señor Villa en la sala como lo estaba hace minutos; sería agradable que él volviera a ver a Poché, pero supongo que sera para después.

Efecto Mariposa Where stories live. Discover now