«Cuatro luces se alzarán al cielo desvaneciéndose en el viento, su objetivo será el demonio de caos y tormento. Una nueva era llegará, en cuatro nuevos cuerpos el poder reencarnará, pero no se ha de olvidar, que el poder que tanto codicia aquel demo...
Cuando llegaron a la zona despejada, ambos reyes cayeron de rodillas contra el suelo.
—No hace falta decirte que te cuides hija mía, porque sé que lo harás —dijo el rey acariciando la mejilla de su bebé.
—Pase lo que pase no dejes de luchar por lo que amas, sé fuerte y sobre todo encuentra a los demás elementos, te necesitarán, entre todos se necesitarán —continuó la reina llorando aún más.
—Vive —dijo el rey a la bebé—. Vive como nunca antes, si tu pasado no te deja en paz no te preocupes, pronto lo sabrás. Nosotros seremos el lago u océano que te guíe en tu camino.
—Tal vez no estemos físicamente contigo en tu crecimiento, pero sabes que te amamos como nadie más lo hará. —La reina besó en ambas mejillas a su bebé.
—Recuerda hija, el agua no es un simple líquido, ni es el elemento más débil.
—Es un tesoro tan valioso, que oculta secretos y da fortaleza a los demás. —La reina pegó su nariz con la de su hija—. Tú serás quien en momentos difíciles, levantes a los demás.
—Te amamos —dijeron los dos al unísono.
La reina con manos temblorosas dejó a la bebé en medio de ambos. Concentraron sus poderes para realizar un hechizo de teletransportación, la magnitud de sus poderes provocaron que ambos volasen en caminos contrarios.
La teletransportación duraría unos siete segundos para llevar a su hija a la otra dimensión.
Ambos reyes abrieron los ojos ampliamente al ver a una docena de espectros venir en dirección a su bebé. Estaban muy débiles como para luchar o crear un campo de protección.
Aquel hombre misterioso se puso enfrente de la bebé alzando ambos brazos en contra de los espectros, desintegrándolos con un gran poder.
Todos voltearon a ver a la bebé, ella reía, su risa era lo que se escuchaba por todo el amplio bosque, y después... nada.
Se había ido.
El muchacho suspiró acercándose a ambos reyes. Al tomar sus manos, los reyes se sintieron un poco menos débiles, como si el chico hubiese pasado un poco de energía a ellos.
—¿Quién eres? —preguntó el rey ansioso de saber el nombre de la persona que había protegido a su hija más de una vez.
El chico se giró de espalda, caminó alejándose de ellos, una gran bruma lo envolvió, estaba listo para retirarse del lugar.
—Por favor... protege a mi hija.
El chico se detuvo al instante al escuchar las palabras dichas por la reina, giró un poco su cabeza para mirar a los reyes.
—Es todo para mí. Cuida de Emma... por favor.
Él asintió desapareciendo al instante de ahí.
Los reyes giraron a donde por última vez habían visto a su hija.
Querían volver a escuchar a su hija reír, querían ver nuevamente a su Emma.
Ambos caminaron hacia el portal que los llevaría al reino de fuego, no querían malgastar su poder en hechizos de teletransportación.
A lo lejos, observando cómo los reyes caminaban débilmente a la última gran guerra, el chico misterioso respiraba con tranquilidad al poder haber salvado a la pequeña princesa del reino de agua.
Una mujer apareció detrás de él tocando su hombro derecho, le sonreía, era su madre.
—Andando Jordan, llegó la hora.
Oops! Questa immagine non segue le nostre linee guida sui contenuti. Per continuare la pubblicazione, provare a rimuoverlo o caricare un altro.
