Capítulo 8

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Despertó de noche, le dolía cada célula de su cuerpo. La habitación estaba tan oscura que apenas podía diferenciar nada, y estaba todo sumamente silencioso, a excepción de escuchar algún coche pasar.

Eso la extrañó, por la casa de Shazia apenas pasaban coches, menos a altas horas de la madrugada. Con extremado esfuerzo y soltando gemidos de dolor intentó alcanzar la lamparita que tenía sobre la mesilla al lado de su cama. El caso es que al lado de su cama había más cama, y aquello era imposible, porque la suya era de única plaza, la tenía desde que no le hizo falta una cuna.

Se asustó, el dolor después de haber hecho aquel esfuerzo era tres veces más punzante, y una lágrima resbaló por su mejilla junto a otro gemido más. Entonces se quedó completamente quieta, pensando en por qué se sentía como si hubiese sido atropellada por un camión y por qué aquella cama no era la suya. Pensó, intentó recordar qué ocurrió aquel día, y crueles imágenes de su padre y su prometido maltratándola hasta el borde del desmayo se proyectaron como una película tras sus párpados cerrados.

Se desesperó sin poder controlarse. Su dolor era peor que ser atada con cadenas a cada esquina de aquel mueble, y mil veces más efectivo. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no empapar sus ojos en lágrimas y poder ver en dónde diablos se encontraba. Movió su cabeza hacia un lado, en el que pudo diferenciar una gran silueta oscura en forma de armario y un rectángulo que parecía una puerta. En frente suya otra puerta, esta vez el doble de ancha, y, al otro lado, la entrada a un balcón por la que entraba la poca luz que permitía a sus ojos ver. Giró un poco más, y encontró algo que la descolocó: ¿qué demonios pintaba un sillón ahí?

Su respuesta fue un suspiro que provenía de ahí. Agudizó más el oído, reconociendo aquel sonido como una respiración muy queda.

Gritó de miedo, e inmediatamente deseó haberse rectificado, porque una silueta se levantó de aquel sillón, tomando una forma claramente masculina.

Hizo lo posible por levantarse y salir de aquel lugar, ignorando lo mucho que sentía como si le estuviesen clavando dagas a cada movimiento que hacía, lentos y patosos, pero antes de poder llegar al borde del colchón, dos manos la tomaron por los hombros, parándola en seco. Su corazón iba a mil, el pánico la invadía y en un acto reflejo intentó llegar a una d sus extremidades y morder, clavando sus uñas en los brazos de aquel hombre, que gruñó de dolor.

—Eh, eh, tranquila—dijo una voz joven y varonil en inglés.

—¡Auxilio! —gritó en su idioma natal—¡me atacan!

Zayn se desesperó. No quería asustar a aquella chica, pero tampoco quería que se hiciese más daño, así que simplemente se quedó así, soportando sus rasguñaduras y sus a veces logrados intentos de morderlo para que se estuviese en su lugar hasta que quedó exhausta y rendida, y él con marcas e incluso un poco de sangre que no se podía apreciar bien por la oscuridad y los tatuajes.

—No voy a hacerte nada malo—repitió por centésima vez, desesperado, deseando que lo entendiera.

—¿Cómo diablos quieres que te crea? —Respondió ella en su mismo idioma, y para sorpresa de él, con gran fluidez.

Deshizo su agarre al ver que ella ya no se movía, rendida. Se apresuró a prender la luz en uno de los interruptores de la pared, una vez se adaptó a la amarillenta luz de las bombillas la observó llena de impresión.

—¿Sabes hablar mi idioma? —Cuidadosamente, se acercó de nuevo a ella con pasos lentos y cautelosos.

Shazia alzó la vista, agotada, rendida, con ganas de desmayarse, pero aún con fuerzas de luchar verbalmente. Pero al verle la cara al muchacho, se quedó sin ellas.

Free me | zayn |Where stories live. Discover now