42. Paternidad I - Byron

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Byron - Philadelphia

Ciudad, 10:40am


Doy un sorbo al café al tiempo que paso la página del Philadelphia Inquirer. Lo cierto es que agradezco tener un poco de tiempo para mí. Acostumbrado a andar por mi cuenta durante tantos años, contando únicamente con la compañía de Keerper en los últimos cuatro o cinco, disfruto el estar un rato solo. No es que vivir en la fábrica no me guste, ni volver a estar cerca de Chris, pero no miento al echar de menos el poder hacer lo que quiera cuando quiera sin tener que dar explicaciones ni tener a gente que me pregunte o cuestione.

Trago el café justo antes de toparme con la noticia sobre el robo de los Laboratorios Gustav, que leo con atención.

"A tan sólo horas después de la ceremonia de inauguración del nuevo laboratorio químico-farmacológico de la ya renombrada compañía Gustav, en el periodo de la madrugada de este este mismo día se perpetró el violento saqueo de sus instalaciones que acabó no sólo con pérdidas millonarias para la empresa, en maquinarias, insumos y materia prima, (todo aquello sin contar los destrozos a la instalación y los daños en el sistema eléctrico de las instalaciones); sino que con al menos diez guardias de seguridad del edificio con contusiones craneales leves, tres más en el hospital con heridas de consideración y un fallecido el cual se estima que perdió la vida antes de que llegaran las ambulancias. El origen de las heridas de los guardias aún resulta confuso, pero lo expertos forenses están trabajando en ello. Desgraciadamente, no hay registros de lo que ocurrió ni en el interior ni en el exterior de los registros ya que las cámaras fueron desactivadas previamente por los ladrones junto con el sistema eléctrico central. La investigación sigue abierta. "

Hago una mueca. La buena noticia, según parece —si es que hay algo bueno que sacar de la muerte de un guardia y la posible de otros tres— es que al menos no mencionan ninguna grabación de seguridad, por lo que cabe creer que la policía no tiene nuestros rostros ni la matrícula del vehículo, aunque este último ya es historia. Ahora solo falta esperar que los tres guardias heridos se recuperen y, con un poco de suerte, no recuerden el rostro de Nevi ni la transformación de Caleb.

Apenas he terminado de leer cuando el teléfono móvil me vibra en el bolsillo de la chaqueta. Lo saco y veo el número de Nevi. Contesto.

— Dime.

— ¿Estás de compras?

— Algo así.

— Necesito que pases por la farmacia a por unas cosas.

Arrugo la frente. Creía que con todo lo que robamos anoche de los laboratorios, sería suficiente para los experimentos de Nikolas. Parece que Nevi lee mis pensamientos porque vuelve a hablar.

— No son para Caleb. Son para Abel.

No necesito preguntar por qué, pues Nevi pasa a contarme sobre su charla con Nikolas acerca de la creciente anemia de Abel. Aprieto los labios. Tiene sentido que el niño padezca esta enfermedad si ha crecido mal alimentado y en condiciones precarias. Y eso, a su vez, me hace pensar en Cassie. En el orfanato, estaba bien cuidada, comía bien, recibía vacunas y asistencia médica cada vez que se ponía enferma. Pero ya no está en el orfanato...

— ¿Lo tienes? — me pregunta Nevi, cuando termina de enumerar todas las medicinas y suplementos que he ido anotando en el borde de la portada del Inquirer con un bolígrafo que me he visto obligado a pedir a una camarera.

— Lo tengo – respondo, doblando el periódico y levantándome, dejando el bolígrafo encima de la mesa junto con un billete de cinco dólares.

— Gracias — agradece Nevi. — ¿Has visto la prensa? — pregunta entonces, con cierto punto de preocupación en la voz.

— Hablaremos allí – le digo como única respuesta.

Al otro lado, sé que Nevi lo entiende.

— De acuerdo. Hasta ahora — se despide.

Cuelgo. Salgo de la cafetería y me dirijo hacia el cajero ATM de la acera de enfrente. Introduzco la tarjeta de crédito y saco de ella efectivo. Sin embargo, antes de cerrar sesión, presiono en la pantalla táctil en el icono de visualizar ahorros en cuenta solo para comprobar que, tal y como temía, el dígito del total de dinero es algo menor de lo que esperaba. Acostumbrado a gastármelo únicamente en café, gasolina, habitaciones individuales en moteles de mierda y pienso para perros, tiene sentido ahora que ando alimentando media docena de bocas.

Entro en la farmacia y compro todo lo que Nevi me ha pedido por teléfono, tras lo cual me paso por el supermercado a comprar algo de comida. Sin embargo, en lugar de hamburguesas y donuts, compro unos sandwiches, zumo, granola y algo de fruta. Nevi tiene razón. Puede que nosotros ya seamos mayores y nos de igual sobrevivir a base de comida basura, pero Cassie y Abel no deben hacerlo.

Cuando ya lo tengo todo, regreso a la fábrica, echando de menos ese café que me he tomado hace una hora, ese tiempo de soledad, sintiéndome como una madre que regresa a casa después de hacer los recados de la mañana.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now