–No tienes la culpa, Shazia.

–Sí la tengo, he sido demasiado ruda.

–Pero tienes razón, apenas sabes nada de mí.

–Quiero– ya no estaba tan segura de si tenía el derecho de preguntar– pero no es de mi incumbencia, supongo. Solo... Siento que estás triste. No quiero verte así, quiero ayudar.

–Mis problemas a duras penas tienen solución, Shazia– su expresión volvió a tornar seria– casi todo está aquí dentro– añadió, llevándose el índice a la sien.

Ella se quedó en silencio, pensativa, curiosa. Machacaba migas entre sus dedos.

–Es difícil que algo no tenga remedio. Sólo... Háblame.

Le lanzó una mirada curiosa.

–¿Y de qué quieres que te hable, Shazia?

–De ti, de tu vida en Inglaterra– respondió con seguridad.

–Di mi vida en todo el mundo– farfulló entre dientes, sin que llegase a escucharlo.

Levantó la mirada y vio aquellas verdes pupilas suplicando por que hablara. Su silencio la frustraba de sobremanera en ocasiones. Comprendía que fuese un muchacho reservado, pero ella necesitaba escuchar palabras salir de él. El moreno inspiró bruscamente, llenándose de valor.

Sacó el teléfono del bolsillo delantero, tipeó la contraseña y se lo entregó. Confiaría en ella, hará el esfuerzo, negándose a pensar en que después de esto puede que no lo viese con los mismos ojos. Ella lo miró confuso, sin tomar el aparato aún.

–Cógelo– incitó. Finalmente, hesitando, lo tomó entre las dos manos, aquel teléfono tenía como mínimo unas cinco pulgadas de pantalla, y se veía más grande de lo que realmente era entre sus pequeñas manos– entra en internet e introduce mi nombre.

–¿T-tu nombre? – preguntó, descolocada.

–¿Quieres saber quién soy? Sólo hazlo, mi apellido es Malik.

Se sintió mal al darse cuenta de que hasta en ese momento, ni su apellido sabía. Pero le hizo caso, e introdujo su nombre en la casilla de búsqueda. A los dos segundos, un montón de enlaces e imágenes del chico que tenía en frente suya hicieron aparición en la pequeña pantalla.

No supo cómo reaccionar. Solo frunció el ceño mientras arrastraba el dedo, leyendo titulares de páginas de cotillero sin leer más que si nombre en letra más oscura, hasta que dio con un enlace a una página de Wikipedia. Descolocada, pulsó en ella.

Nombre completo, fecha de nacimiento, origen, pareja, ocupación, biografía... Todo estaba al alcance de sus manos, y se sintió mal por ello. Tras toda su sorpresa, sintió que lo que estaba haciendo era invadir el espacio personal del moreno de preciosos ojos ambarinos. Bloqueó el teléfono y lo dejó caer sin mucha sutileza sobre la mesita de caoba. Había visto suficiente, y apenas había leído dos frases de la biografía.

–¿Eres cantante? – Preguntó con voz suave y temblorosa.

No se había esperado eso, para nada. Su imaginación no había ido más allá que de pensar en que quizás su riqueza provenía de una empresa familiar, quizás la lotería... Incluso llegó a pensar en que podría ser modelo, pero luego cayó en la cuenta de que seguramente su estatura no era la adecuada.

Simplemente no se había parado pensar mucho en ello. ¡Pero cantante! Por un momento, se asustó.

–Sí– contestó, ocultando sus nervios bajo una expresión neutra– En una banda. Una banda muy famosa.

–¿Cómo de famosa?

–Demasiado.

Sus respuestas escuetas no ayudaban. Ella nunca supo realmente mucho sobre fama de cualquier tipo. No entendía el temor que veía en los ojos de Zayn. Shazia siempre se había escondido entre libros y aprendiendo cosas que sus padres creían útiles, obligada a rezar y hace tareas en casa  junto a las criadas.

Echó un corto vistazo al teléfono al lado de su vaso con té ya templado. Con un empujón lo volvió a arrastrar hacia el lado de Zayn, que tenía la interrogación reflejada en su rostro.

–Yo quiero que me digas tú quién eres, no un maldito e impersonal móvil– respondió ante su pregunta no formulada con voz seria, incluso enfadada.

Si antes le gustaba, ahora sentía absoluta adoración por ella. Le entraron unas ganas incontrolables de abrazarla y llenarle el rostro de besos.

–No encuentro esto gracioso– dijo al notar la estúpida risita de Zayn, que negaba con la cabeza divertidamente.

–Eso es porque no te das cuenta.

–¿De qué?

–Si te lo cuento quizás salgas corriendo.

–No creo– sonrió ahora también. Imitando expresamente su gesto al arrugar la nariz. ¿Será consciente siquiera de que lo hace?

–Es cierto, acabas de enterarte de que soy un objetivo social y todavía sigues aquí. – Su voz tenía un ligero tinte de amargura.

–¿Qué tiene de malo? –  se encogió de hombros restándole importancia–  ¿No es un trabajo como otro cualquiera?

No, no lo es.

Se calló, no dijo nada, simplemente la observó mientras mezclaba el té templado con el que seguía caliente dentro de la tetera y le añadía un poco más de azúcar con paciencia.

–Hui.

Y ahí estaba. Aquel gesto de paciencia e indiferencia ante lo que acababa de descubrir fue lo que necesitó para dar rienda suelta a las palabras atoradas desde hace tiempo en la punta de su lengua. Palabras que hasta ahora, no tenían oyente, un receptor que mereciese la pena. Estaba en Shazia estaba la confianza que había perdido.

–¿Eh? – Dejó de remover inmediatamente, atenta.

–Hui de mi trabajo, de casa. Necesitaba un respiro. Por eso vine a Pakistán, para escapar de los problemas.

–No estoy llevando tu ritmo, Zayn. ¿A qué te refieres?

–Es una historia larga...

–Tengo tiempo, no es como si tuviese toque de queda– obvió, intentando hacer un chiste que borrase las arruguitas de su entrecejo. Tuvo éxito.

De un trago bebió el resto de su bebida, se puso en pie e hizo un movimiento de cabeza para que imitase sus gestos.

 – ¿Nos vamos? Ha dejado de llover, quizás un poco de aire fresco y uno de esos te haga más fácil confiar en mí– señaló la cajetilla de tabaco que sobresalía del bolsillo de su chaqueta.

Sin duda necesitaba uno. Sin pensarlo dos veces se unió a ella, pagó la cuenta y salieron juntos al húmedo y caluroso exterior. Tomó un cigarrillo y lo prendió, procurando que el humo nunca llegase a molestar a la chica.

Ella, ignorando lo mejor que pudiese su nerviosismo, esta vez no hesitó en acercar su mano tímidamente, armándose de valor y con dedos temblorosos, llevando su torso contra el suyo. Tan pronto notó el contacto, Zayn sonrió de oreja, e impidiendo más gestos de su parte, encargándose él mismo de que sus dedos se entrelazasen en un acogedor agarre, introduciéndose en las ajetreadas calles pakistaníes al lado de una preciosa chica cuya belleza apenas se podía apreciar bajo aquella vestimenta.


Free me | zayn |Where stories live. Discover now