41. La secta I - Byron

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Byron – Philadelphia

Crick Fest Church – Nov, 00:14


Son pasadas las doce cuando Chris aparca a un par de manzanas de Crick Fest Church, y eso que ha conducido muy por encima del límite de velocidad. Bajamos de la camioneta y cogemos provisiones de nuestras respectivas bolsas. Tomo la Glock y me la encajo en la cinturilla del vaquero a mi espalda, tapada con la cazadora, como siempre. Después, un par de cuchillos, uno en la bota y otro en el cinturón. Por último, la recortada. Vamos a tratar con humanos, por lo que dejamos los cartuchos de sal y cargamos las armas con balas de verdad. Nos miramos una última vez antes de estar listos, asentimos al mismo tiempo y cerramos el maletero.

Avanzamos despacio y con cuidado, iluminando el camino con la luz de nuestras linternas, hacia la iglesia. Aunque no está en ruinas, tiene pinta de estar abandonada. El césped no ha sido cortado en varios meses y la fachada tampoco ha sido cuidada en mucho tiempo. Keeper avanza por delante de nosotros, olisqueando el terreno. La puerta, tal y como imaginábamos, está cerrada con una cadena y candado. No nos queda más remedio que volver al coche a por un hacha y destrozarla de un golpe. La puerta se abre prácticamente sola, con un crujido, y Keeper se cuela por el hueco rápidamente delante de nosotros. Terminamos de abrir la puerta con un movimiento seco y entramos en la estancia con las armas a punto, pero la iglesia está vacía. Por un lado, me lo imaginaba. Hay un par de velas encendidas que iluminan la estancia, junto con una vidriera rota por la que se cuela la escasa luz de las farolas de la calle. Los bancos de madera están apilados en un lateral, la mayoría de ellos rotos o carcomidos por las termitas. El suelo está lleno de polvo, y el altar vacío.

— No parece que este sea el lugar de reunión... — comenta Chris, dejando salir mis pensamientos en voz alta.

Entonces, un ladrido nos alerta. Nos giramos hacia Keeper, que olisquea el altar de forma nerviosa. Nos aproximamos a él y examinamos el altar. Parece una mesa de piedra corriente, con grabados y dibujos religiosos, aunque la mayoría de ellos están medio destrozados, como si alguien los hubiera golpeado con algún objeto contundente como una piedra o una llave inglesa. Alguien que no compartiera esa idea de "religión". Damos un par de vueltas, tratando de averiguar por qué el altar ha llamado la atención de mi perro, pero no encontramos nada. Miro a Keeper un segundo, y lo veo oliendo la parte baja del altar, y gimiendo, como cuando trata de atrapar un ratón que se le ha escapado y se ha escondido en la maleza. Me agacho junto a él al tiempo que le acaricio el lomo, y me fijo mejor en la intersección entre el final del altar y el suelo. Acerco la mano, y entonces lo noto: una ligera corriente de aire.

— Chris – lo llamo.

Mi compañero se acerca y se agacha junto a mí, e imita mi gesto. También él siente la corriente de aire, y también él piensa lo mismo que yo. Sin decir nada, nos levantamos y nos ponemos uno a cada lado del altar.

— A la de tres – le digo. Él asiente. – Una, dos, tres.

Y ambos empujamos con fuerza el altar. Pesa como lo que es, una enorme mesa de piedra, pero conseguimos arrastrarlo unos pocos centímetros por el suelo, y descubrimos lo que sospechábamos que había debajo: una entrada secreta a la cripta.

Suelto un jadeo cuando dejamos de arrastrar el altar, y contemplo las escaleras que descienden hacia la oscuridad. Chris se para a mi lado.

— Después de ti.

Sonrío y empiezo a descender.

Bajamos en silencio por las escaleras, pegados a la pared de piedra, iluminando el camino con las linternas. Keeper avanza unos pocos metros por delante de nosotros, pero no me preocupa. Está adiestrado para ser sigiloso, sabe cómo actuar y no ser descubierto. Avanzamos sin hacer ruido, atentos a cualquier sonido o movimiento. Pronto empezamos a escuchar lo que parece ser un coro, y enseguida distinguimos luz al final del corredor. Con un gesto, ordeno a Keeper que retroceda y me golpeo suavemente el muslo, indicándole que se quede a mi altura. Chris y yo nos acercamos un poco más y vemos que el camino termina en una balconada junto a la cual desciende otro tramo de escaleras. Nos agachamos hasta quedar ocultos bajo la barandilla de piedra y, lentamente, asomamos la cabeza lo justo para contemplar lo que acontece.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now