2. ¿Amor a primera vista?

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"A veces en los peores momentos, es cuando conocemos a las mejores personas"


Suspiro cansada antes de caer rendida a mi cama, la cual no tiene sábanas ya que acabo de terminar de hacer mis maletas.

¿Quién diría que hacer las empacar sería tan agotador? Debían darme algo de crédito, son las seis de la mañana, me desperté a las cuatro y el vuelo sale a las ocho. Lo bueno es que es sin escala —según lo que dijo Michael— y podría dormir todo el viaje que dura alrededor de doce horas.

Giro mi cabeza hacia la puerta, donde tres grandes maletas descansan en el suelo. Son color azul, no son mías. Son de mi tía. Las tenía guardadas en un armario, llenas de cosas inservibles. Y yo solo tenía maletas pequeñas así que, me las regalo.

Me siento en la cama y apoyo mi espalda en el respaldo de la cama. Me tomo unos minutos para observar la pequeña habitación. No he estado aquí por mucho tiempo. Quizá un poco más de un mes. Muchas cosas están pasando y me es difícil procesarlo todo.

Mi madre ha muerto hace un mes. Era un martes de lluvia —como casi todos en Londres — volvía de una carrera, cuando me llamaron. Era Susan. Me dijo que vaya al hospital urgente, no quiso darme más explicaciones. Yo no era ninguna estúpida, sabía de sobra que ella había muerto. Los doctores nos lo habían advertido. Ella estaba loca, loca al punto de internara en un psiquiatra, pero no lo hicieron por su cáncer. Ese último mes que tuvo de vida casi ni la visitaba, ya no era ella. Decía palabras sin sentido, decía que ya no quería verme mas, otras veces me pedía perdón por haber sido tan mala madre, luego quería matarme —literal— y hasta a veces me rogaba a llantos que me quede con ella. Como me cansaron sus trastornos de bipolaridad, me alejé. Solo la visitaba rara vez cuando Susan me lo pedía. Los doctores decían que debía relacionarse con sus familiares, pero ella decía que yo no era familia suya.

Antes de ir al hospital, desvié mi camino y terminé frente al rio Támesis en el puente Hungerford. Eran las dos de la mañana, ya no había un alma en las calles, especialmente no había turistas. Allí, con el reflejo de la luna contra el agua, lo saque todo. No soy una persona que le guste llorar, pero ahí fue cuando me desquite con todo. Lloré por mi madre, porque me hubiese gustado que fuese de otra forma, lloré por mi papá, triste de no acordarme de él y enojada por habernos abandonado. Lloré por Drake, porque no teníamos la culpa de nuestras situaciones y por no vernos desde hace doce años. Lloré por Susan, porque me sentía culpable. Lloré por mí misma, por lo bajo que había caído aún queriendo alejarme. Grité y lloré. Entonces, luego de media hora, partí hacia el hospital, sin expresiones ni rastro de lágrimas. Me dieron la noticia y no pasó nada.

Ya he superado que se haya ido. Para mí, ya se fue hace mucho.

Y ahora, Michael. Con su loco trato con mi tía, me llevara a vivir a Los Ángeles.

Alguien toca mi puerta y me desconecta de mis pensamientos. Murmuro un leve "pase". No creo que se haya escuchado, pero igualmente Susan entra a mi habitación, con los ojos rojos en signo de que estuvo llorando.

—Michael ya está abajo —me avisa y asiento con la cabeza.

Sujeto mi mochila con mi hombro derecho y mi tía me ayuda a bajar las maletas.

Una vez abajo, ella me abraza con fuerzas. Sé que no se montara mucho escándalo porque eso lo hicimos hoy, a las cuatro de la mañana. Lloro hasta más de lo que lo hace usualmente cuando vemos esas películas tristes los domingos a la tarde. Me abrazó, me prometió que llamaría y me dijo que disfrutara. Esto último no lo veo muy posible pero ya ven, estoy abierta a cualquier sugerencia.

Además de Anastasia, nadie sabe de esto. Ni siquiera Alice, me duele no decírselo, pero odio las despedidas y conociéndola es capaz de secuestrarme para que no me vaya. Tampoco que es para siempre.

Una Casa 7 Problemas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora