Capítulo 193

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CAPÍTULO 193

*narra Lucas*

Rocío: ¡Que dejes de reírte!

Eso provoca que me ría todavía más.

Rocío: Sí, bueno, ¿y ahora qué?

Lucas: Sigamos las fitas.

Rocío: ¿Una fita?

Lucas: Un mojón.

Rocío: Vete a tomar por culo, un mojón lo serás tú. - se pone a la defensiva y yo me parto de la risa. Pensaba que la estaba vacilando. Otra de las muchas cualidades de Rocío: es divertida sin pretenderlo. Stop, Lucas, pensar en todo lo que te gusta de Rocío no te va a ayudar.

Lucas: Fita o mojón. Son montones de rocas pequeñas que se ponen cada ciertos metros para indicar el camino que debes seguir. Qué poca cultura alpinista...

Rocío: Pues por aquí no hay rocas de esas porque estamos en un camino sin salida. Espera... Rocas. ¿Rocas? ¿Lo pillas? JAJAJAJA.

Lucas: Eh... Rocas. Piedras. ¿Qué hay que pillar?

Rocío: Cómo se nota que eres un "saborío"... Rocío y Lucas. Rocas. ¿No te parece gracioso?

Madre mía. Nunca me he parado a pensar que puedes formar distintos nombres juntando los nombres de dos personas. Rocío ve demasiadas series. En realidad me gusta que Rocas le haya recordado a mí, pero no voy a admitirlo delante de ella, obviamente.

Lucas: A mí lo que me parece es obsesivo. Seguro que llevas pensando en Rocas desde el día que me conociste. - intento poner el tono más indiferente que se me ocurre.

Rocío: Vaya lacio.

Lucas: "saborío", "lacio", ¿pero tú en qué idioma me hablas?

Rocío: Soso, sin gracia... Qué poca cultura gaditana...

Me da la espalda y se dirige al corazón del bosque.

Lucas: Espera, ¿dónde vas?

Rocío: ¿Tienes miedo a quedarte solo? - me grita, está oculta entre los árboles.

Lucas: Mejor solo que mal acompañado. - llego donde está ella y me la encuentro con las manos repletas de arándanos. - ¡Serás glotona! - exclamo mientras le quito unos cuantos arándanos.

Ella se indigna y empezamos un forcejeo con el cual terminamos los dos lilas, los arándanos están muy maduros. Yo empiezo a reír. Ella empieza a reír. Se le forman unos hoyuelos en sus mejillas que la hacen irresistible. Sus ojos brillan a causa de las carcajadas. Se le arruga la nariz. Me fijo en sus labios, están completamente lilas. Y sus manos. Y su nariz. No podemos controlar las risotadas. Y estas risas que tenemos así me encantan, porque noto que no son risas forzadas, que son de verdad.

Me olvido por un momento de todos mis miedos y de mi estúpido caparazón y me centro únicamente en la chica que tengo delante, la única que ha conseguido que en mi estómago se formen tropecientas avalanchas.

Le acaricio la nariz, manchándome así todavía más mis manos. Ella me mira entre divertida y sonrojada. Las risas se han terminado para dar pie a un lento y profundo beso. Cuando nos separamos, juntamos nuestras narices y nos quedamos así, de pie, uno en frente del otro, oliéndonos, sintiéndonos, durante un tiempo que a mí me parece infinito. El infinito más maravilloso que haya experimentado nunca.

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora