Free me | zayn |

By StaringAtTime

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Febrero 2015 - Enero 2017 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. ESTA TERMINANTEMENTE PROHIBIDA SU COPIA, REPRODUCCIÓ... More

Info
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 - parte 1
Capítulo 22 - parte 2
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Epílogo
Agradecimientos

Capítulo 17

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By StaringAtTime

Dudó. Se quedó, sin duda, demasiado tiempo dándole vueltas al mismo problema, a su punto débil: la confianza. Para Zayn, la confianza era algo intrínseco, en todos sus campos. Y estos últimos meses, una y otra vez, se burlaron de lo que era esencial para él. Lo abandonaron en sus propias dudas hasta que le fue imposible salir de ellas. Aquello fue una de las principales razones de su huida. Todos sus problemas fueron a causa de la confianza. La familia, la amistad. No lo habían creído, dudaron de sus propias palabras, o simplemente lo dañaron.

 Por todo ello, ahora le era imposible hablar con nadie, inclusive con la joven morena que esperaba pacientemente en el otro extremo de la pequeña mesa, daba cortos y cautelosos sorbos a su té humeante, expectante.

Su paciencia lo ponía nervioso. Quería confiar en ella, su subconsciente le gritaba que ella no era todo el mundo, que podría contarle todos sus miedos y puntos débiles, y ella en ningún momento se aprovecharía de aquella ventaja. Pero no era tan fácil, fiarse de una persona que conocía desde hace apenas una semana y media, aunque las circunstancias fueran tan peculiares como la suya.

La mirada limpia y cristalina, como un mar verde turquesa, sincera, sin maldad suplicaba en silencio paciente por una palabra, una frase, una respuesta, un grito. Lo que fuese. Pero él seguía en silencio, sin saber qué hacer con sus manos, sin saber a dónde llevar la vista.

Le gusta, no le fue difícil aceptar la obviedad. Lo supo tan pronto notó el cambio de sentimientos que sintió en su interior. De pena y compasión a atracción y venganza contra su padre y prometido. Y empatía. Mucha empatía. Todo se mezclaba como un remolino en su interior, al que ahora se le unía el temor de darle una respuesta y que ella ya no lo viese con los mismos ojos, que su vida lo alejase de ella y no lo viese como el chico normal que necesitaba sentir que era. Porque él seguía siendo el mismo Zayn de siempre, aunque nadie quisiera aceptarlo, y lo mirasen siempre con admiración, u odio, admiración por ser inalcanzable y odio por haber llegado a donde está ahora.

Nunca lo quiso así, nunca fue consciente de que al haberse presentado aquel día años atrás a una audición, de haber sido juntado involuntariamente con lo que ahora son sus mejores amigos, fuese a llevarlo a la cima del mundo. De que por una simple firma y la autorización de sus padres, ahora lo tuviese todo al alcance de sus manos: dinero, fama, chicas.

Pura vanidad. Nada de eso era lo que le hacía feliz. Tenerlo todo con tanta facilidad no lo hacía feliz, porque en realidad, tras toda aquella facilidad sólo había mentiras y más mentiras. Manipulaciones, órdenes, un silencio obligado. Tener que decir lo que la audiencia quería escuchar.

Según su criterio, vivía gracias a ilusiones y mentiras. No solo era One Direction, había todo un enorme tinglado detrás. Uno de gran importancia.

La verdadera felicidad la encontraba tras cada concierto, cada momento que se sentó junto con Louis y más compositores a crear, en ayudar, charlar tranquilamente mientras tomaba algo en el sofá de su apartamento. En volver a casa y visitar a su familia y viejos amigos y abrazarlos, que era como volver a sentir la normalidad. Pero ya no era igual, no hasta que dudaron de su palabra.

Sus pensamientos se vieron interrumpidas por la suave voz de Shazia.

–Lo siento– musitó con expresión avergonzada.

Frunció el ceño y aclaró el irritante nudo en su garganta.

–¿Qué sientes?

–Te he puesto más triste, no era eso lo que quería.

Su expresión se suavizó visiblemente, y soltó un discreto suspiro que se sintió realmente bien. Incluso esbozó el inicio de una sonrisa en la comisura de sus labios rodeada por aquella oscura barba por un par de segundos.

–No tienes la culpa, Shazia.

–Sí la tengo, he sido demasiado ruda.

–Pero tienes razón, apenas sabes nada de mí.

–Quiero– ya no estaba tan segura de si tenía el derecho de preguntar– pero no es de mi incumbencia, supongo. Solo... Siento que estás triste. No quiero verte así, quiero ayudar.

–Mis problemas a duras penas tienen solución, Shazia– su expresión volvió a tornar seria– casi todo está aquí dentro– añadió, llevándose el índice a la sien.

Ella se quedó en silencio, pensativa, curiosa. Machacaba migas entre sus dedos.

–Es difícil que algo no tenga remedio. Sólo... Háblame.

Le lanzó una mirada curiosa.

–¿Y de qué quieres que te hable, Shazia?

–De ti, de tu vida en Inglaterra– respondió con seguridad.

–Di mi vida en todo el mundo– farfulló entre dientes, sin que llegase a escucharlo.

Levantó la mirada y vio aquellas verdes pupilas suplicando por que hablara. Su silencio la frustraba de sobremanera en ocasiones. Comprendía que fuese un muchacho reservado, pero ella necesitaba escuchar palabras salir de él. El moreno inspiró bruscamente, llenándose de valor.

Sacó el teléfono del bolsillo delantero, tipeó la contraseña y se lo entregó. Confiaría en ella, hará el esfuerzo, negándose a pensar en que después de esto puede que no lo viese con los mismos ojos. Ella lo miró confuso, sin tomar el aparato aún.

–Cógelo– incitó. Finalmente, hesitando, lo tomó entre las dos manos, aquel teléfono tenía como mínimo unas cinco pulgadas de pantalla, y se veía más grande de lo que realmente era entre sus pequeñas manos– entra en internet e introduce mi nombre.

–¿T-tu nombre? – preguntó, descolocada.

–¿Quieres saber quién soy? Sólo hazlo, mi apellido es Malik.

Se sintió mal al darse cuenta de que hasta en ese momento, ni su apellido sabía. Pero le hizo caso, e introdujo su nombre en la casilla de búsqueda. A los dos segundos, un montón de enlaces e imágenes del chico que tenía en frente suya hicieron aparición en la pequeña pantalla.

No supo cómo reaccionar. Solo frunció el ceño mientras arrastraba el dedo, leyendo titulares de páginas de cotillero sin leer más que si nombre en letra más oscura, hasta que dio con un enlace a una página de Wikipedia. Descolocada, pulsó en ella.

Nombre completo, fecha de nacimiento, origen, pareja, ocupación, biografía... Todo estaba al alcance de sus manos, y se sintió mal por ello. Tras toda su sorpresa, sintió que lo que estaba haciendo era invadir el espacio personal del moreno de preciosos ojos ambarinos. Bloqueó el teléfono y lo dejó caer sin mucha sutileza sobre la mesita de caoba. Había visto suficiente, y apenas había leído dos frases de la biografía.

–¿Eres cantante? – Preguntó con voz suave y temblorosa.

No se había esperado eso, para nada. Su imaginación no había ido más allá que de pensar en que quizás su riqueza provenía de una empresa familiar, quizás la lotería... Incluso llegó a pensar en que podría ser modelo, pero luego cayó en la cuenta de que seguramente su estatura no era la adecuada.

Simplemente no se había parado pensar mucho en ello. ¡Pero cantante! Por un momento, se asustó.

–Sí– contestó, ocultando sus nervios bajo una expresión neutra– En una banda. Una banda muy famosa.

–¿Cómo de famosa?

–Demasiado.

Sus respuestas escuetas no ayudaban. Ella nunca supo realmente mucho sobre fama de cualquier tipo. No entendía el temor que veía en los ojos de Zayn. Shazia siempre se había escondido entre libros y aprendiendo cosas que sus padres creían útiles, obligada a rezar y hace tareas en casa  junto a las criadas.

Echó un corto vistazo al teléfono al lado de su vaso con té ya templado. Con un empujón lo volvió a arrastrar hacia el lado de Zayn, que tenía la interrogación reflejada en su rostro.

–Yo quiero que me digas tú quién eres, no un maldito e impersonal móvil– respondió ante su pregunta no formulada con voz seria, incluso enfadada.

Si antes le gustaba, ahora sentía absoluta adoración por ella. Le entraron unas ganas incontrolables de abrazarla y llenarle el rostro de besos.

–No encuentro esto gracioso– dijo al notar la estúpida risita de Zayn, que negaba con la cabeza divertidamente.

–Eso es porque no te das cuenta.

–¿De qué?

–Si te lo cuento quizás salgas corriendo.

–No creo– sonrió ahora también. Imitando expresamente su gesto al arrugar la nariz. ¿Será consciente siquiera de que lo hace?

–Es cierto, acabas de enterarte de que soy un objetivo social y todavía sigues aquí. – Su voz tenía un ligero tinte de amargura.

–¿Qué tiene de malo? –  se encogió de hombros restándole importancia–  ¿No es un trabajo como otro cualquiera?

No, no lo es.

Se calló, no dijo nada, simplemente la observó mientras mezclaba el té templado con el que seguía caliente dentro de la tetera y le añadía un poco más de azúcar con paciencia.

–Hui.

Y ahí estaba. Aquel gesto de paciencia e indiferencia ante lo que acababa de descubrir fue lo que necesitó para dar rienda suelta a las palabras atoradas desde hace tiempo en la punta de su lengua. Palabras que hasta ahora, no tenían oyente, un receptor que mereciese la pena. Estaba en Shazia estaba la confianza que había perdido.

–¿Eh? – Dejó de remover inmediatamente, atenta.

–Hui de mi trabajo, de casa. Necesitaba un respiro. Por eso vine a Pakistán, para escapar de los problemas.

–No estoy llevando tu ritmo, Zayn. ¿A qué te refieres?

–Es una historia larga...

–Tengo tiempo, no es como si tuviese toque de queda– obvió, intentando hacer un chiste que borrase las arruguitas de su entrecejo. Tuvo éxito.

De un trago bebió el resto de su bebida, se puso en pie e hizo un movimiento de cabeza para que imitase sus gestos.

 – ¿Nos vamos? Ha dejado de llover, quizás un poco de aire fresco y uno de esos te haga más fácil confiar en mí– señaló la cajetilla de tabaco que sobresalía del bolsillo de su chaqueta.

Sin duda necesitaba uno. Sin pensarlo dos veces se unió a ella, pagó la cuenta y salieron juntos al húmedo y caluroso exterior. Tomó un cigarrillo y lo prendió, procurando que el humo nunca llegase a molestar a la chica.

Ella, ignorando lo mejor que pudiese su nerviosismo, esta vez no hesitó en acercar su mano tímidamente, armándose de valor y con dedos temblorosos, llevando su torso contra el suyo. Tan pronto notó el contacto, Zayn sonrió de oreja, e impidiendo más gestos de su parte, encargándose él mismo de que sus dedos se entrelazasen en un acogedor agarre, introduciéndose en las ajetreadas calles pakistaníes al lado de una preciosa chica cuya belleza apenas se podía apreciar bajo aquella vestimenta.


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