3. Un extraño encuentro - Byron

998 177 108
                                    

Byron - Doylestown (Pennsylvania)

Orfanato Lowstein – Nov, 20:45pm


Tengo la sensación de estar de vuelta en el instituto. En un instituto solo de chicas.

Estoy sentado en una mesa grande, de seis personas, comiendo macarrones con queso y bebiendo coca cola, con mi bolsa de deporte en la silla de al lado. Solo, sin Keeper, después de tanto tiempo comiendo con él. Seguramente estará en el jardín, tratando de cazar algún mapache. La única compañía que tengo es un centenar de niñas hablando de todo y de nada. Aunque no las miro, sé que ellas sí me miran y cuchichean. Me pone algo incómodo, aunque finjo que no me importa. Me llevo el tenedor a la boca.

Entonces, de golpe, alguien se sienta frente a mí. La reconozco enseguida. Es la niña de las escaleras, la que me miraba fijamente. No sé muy bien qué decir, ni si saludarla, pero no me da tiempo, porque ella habla antes.

— ¿Quién eres?

Seria, segura y directa. Eso no me lo esperaba.

— Eso a ti no te importa – le respondo, y sigo comiendo.

Pero no puedo ni dar una pinchada, porque en cuanto aparto la mirada de la niña y levanto el tenedor, ella alarga el brazo y me arrebata el cuenco de macarrones, colocándolo frente a ella con mirada seria y dura.

— ¿Quién eres? — vuelve a preguntar.

Me paso la lengua por los labios, intentando calmarme. No se me da bien tratar con las personas, mucho menos con los niños. Mucho menos con una niña que sin conocerme de nada exige saber mi nombre, me roba la comida y me contempla como si fuera un criminal.

— Un hombre — respondo.

— ¿Y qué más?

Miro alrededor, en busca de la mujer de la chaqueta lila o de alguien que pueda quitarme a esta mocosa de delante, pero no veo a ningún adulto en el comedor. Solo a niñas mirándome, sonriendo y cuchicheando.

— Pues parece que la atracción del momento — respondo volviendo a mirar a la niña.

Ella frunce el ceño.

— ¿Y qué has venido a hacer aquí? — vuelve a preguntar. Parece una niña jugando a policías.

La miro seriamente, igual que ella me escruta a mí.

— Comer.

Y alargo el brazo y recupero mi plato de macarrones de un único y seco movimiento.

— Deberías irte — me dice ella.

— Y me iré — respondo, al tiempo que vuelvo a pinchar varios macarrones. — Mañana por la mañana.

Y me los llevo a la boca.

— No. Deberías irte ahora.

Mastico, sin hacerle mucho caso.

— ¿Por qué? — pregunto, aunque sin mucho interés.

— Aquí hay gente a la que no le gustas — responde ella.

— Yo creo que le gusto a todas – contesto volviendo a pinchar macarrones con el tenedor, alagando a todas las niñas que no me quitan los ojos de encima.

— No hablo de los vivos.

Me detengo en seco a pocos centímetros de llevarme el tenedor a la boca y miro a la niña frente a mí. Ella me contempla, serena, decidida, sin pizca de miedo. Durante unos segundos, siento como si solo estuviéramos ella y yo, compartiendo un conocimiento que solo nosotros conocemos; algo que, si otra persona escuchara, tomaría por una locura o imaginación infantil. Pero yo sé que es cierto. Sé que esta niña no miente. Lo sé por cómo me mira. Conozco esa mirada. Es la mirada de un cazador.

— ¡Cassie!

La voz de la mujer de la chaqueta lila me saca de este momento de conexión. La niña levanta la cabeza para mirar a su maestra, pero yo no la aparto de ella.

— Vuelve a la mesa, no molestes al señor Walker.

Ni contemplo a la mujer, solo miro a la niña. Cassie. Ella me mira un par de segundos más antes de abandonar la silla enfrente mío y volver a dejarme solo. Solo con mis pensamientos. Solo en un orfanato lleno de niñas, fantasmas y espíritus.

Puede que no tenga que esperar a llegar a Philadelphia antes de abrir la bolsa.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now