28. Fin de la tregua II - Cassie

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Cassie - Maryland

Carretera – 17:00 pm


Voy recostada en el asiento del copiloto, con las rodillas dobladas y pegadas al pecho, mirando por la ventanilla los árboles casi desnudos que flanquean la carretera secundaria por la que avanzamos en un nuevo coche. En este al menos funciona la radio, pero por mucho que Byron se haya molestado en buscar una emisora de solo música, no puedo evitar que mi mente siga pensando en Caleb. Me da pena, y me siento muy impotente. Y también me da rabia. Una canción de U2 disimula el silencio entre nosotros, pero llega un momento en el que no puedo aguantarlo más y pego una patada al salpicadero.

— ¡Eh, eh! — se queja Byron. — El coche no tiene la culpa.

— Es verdad. La culpa la tienes tú — espeto.

— ¿Yo? – se indigna él. — ¿Por qué?

— Porque le has asustado.

Byron sigue con la mirada fija en la carretera.

— No le he asustado, Cassie — dice él. Su voz suena tranquila, pero sin ningún atisbo de superioridad. — Él ya estaba asustado.

— Pues le has hecho enfadar.

— ¿Por qué te pones de su parte? — pregunta, algo incrédulo, e incluso molesto de que me haya posicionado del lado de Caleb

Agito los brazos, exasperada.

— Porque está asustado, porque no tiene a nadie... Solo quería ayudarle, y tú lo has estropeado.

Byron se lleva los dedos índice y pulgar al puente de la nariz y respira profundamente antes de hablar.

— Cassie, escúchame – empieza.

Le miro con el ceño fruncido.

— Me parece genial que quieras ayudarle. De verdad, es muy bonito. — Parece sincero. — Pero no podemos. Caleb no es como Keeper; no es un perrito al que puedas domesticar o llevarte de paseo. Es peligroso.

— Eso no lo sabes... — empiezo, pero él me corta.

— Lo sé — me asegura, y luego se gira para mirarme. — Y tú también lo sabes, Cassie. No mientas.

Frunzo el ceño, no porque me extrañe su afirmación si no porque sé que tiene razón, y eso me molesta. Antes, en la hamburguesería, cuando Byron provocó a Caleb, el sentimiento de peligro se disparó como una avalancha de nieve. Por un momento, temí que fuera a pasar algo realmente malo. Sin embargo, sigo en mis trece.

— Pero... Pero también es dócil. Cuando estaba en el coche, tan tranquilo...

— Pero no siempre será así — afirma Byron. — Cambiará.

— ¿Por qué estás tan seguro? — exijo saber.

— Porque no es el primer hombre lobo que me encuentro.

Me quedo callada un segundo, pensativa ante esta nueva afirmación.

— Entonces..., — murmuro — ¿no solo te enfrentas a fantasmas? – pregunto.

Byron también se tarda unos segundos en responder.

— No.

Me coloco mejor en el asiento, girándome un poco hacia él.

— ¿A qué más seres te has enfrentado?

Byron no responde, y sé que está tratando de encontrar la forma de evadir mi pregunta.

— ¡Byron! — me quejo, exigente.

Él suspira.

— Fantasmas, espíritus, poltergeists, demonios, hombres lobo... — enumera, sin necesidad de hacer memoria. A cada criatura que menciona, mis ojos se van abriendo más de la cuenta. — ...Vampiros — añade al cabo de un par de segundos, pero en un tono de voz más lúgubre.

Trato de asimilarlo. El mundo de criaturas sobrenaturales es más grande de lo que creía. Y si es cierto que Byron se ha enfrentado a tantos seres de pesadilla, debe de ser un cazador mejor de lo que creía. Tiene experiencia, y seguramente tenga razón con respecto a Caleb. Y eso es lo que más rabia y más frustración me produce. Termina la canción de U2 y empieza a sonar una de Adele.

— ¿Qué crees que le pasará a Caleb? — pregunto, con la mirada perdida en la carretera.

— La próxima luna llena no será hasta dentro de un mes — responde Byron. — No sé lo que hará antes de eso, pero si toma una mala decisión... puede que volvamos a vernos después.

Me giro, con los ojos iluminados, pero al ver su expresión caigo en la cuenta de que no se refiere a una visita de cortesía. Una mueca de horror me cruza el rostro.

— ¿Para matarlo? — exclamo, horrorizada.

— Si no lo hago yo, lo hará cualquier otro cazador — explica él.

— ¿Hay más aparte de ti? — pregunto.

— Claro que hay más. Muchos más.

Noto una fuerte presión bajo los ojos.

— ¡No quiero que mates a Caleb! – lloriqueo con voz temblorosa.

Byron se gira para mirarme un segundo, pero luego vuelve la vista a la carretera.

— Y yo tampoco quiero hacerlo, Cassie. Es un niño, está asustado, no se lo ha buscado..., ¿te crees que no sé todo eso? — Aprieto los labios. Byron sigue hablando: — Pero es peligroso. Ya has visto lo que hizo cuando se transformó. Se comió a su novia.

— Pero él no lo controlaba — intento defenderle. Me estoy quedando sin argumentos.

— Ese es el problema — puntualiza Byron.

Se me ocurre una idea.

— ¿Y si pudiera controlarlo? ¿No existe ninguna manera? ¿Alguna medicina? — pregunto, mirándole con la ilusión brillando en mis ojos.

Pero su mirada me desalienta. No responde, no tiene necesidad de hacerlo. Me hundo en mi asiento, triste. Noto a Byron girar la cabeza en mi dirección.

— A veces no puedes salvar a todos, Cassie — me dice Byron con voz suave, y me coloca la mano en el hombro. Me da un apretón ligero pero cariñoso, y luego vuelve la mano al volante y sigue conduciendo en silencio.

— Supongo que ser cazador es muy difícil... — murmuro.

— Demasiado — responde Byron.

Y seguimos nuestro camino.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now