11. Desaparición - Micah

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Micah - Philladelphia
Parque, Nov. 20:00pm

Percibo el sonido del aleteo de algo muy cerca de mí. Cuando miro por los alrededores me doy cuenta de que estoy en el bosque, rodeado de árboles altísimos. Abel juega y retoza por ahí, sin preocuparse de nada, mientras nuestro padre corta la leña. Es tarde; puedo percibirlo por el matiz rojizo del claro. Todo es tan familiar; tan conocido... pero me resulta ajeno y lejano; como si contemplara un cuadro del que formase parte y todo a mi alrededor fuese una pintura. 

Escucho las risas de Abel a mi alrededor, y el crujir de las hojas bajo sus pies mientras corre, como un cachorro al que se le ha privado una larga temporada de libertad y que ahora goza sin frenos de ella; libre del collar. Mi padre parece no prestarle atención. Busco a mi hermano entre los árboles, con la mirada, pero no soy capaz de seguirle la pista por mucho tiempo. Se pierde detrás de los arbustos, y aparece en otro sitio completamente diferente. Finalmente se detiene frente a mí y sonríe. Su sonrisa dulce me transmite seguridad, pero algo me sigue inquietando... También él luce como si no estuviera realmente allí. Me da la espalda, y entre risas, empieza a caminar de vuelta a la villa. Su caminata se transforma en una carrera, y el corazón se me acomoda en la garganta. Intento alcanzarlo, para detenerlo. No debemos dejar el abrigo del bosque sin nuestro padre. 

"¡Abel!" 

No puedo gritarle que se detenga, la voz no sale de mi garganta. 

"La capucha; póntela. No deben verte..."

No puedo correr, mis pies están fijos al suelo. Cada paso que doy pareciera que me clava de nuevo en la tierra sin poder avanzar. Miro a mi padre, pero él no nos presta atención. La expresión en su rostro parece lúgubre. No nos ve. No nos oye, si lo hiciera, ya hubiese partido en busca de mi hermano.

 "¡Detente! ¡Abel!"

—¡Abel! —la voz consigue salir de mi garganta, pero al momento de parpadear, me encuentro en un sitio completamente diferente. Hay árboles, pero el día ha sido devorado por la noche, la cual ha cae ahora en toda su negrura. Ya no estoy de pie, sino recostado en una banca, y el cuello me duele. Noto que los árboles son más pequeños, más escasos y diferentes. Escucho el sonido de los autos, la gente, el río, la ciudad...

Caigo entonces en cuenta de que estoy en el parque, en el presente. Sacudo la cabeza, frotándome los ojos. Me he dormido en algún momento de la tarde... ¿Como he podido quedarme dormido?

Mi padre no está por ningún sitio. Su ausencia me deja un regusto amargo. Pero entonces reparo en la ausencia de otra persona, quien sí debería estar aquí conmigo:

—... ¿A-Abel? —mascullo, en un hilo de voz. Miro a mi alrededor, pero el parque está desierto— Abel —repito firmemente, poniéndome de pie en un tambaleo y dando vueltas en mi sitio, buscándole. Siento que la sangre se me congela lentamente en las venas, y mis latidos se vuelven tan violentos que empiezan a sofocarme— ¡Abel! —grito con todas mis fuerzas.

No puede ser... No está. Mi hermano no está. ¡No está...! Pero ¡¿como?!

Siento las piernas tan temblorosas que me veo incapaz de dar un solo paso, y aun cuando lo consigo, no sé a dónde dirigirlos. No sé dónde puede haber ido mi hermano.

Todo me da vueltas; la ciudad pasa una y otra vez frente a mis ojos, colosal y gigantesca. Siento las lágrimas quemándome las esquinas de los ojos, pero me niego a dejarlas caer. Hacerlo significa que albergo en mente la posibilidad de no encontrarlo; y tengo que hacerlo a toda costa; aunque tenga que buscar en cada rincón de la ciudad. Las piernas me hormiguean. Los pensamientos revolotean en mi cabeza tan rápido que no soy completamente consciente de ninguno de ellos en concreto. Nada de esto tiene sentido. Abel no puede haberse apartado de mi lado; sencillamente no puede... Jamás se alejaría de mí. No puede haberse ido con un extraño; tiene pánico de las personas. La única forma de que se fuera con alguien es que se lo llevaran por la fuerza y la sola idea hace que me hierva la sangre en las venas. Volteo en dirección al río. Pero ¿y si cayó al agua? Sacudo la cabeza descartando esa idea. Hubiese escuchado el golpe del agua y los gritos de Abel. Con más razón los hubiera escuchado si alguien hubiese intentado llevárselo a menos que le silenciaran. Entonces ¡¿qué está pasando?!

Me llevo las manos al rostro y hundo los dedos contra mis sienes. Si no me hubiese quedado dormido, si hubiese prestado más atención a mi hermano, ahora estaría conmigo. Estaríamos regresando al albergue... probablemente estuviéramos ya allí, durmiendo en una cama caliente. 

—¡¡ABEL!!

Echo a andar de nuevo. Debo ampliar mi rango de búsqueda e ir en otras direcciones; pero ¿y si mi hermano regresara al lugar donde le perdí y no es capaz de hallarme? Un paso en falso, y podría cruzar camino con él sin darme cuenta y alejarnos todavía más. No tengo la menor idea de qué hacer; pero tengo que encontrarlo. 

Tengo que hallarlo a como dé lugar. Si no lo hago; si he perdido a mi hermano... no sé qué haré.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now