14. Mustang - Byron

529 109 97
                                    


Byron - Doylestown (Pennsylvania)

Calles - Nov, 19:05pm


Cuando llegamos a Doylestown, ya es entrada la tarde y prácticamente ha anochecido. Hace rato que hemos acabado con las provisiones que Cassie trajo del orfanato. Claramente no contaba con que Keeper come por dos y yo, prácticamente también. Durante todo el trayecto, he tenido que aguantar conversaciones estúpidas sobre niñas de diez años, asignaturas que hace tiempo que olvidé y actividades extra escolares que nunca practiqué. Y eso ha sido porque me negaba a contestar a todas las preguntas sobre seres sobrenaturales que Cassie, con su molesta mentalidad de policía, me hacía. Cuanto menos sepa, mejor. Caminamos por entre las calles, cruzándonos con varias personas. No presto demasiada atención a la niña, que me sigue a paso rápido, como lleva haciendo todo el día, obligándome a parar cada pocas horas para descansar. Lo único en lo que tengo puestos todos mis sentidos es en encontrar una comisaría o algún agente de policía para deshacerme de esta mocosa. Damos vueltas entre calles durante cerca de una hora y no hay suerte. Empiezo a considerar perderla entre la gente y que se las apañe sola.

Entonces veo mi salvación. Al otro lado de la avenida veo un coche de policía aparcado junto a la acera. Se me ilumina la cara, mustia desde ayer, y avanzo hacia el paso de peatones en rojo. Intento no caminar demasiado rápido para que Cassie no sospeche de mis intenciones; ya me ha demostrado su perspicacia. Nos detenemos y esperamos a que pasen los coches. Se me hace una eternidad, como si el tráfico no quisiera que me deshiciera de ella. Entonces noto la mano de Cassie sobre mi antebrazo. Giro la cabeza para mirarla sin mucho interés. Tiene la mirada perdida.

― ¿Qué? ― pregunto al ver que no dice nada.

― No cruces.

Me pongo algo nervioso, aunque no dejo que ella lo note. ¿Es por el coche de policía? ¿Se ha dado cuenta de mis intenciones? Es muy lista, a lo mejor lo ha sabido desde el principio. Por fin la luz de peatones se pone verde y me deshago de su agarre con suavidad al tiempo que echo a andar sobre las líneas blancas y negras.

De repente, todo pasa muy rápido. Oigo el rugido de un motor. Lo oigo demasiado cerca. Creo oír también los ladridos de Keeper, y gritos de los caminantes, pero por encima de todo, oigo un chillido de Cassie gritando mi nombre. Noto un fuerte tirón desde la parte baja de mi espalda que me hace detenerme en mi avance y, momentáneamente, me topo de frente con un viejo Mustang de color turquesa, pero pronto lo pierdo de vista y solo veo el cielo. Siento que pierdo el equilibrio provocado por el tirón, pero logro mantenerme en pie. Escucho y noto pasar el coche a toda velocidad a apenas unos centímetros detrás de mí, con un rugido y dejando una estela de humo. Con el corazón a cien por hora, me giro en redondo y veo a Cassie. Tiene la misma cara de susto que creo que tengo yo también. Detrás de ella, Keeper ladra al Mustang que se aleja a toda velocidad calle abajo. Al otro lado de la acera, el coche de policía que pretendía ser mi salvación enciende las luces y emprende la persecución del loco que casi me atropella. Pero no tengo ni tiempo para lamentarme, solo para jadear e intentar volver a acompasar mis latidos.

― ¿Estás bien? ― me pregunta Cassie. Su voz suena más aguda que de normal, teñida de miedo, preocupación y adrenalina.

Me doy tiempo a jadear un par de veces más, antes de hacer otra pregunta que me interesa más que a ella mi respuesta que es obviamente afirmativa.

― ¿Has sido tú?

Ella asiente. Estoy a punto de volver a hablar, pero hay demasiada gente que poco tarda en rodearnos y empezar a preguntarnos si estamos bien, si hemos distinguido al conductor o la matrícula. Tras asegurar con pocas palabras que estoy bien y que no deben preocuparse, tomo a Cassie del hombro y nos alejamos del bullicio hacia un callejón. Keeper corre hacia unos contenedores llenos a rebosar y empieza a olfatear las bolsas depositadas a los pies de estos.

― ¿Cómo lo has sabido? ― le pregunto una vez dejamos de oír la sirena del coche de policía. ― El coche ha aparecido de la nada.

― Lo he sentido.

― ¿Cómo? ― repito.

― Ya te dije que siento cosas.

― Dijiste que sentías fantasmas – le recuerdo.

― No – afirma ella, tajante. ― Te dije que sentía la sensación de peligro. ¿Es que no me escuchas cuando hablo?

Parece enfadada, y la verdad que me sorprende un poco. Por otro lado, es cierto que no la escucho demasiado.

― Pero en el orfanato dijiste que sentías la presencia de un fantasma...

Cassie bufa, molesta.

― Te dije que me acostumbré a esa sensación de peligro, que fue convirtiéndose en una presencia. En el fantasma que tú eliminaste. Pero lo que he sentido ahora mismo – señala hacia la salida del callejón con un firme dedo índice ― volvía a ser lo mismo que al principio: angustia, miedo... peligro.

― ¿Tuviste una premonición? ¿Viste el coche? ― pregunto.

― ¡Joder, Byron, no te enteras! – espeta ella, y su respuesta me toma de nuevo por sorpresa. ― Te estoy diciendo que solo sentí peligro. No sabía de dónde venía. ¡Eres muy tonto!

Entrecierro los ojos. Esto es algo nuevo. Sé de la existencia de personas con la capacidad de sentir presencias sobrenaturales, incluso de personas con el don de la clarividencia. Pero esta especie de sentido arácnido es nueva para mí. Miro a Cassie, que a su vez me contempla con el ceño fruncido y los labios apretados. Le tiembla la barbilla, y enseguida aparta la mirada hacia el suelo. Estoy a punto de rebatir su último comentario ―y su último insulto― cuando algo me detiene: es un sollozo.

― ¿Y ahora por qué lloras? ― pregunto, cansado.

― ¡Porque casi te mueres, idiota! ― exclama ella, y suelta otro sollozo.

Se me destensa la frente, y el estrés de la situación parece esfumarse en el aire con la misma velocidad que a la que se acercaba el Mustang. Es cierto. Más lejos del susto, de la advertencia de Cassie o del hecho de que no lo haya visto sino sentido, he estado a punto de morir. Y, de nuevo, ella me ha salvado.

― Se supone que cuando alguien llora tienes que abrazarle – murmura Cassie, de nuevo con ese tono sabelotodo de inspector de policía.

― Ya lo sé, coño – respondo, fastidiado. ― Pero primero quería darte las gracias.

Cassie levanta la cabeza y me mira. Una sonrisa escapa a sus labios.

― ¿Por salvarte?

Pongo los ojos en blanco antes de responder.

― Sí...

Cassie se seca las lágrimas y me contempla más tranquila.

― De nada.

Suspiro y abro los brazos. Ella me mira con la frente arrugada.

― ¿Qué haces? ― pregunta.

― Has dicho que te abrazara ― le recuerdo.

― Eso era cuando estaba llorando. Ahora ya no quiero. Venga, vamos.

Empieza a andar hacia la salida del callejón. La contemplo estupefacto y luego miro a Keeper, que se ha aburrido de los contenedores y nos contempla sentado en el suelo. A saber desde cuándo lleva siendo testigo de esta extraña conversación. A veces desearía estar en su lugar y no enterarme de nada. Suspiro y sigo a Cassie fuera del callejón.

Increíblemente, ya no tengo tanto interés en encontrar una comisaría. 

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now