Capítulo 39: ¿Quién te dice que no es lo que quiero?

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Quería salir. Quería ir su casa y no estar en una llena de polvo con un cuadro que lo único que hacía era gritar constantemente. Quería poder escribir cartas a sus amigos y a Harry en lugar de ver como salían ardiendo cada vez que intentaba sacar una carta de la casa. Estaba harta del muro invisible que había en la puerta de la calle y con el que se chocaba cada vez que intentaba salir de allí. No soportaba la idea de que la chimenea estuviera desconectada de la red flu y no poder ir a La Madriguera cuando quisiera. Atria estaba, sobre todo, harta de una persona y esa era Albus Dumbledore. Aparecía por Grimmauld Place cuando quería, solo le decía que tenía que quedarse allí tranquila y no había hecho absolutamente nada para impedir que Harry entrase al Torneo de los Tres Magos, participase hasta el final y Voldemort volviera. Y, como Voldemort había vuelto, Cedric estaba muerto.

Todo era por culpa de Albus Dumbledore y su tontería de dejar que Harry participase en el estúpido Torneo y por tenerle a él encerrado en Privet Drive y a ella en Grimmauld Place. Porque en cuanto salieron de la estación hacia casa, allí les esperaba Dumbledore para que cogieran lo imprescindible y fueran a Grimmauld Place. Atria intentó escaparse tres veces mientras que recogía sus cosas, pero Dumbledore siempre se acababa dando cuenta de sus intentos. Había desconectado la chimenea de La Cueva de la red flu, había puesto a Fawkes en la ventana de Atria y él mismo estaba en la puerta de la casa, esperandoles para ir con Sirius. Eso era probablemente lo único decente del encierro, que Sirius también estaba con ellos.

Entendía por qué Sirius se había querido ir de casa, si Walburga era así de insoportable en un cuadro no quería imaginarse como tenía que haber sido en la vida real. Aunque la verdad es que era entretenido sacarla de sus casillas porque también sacaba de sus casillas a Sirius y a Remus. Y al resto de la Orden del Fénix que se paseaba por la casa, entrando y saliendo como si nada. Y ella estaba allí encerrada, no podía hablar con nadie y no podía salir de la casa. Tonks era un alivio, claro, la aurora se quedaba muchas de las noches a cenar para conocer más a su tío segundo —la primera vez le llamo señor Black y Atria se cayó de la silla por la risa que le entró— y era entretenido pedirle distintas narices o cambios de pelo con los que Atria se entretenía peinando. Pero no era suficiente.

No era suficiente porque, por mucho que había fingido que no quería hablar con nadie ni salir de casa, el contacto con el exterior seguía completamente prohibido por Dumbledore. Atria quería saber qué hechizos había utilizado, porque ya había intentado mandar cartas por medio de Tonks y ardían en los bolsillos de la aurora o en sus manos, y aunque fuera ella quien las enviara con la lechuza, en el momento en el que atravesaban la ventana ardían. Le había visto siempre a lo lejos, siendo la última conversación real la que tuvo con él el primer día de las vacaciones, después de que les recogiera en La Cueva y luego estuvo realizando el encantamiento Fiddelio sobre la casa o, mejor dicho, el nuevo cuartel general de La Orden del Fénix. Le preguntó que cuando iban a por Harry y cuando el director le respondió que más adelante Atria empezó a gritarle en mitad de la calle, haciendo que Buckbeak se asustara. Sirius consiguió calmar al hipogrifo y Remus consiguió que Atria se relajase un poco. Hasta que Dumbledore se fue y les dejó a los tres con el problema de meter a Buckbeak en la noble y ancestral casa de los Black. Atria no se cortó despotricando contra Dumbledore y tanto Sirius como Remus la dejaron hablar sin que se cortase. Eso estaba siendo mucho mejor que el silencio que había mantenido en los últimos días del curso.

Podría decirse que Atria llevaba la muerte de Cedric bien. Si por bien lo definías por momentos de silencio absoluto con la mirada perdida y otros de gritos sin parar por toda la casa que despertaban a Walburga. Y Atria la contestaba a gritos también. Sin duda era una casa de locos que cada día iba aumentando su locura. Sirius también estaba cada día más gruñón y poco importaba que Remus y él durmieran juntos, algo que Atria se había encargado de dejar claro al retrato de Walburga y ella había empezado a chillar que Sirius estaba mancillando el nombre de los Black por acostarse con un licántropo y con un hombre y entonces Atria decidió que iba a llenar su retrato de kétchup. La suciedad del retrato duró un día porque Kreacher corrió a limpiarlo, pero al menos sacó una carcajada a Sirius y a Atria una nueva forma de amenazarla. Y también valía para molestar a Kreacher, que todos los días intentaba echarla de la habitación de Regulus, donde dormía la joven Potter. Hermione podría decir lo que fuera de la libertad de los elfos y Atria la apoyaría excepto con Kreacher. A Kreacher le cogería del taparrabos y le colgaría de la torre de Gryffindor.

[2] Mors memoriae [Fred Weasley]Kde žijí příběhy. Začni objevovat