Capítulo 4: Sacar el reflejo

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Atria lloró tanto la primera luna llena, tan solo doce días después de la muerte de James y Lily que Remus supo al instante que Lyall no podría cuidar a la pequeña. Ninguno de los tres durmió esa noche, Remus porque la pasó siendo un lobo en el bosque, cazando distintos tipos de animales y Lyall porque Atria no dejaba de llorar, preguntando por sus padres, su hermano, Sirius, Peter y Remus.

Remus había recuperado el peluche del lobo de la niña de la casa en ruinas el día del funeral, pero ni siquiera eso bastaba para tranquilizar a la pequeña. También había conseguido su pequeña escoba y, por supuesto, había buscado al gato, pero este había desaparecido. No había nada que consiguiera distraer a Atria, solo se calmaba cuando Remus estaba cerca. A Atria le gustaba Lyall, tenía una televisión, muchos libros de dibujos y le gustaba jugar con ella, pero no era Remus, Sirius, Peter, Harry o sus padres. Y a quien quería Atria era a cualquiera de ellos.

— ¿Y si le pides ayuda a los Weasley? Tienen más hijos, ¿no? Creo que acaba de nacer la séptima, ella sabrá cómo ayudarte para que Atria se calme —le sugirió Lyall. Conocía a Arthur, sabía que eran buena gente y que no dudarían en ayudar a su hijo—. Quizá forma una amistad con alguno de todos sus críos.

— ¿Y cómo le explico que tiene que cuidar a Atria durante tres días? —le preguntó Remus y Lyall sonrió.

— Puedes decirles que estoy enfermo y que tienes que darme un tratamiento especial que solo funciona las noches de luna llena —le dijo Lyall, era la misma excusa que le había dado años atrás al Ministerio, incapaz de admitir que su hijo era un hombre lobo por su culpa. Tenía que protegerle y, para ello, se quedaba en casa durante esos días, protegiendo al pequeño Remus de que hiriera a nadie por accidente, de que se hiriera a sí mismo por accidente—. Pídeles ayuda, Remus, no tienes que hacer esto solo.

Tres días más tarde, Remus fue a La Madriguera por primera vez en su vida, con Atria colgada en su pierna. Bill Weasley fue el primero que le vio, junto a Charlie Weasley y salieron corriendo para avisar a sus padres, a diferencia de los gemelos, Fred y George, que se quedaron en el jardín, mirando como los dos desconocidos se acercaban.

— Hola —dijeron ambos a la vez, sonriendo de oreja a oreja cuando Atria y Remus llegaron a su altura.

— Hola, chicos, Fred y George, ¿verdad? Vuestros tíos, Fabian y Gideon, me han hablado mucho de vosotros —les dijo Remus y a ambos niños les brillaron los ojos de inmediato. Adoraban a sus tíos—. ¿Están vuestros padres en casa?

— Bill y Charlie han ido a buscarlos —dijo Fred, aunque Remus en esos momentos no sabía quién era quien, al igual que Atria, que los miraba con curiosidad.

— ¿Quiénes sois? —preguntó George y Remus no pudo evitar sonreír.

— Yo soy Remus, y ella es Atria —les dijo, y ella, por fin, se soltó de su pierna y avanzó hacia los niños, mirándolos con curiosidad. ¿Conocerían a su madre? Tenían el pelo rojo como ella, tenían que hacerlo, ¿no?

— Sois iguales —les dijo, y luego sonrió y volvió a mirar a Remus—. ¿Ha conseguido sacar a su reflejo, Moony? Yo también quiero.

A Remus se le escapó una carcajada e iba a responder a Atria, pero Molly Weasley llegó rápidamente, con Bill y Charlie detrás y preocupada por el supuesto desconocido y la niña que habían llegado. Pero suspiró aliviada al ver que era Remus Lupin, sus hermanos le habían hablado de todos los miembros de la Orden, incluso tenía una foto para que pudiera identificarlos si acudían a ella en caso de necesidad. No había tenido que atender a muchos durante la guerra, por suerte, pero había que ser precavidos.

— Remus, ¿verdad? —le dijo, sonriendo amablemente y luego miró a sus hijos para descubrir una cabellera azabache que la hizo sobresaltarse—. Vamos dentro.

[2] Mors memoriae [Fred Weasley]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant