45. Determinante II - Abel

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Abel - Philadelphia
Fábrica, Nov. 2:30pm

Sentado sobre el banco de las duchas, los pies me cuelgan y empiezo a balancearlos, distrayéndome en eso mientras Micah termina de desvestirse para darse un baño.

—¿Por qué no puedo bañarme contigo? —me lamento.

—No he calentado el agua esta vez, Abel. La de los lavabos está demasiado fría para ti.

—Solíamos bañarnos con agua fría en el río. ¿Lo recuerdas, Micah? Bajo los árboles. Después nos secábamos al sol, entre la hierba para que la gente no nos viera.

—Eso era durante el verano.

Suspiro, derrotado. No recuerdo cuándo fue la última vez que nos bañamos juntos con agua caliente en una bañera. Fue cuando vivíamos con nuestros padres. Solíamos jugar recogiendo montañas de espuma y soplándola en el aire, intentando explotar las burbujas que volaban sobre nosotros antes de que tocaran el agua. También nos hacíamos peinados graciosos con el jabón, lo colocábamos en nuestros rostros como una barba, o sobre nuestro cuerpo, simulando ser corderos. 

Observo a mi hermano descansando el mentón sobre mis manos, sintiendo un vacío al recordar aquello. Micah solía ser mucho más alegre antes. Sonreía todo el tiempo, jugábamos mucho, y me contaba bromas o me hacía jugarretas o caras graciosas para que me riera cada vez que me encontraba distraído o cuando estaba triste.

Algo duele dentro de mí al intentar recordar cómo se oía su risa. Cuando perdimos a nuestros padres, ya nunca más le escuché reír así; no importa cuantas caras graciosas hiciera, cuantas jugarretas, o cuantas bromas le contara yo, Micah no se volvió a reír como antes...

Me distraigo mirando la forma en que el jabón le resbala por los brazos y la espalda mientras se talla la piel con un paño con tanta fuerza que se deja marcas rojas en el cuerpo, y después doblando y desdoblando la ropa sobre mis piernas. No es su ropa; es la de ese sujeto horrible. No huele como mi hermano, sino que huele a cigarrillos. Así que me deshago de ella, dejándola sobre el extremo alejado del banco en lo que continúo esperando.

Micah se echa encima la última cuba de agua, la cual se lleva toda la suciedad de su piel, formando un charco turbio bajo sus pies. Mi hermano jadea y tiembla con el contacto del agua fría, y libre del jabón viene junto a mí a recoger su ropa. Parece triste, cansado y débil desde que regresó dentro con ese hombre malvado.

Le extiendo la ropa, ofreciéndole una sonrisa a ver si consigo animarlo, pero él solo la toma de mis manos sin apenas mirarme y empieza a colocarse los pantalones.

El que se porte tan distante conmigo hace que algo me duela dentro, que sienta húmedos los ojos y que quiera llorar; aunque siempre le prometo que dejaré de hacerlo. Dolido, bajo la mirada al suelo. Pero otra cosa, en el trayecto llama mi atención, y vuelvo la mirada a la piel de sus brazos, creyendo haber visto mal. 

Y lo que descubro en ellos hace que la respiración se me detenga en la garganta. Tiene marcas de dedos en los brazos, rasguños en la parte baja de la espalda y en lo alto de los hombros, y varios moratones por todo el cuerpo.

Se me escapa un jadeo que provoca que levante su mirada a la mía, y al darse cuenta de que estoy mirando sus heridas, gira un poco el cuerpo para que no pueda verlo, aunque es inútil.

Termina de vestirse, pero la camiseta tiene mangas cortas y todavía puedo ver los moretones de su piel.

Me muerdo con fuerza los labios; tan fuerte que me duelen.

—Dijo que te había dado una paliza... Y tú dijiste...

Paso los dedos por uno de sus moretones y Micah se aparta, anteponiendo sus manos.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora