Capítulo 27

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Por primera vez en mucho tiempo sintió pánico, uno real y palpable. Su pecho estaba encogido, apretado, y dolía por el ansia. Cada segundo que pasaba peor era el sentimiento, cada minuto más desesperanzado.

Shazia seguía sin aparecer, a estas alturas subió y bajó la calle un mínimo de cuatro veces, esperando que lo hubiese ido a buscar y no se cruzaran en el proceso. Pero no era el caso, no había rastro de ella, así que en plena desesperación comenzó a preguntar a la gente que pasaba.

Hablaba rápidamente, moviendo las manos, intentando explicarse lo mejor posible ante expresiones confusas e indecisas. Nadie lo entendía. Se disculpaban con cierta pena al ver su angustia brillando en sus ojos y la desesperación en sus movimientos frenéticos. Se tiró del flequillo hacia atrás, tampoco podía preguntar dónde se encontraba la comisaría, o lo que fuese que había en aquel país.

No sabía lo que había sucedido, por qué no estaba ahí, esperando por él como le pidió. Pensó, ¿se la habían llevado por estar sola? Había cometido un error, uno muy gordo, era peligroso para ella estarlo, una chica jóven y bella. Pero, fueron tan solo diez minutos, quizás un cuarto de hora. Eso no es tiempo. No odrían raptarla en tan poco tiempo, ¿no?

Se dejó caer en uno de los bancos, sintiendo una culpabilidad que recarcomiéndolo por dentro, y estúpido, por no haberle comprado un móvil con el que poder comunicarse con ella. Aunque claro, ¿cómo iba a saber que esto podría pasar?

Pero dios, se sentía terrible. Podría ahora mismo podría encontrarse en aquella horrible situación en la que ya la había encontrado una vez, quizás estab llorando, perdida y arrastrada a algún sitio en contra de su voluntad. No lo podía saber.

Hundió la cabeza entre sus manos, pensando a toda velocidad, sin tener una pista de lo que podía hacer ahora. No se lo perdonará, como no la encuentre no será capaz de perdonárselo en toda su vida. Su única amiga, la única que significaba algo para él ahora mismo... No podría perdonarse el hecho de que la estuvieran dañando otra vez.

O quizás no, quizás lo estaba exagerando todo, y ella seguía buscándolo como dbería de estar haciendo él en ese momento.

Se puso en pie, pensando en sangre fría, teniendo la necesidad de creer que nada malo le estaba pasando y que el pánico estaba volviéndolo loco. Inspiró hondo, y comenzó a caminar de nuevo, esta vez extendiendo la ruta de búsqueda.

Recorrió unas cinco calles en total sin éxito. La angustia seguía dentro de él, recriminándolo por ser tan iluso, intentaba controlarse lo mejor posible mientras entraba en tiendas y cafeterías, probando suerte. Dos veces creyó haberla encontrado, era difícil distinguir unas mujeres de otras, así que intentó recordar la manera en la que caminaba, y que ella era menuda, de una estatura relativamente baja, comparándola con la suya. Que todas vistieran los mismos colores sobrios y grises de sus hiyab no ayudaba tampoco, ni las calles siempre ajetreadas de aquella ciudad. Pero no quería darse por vencido.

Caminó y caminó, fijándose en cada esquina y cruce, y nada pasaba. No quería darse por vencido, no podía haberla perdido así de fácil, no se lo permitiría, no pararía hasta encontrarla de nuevo. Le daba igual que para eso tuviera que desobedecer a Simon y quedar aquí por más días. 

Sólo le quedaban tres.

Tres días para tomar un avión y volver a la locura que su vida era, tres días para volver a las peleas, a las miradas significativas, a la indecisión, a la manipulación de sus propias palabras. Y ahora, aún por encima, había unas enormes probabilidades de que su única verdadera amiga esté en problemas, por su culpa.

Mierda. Esto no podía estar pasándole ahora.

Antes de que pudiera perder los papeles de nuevo, su teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo trasero de sus negros jeans. Lo tomó, sin ganas de discutir con Simon o Paul en estos momentos.

—¿Sí?

—¿Zayn? — Una voz tímida y suave murmuró tras la línea, que resultó ser un número desconocido.

—¡Shazia! Dios mío, Shazia. ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

—Estoy bien, estoy en el hotel.

Se pasó la mano por el cabello, suspirando de alivio. Ella estaba a salvo, y era todo lo que importaba ahora.

—Casi me matas del susto, ¿lo sabes? — Fue incapaz de no recriminarle— estaba muy preocupado.

—Lo sé, y lo siento, pero no volvías, así que fui a buscarte, pero no aparecías,  y pensé que... Lo mejor sería volver.

—No sabes lo que me alegra que hayas tomado esa decisión, en serio.

—Siento haberte preocupado.

—El caso es que estés sana y salva, Shazia. Espérame, estaré ahí tan pronto pueda.

Dicho esto y una corta despedida, colgó, y se percató de que ahora el perdido entre calles desconocidas era él. Pero no le pudo importar menos. El caso es que nada malo había le sucedido a Shazia, como pensó que había sucedido.

Necesitaba un cigarrillo.

Prendió uno, y no se lo pensó dos veces al ver un taxi libre pasar, frenándolo y subiéndose a él. Fumó frenéticamente, intentando calmar su azorado pecho y cabeza. Nunca había pasado tan mal trago, en su vida. El taxista no le dijo nada por el cigarro, lo que agradeció profundamente, pero abrió la ventanilla de todos modos.

Para aquel momento el día había terminado, el sol apenas emitía rayos, escondido casi en su plenitud, y no pudo no pensar en qué hubiese pasado en si Shazia hubiese seguido buscándolo durante la noche. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza.

***

Tan pronto abrió la puerta del cuarto de ella, la divisó de pie, en frente al ventanal del balcón. Estaba de espaldas, pero podía ver el perfil de su rostro iluminado por las farolas recién encendidas. Estaba esperándolo, mirando la calle por si podía verlo.

—Shazia— llamó.

Para cuando se giró por completo, unos brazos tatuados la rodearon, apretándola contra un cálido pecho que temblaba ligeramente. Tardó un poco en reaccionar al pasar sus brazos por se cadera, respirando encima del olor a colonia y tabaco que emitía su camiseta.

—Nunca, nunca más vuelvas a darme este susto— susurró, besando repetidamente su cabello azabache.

—Perdona...

—Nunca más. No voy a perderte de vista— seguía musitando, haciendo caso omiso a sus disculpas. Nunca la culpó a ella, sino a sí mismo.

—Debí haberte esperado, lo sé, y...

—Vente conmigo— volvió a cortarla.

Shazia se apartó un poco para poder mirarlo a los ojos. Se veían serios y decididos, pero ella estaba confusa.

—¿Ir contigo?

—Sí, vente conmigo. A Londres.


Free me | zayn |Where stories live. Discover now