4. Secreto - Cassie

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Cassie - Doylestown (Pennsylvania)

Orfanato Lowstein – Nov, 22:30pm

No puedo dormir. Intento cerrar los ojos, pero se me abren como si tuvieran muelles. No solamente no tengo sueño, sino que estoy preocupada. Preocupada y nerviosa. Nerviosa porque los fantasmas están nerviosos. No les gusta el recién llegado. Ni él ni su perro. No entiendo por qué. Pero me da curiosidad. Las presencias siempre han sido tranquilas, pasivas, pero este hombre las ha puesto nerviosas. Y me ponen nerviosa a mí. Y necesito saber por qué.

Me levanto con cuidado para no despertar a mis compañeras de habitación y voy de puntillas hasta la puerta. La abro despacio y salgo de la habitación en silencio. Camino por el pasillo sin hacer ruido. Si la señora Harris me ve despierta, seguro que me castiga. Por suerte, la alfombra mitiga el ruido de mis pisadas. Avanzo hasta las escaleras y empiezo a descenderlas. El ambiente está más frío que de normal. Me pregunto si se habrá estropeado la calefacción. Sin embargo, a mitad de la escalera, empiezo a escuchar voces.

Me asomo por la barandilla y veo a un grupo de chicas asomadas por el pasillo que da al salón de juegos. Están en pijama, igual que yo. Son cuatro, están agachadas, cuchicheando y, a pesar de la oscuridad y de la única luz que proviene del propio salón, distingo la cabellera rojiza y encrespada de Harriet Morrison. Al detenerme al final de la escalera, la madera cruje bajo el peso de mi pie y todas se dan la vuelta y me descubren, y me chistan por acto reflejo.

— Ah, es Cassie – comenta Rachel Bibers, la mejor amiga de Harriet.

Parece que mi presencia las molesta. Es lógico, teniendo en cuenta que las he descubierto fuera de la cama a estas horas. Si la señora Harris las viera, podría caérseles el pelo.

— ¿Qué estáis haciendo aquí? — pregunto.

— ¿Qué haces tú aquí? — pregunta a su vez Harriet, exigente.

Harriet Morrison, la jefa, la cabecilla, la niña que más me odia de todo Lowstein. Y a la que yo más odio también. Me quedo callada, no quiero contestarle.

— ¿Tú también has venido a espiar al hombre del perro? — pregunta Vivian Trager, otra de las inseparables amigas de Harriet, la más tonta, e inmediatamente esta la chista.

— ¡Vivian! — la riñe.

Arrugo la frente. Así que eso es lo que están haciendo.

— Vete, Cassie – me ordena Harriet. — Vuelve a la cama. Tus fantasmas te echarán de menos.

No reacciono. He aprendido a ignorar los comentarios de mis compañeras. Al principio, cuando empecé a notar estas presencias, no hacía más que decírselo a mis amigas e intentar convencerlas de que era verdad, aunque no tenía pruebas. Pero ellas no me creían, y se lo chivaban a la señora Harris, quien, o me castigaba, o me obligaba a hablar con un señor que decían que era médico y que me podía ayudar. Todo inútil. Así que dejé de intentar convencer a nadie de que lo que yo sentía era real, de que los fantasmas eran reales. Y, de esa forma, también me quedé sin amigas. Sola.

Ignoro a Harriet y comienzo a andar hacia el salón, pero tres pares de manos me detienen y me empujan hacia atrás.

— ¡Estás loca! — se escandaliza Rachel Bibers. — No puedes ir ahí dentro.

— Es verdad. Tú ya hablaste con él durante la cena – apoya Vivian.

— ¿Qué le dijiste? — pregunta Harriet. — ¿Le hablaste sobre tus fantasmas? ¿Te creyó? — se burla.

No contesto. Simplemente intento soltarme de ellas.

— Vuelve a la cama – ordena Harriet, señalando con un dedo las escaleras.

Sus amigas me sueltan, cómo retándome a que desobedezca a su líder.

— ¿Os dais cuenta de que, si me voy, podría ir a decirle a la señora Harris que estáis aquí? — inquiero.

— Oh, entonces serías una chivata – responde Harriet acercándose.

Se planta enfrente de mí. Es un año mayor que yo, y me saca casi media cabeza. Su cara redonda y pecosa me observa desde la oscuridad y, aunque no le tengo miedo ni me intimida, sí que me hace replantearme el sí ha sido buena idea amenazarla. Sus escuderas se ponen al lado de ella. Cuatro abusonas, ni más ni menos.

Trato de pasar, pero no me dejan.

— No vas a hablar con él – afirma tajante Harriet.

— Vosotras tampoco – respondo.

— ¡Tú qué sabes! — se queja Vivian.

— Estáis aquí escondidas espiándole. Además, seguro que él pasa de vosotras.

— Igual que pasaba de ti durante la cena – vuelve a burlarse Harriet.

No contesto, y Harriet se ríe en voz baja.

— ¿Qué pasa? ¿Te gusta?

— Claro que no – respondo ofendida. — No soy una zorra como vosotras.

¡Plas! La bofetada me pilla de improviso. Me llevo la mano a la mejilla dolorida al tiempo que doy un par de pasos hacia atrás. Aún en la oscuridad, puedo ver a Harriet y sus amigas lanzarse encima de mí. Intento taparme la cara con los brazos, pero el peso de cuatro cuerpos me cae encima. Enseguida noto tirones de pelo, patadas, puñetazos y arañazos en silencio. Pero no en el suficiente silencio.

De repente, la luz del pasillo se enciende y una voz hace que la paliza se detenga.

— ¿Qué demonios estáis haciendo?

No es la voz de la señora Harris. Es la voz de un hombre.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now