56. Más confesiones

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*Narra Lía*

Me desperté a mitad de la noche con un dolor de cabeza insoportable. Me levanté despacio para no despertar a Juan Pablo. Fui directa al baño a por algo que aliviara aquel dolor que tenía a causa de haber llorado tanto. Tomé un Ibuprofeno y volví a la cama.

- No te vayas más- Dijo Juan Pablo sin abrir los ojos.
- Tenía que hacer pis- Dije.
- Pues se mea en la cama- Dijo sonriendo sin abrir los ojos.
-¿Y por qué se supone que no puedo ni levantarme para mear?- Pregunté.
- ¿Por qué tiene que ser tan fina y utilizar esas preciosas palabras?- Seguía sin abrir los ojos.
- Porque nací así, fina como un coral- Dije.
- Y doy gracias a Dios porque nacieras- Dijo y abrió los ojos para mirar fijamente a los míos.
- No empieces con tus empalagamientos- Dije.
- Esa palabra no existe- Dijo riendo.
- La verdad es que no sé si existe o no- Dije riendo.
- Venga aquí, necesito abrazarte- Dijo sonriendo.

Hice lo que me pidió, me pegué a él sin parar de mirarle a la cara. Él me dejó un pequeño beso en mis labios.

- Hace menos de dos semanas tenías que pedir permiso para besarme- Dije- Qué idiota era hace dos semanas.
- No le pienso pedir permiso nunca más entonces y sí, era una idiota- Dijo y rió.
- Todavía me retracto de lo que he dicho- Dije entrecerrando los ojos.
- No se puede, ya no. Me ha dado permiso. Y si en un futuro me lo quita, pienso ser el ladrón de todos sus besos- Dijo mirándome.
- Qué original- Reí.
- De verdad que la odio- Dijo rodando los ojos.
- Juan- Susurré.
-¿Qué?- Me preguntó en el mismo tono.
- Tengo la necesidad de contarte todo mi pasado, pero sé que no te va a gustar lo que vas a escuchar- Dije y me senté en la cama.
- Puede contarme lo que sea, ya lo sabe- Dijo y se enderezó para apoyar su espalda contra el cabecero de la cama.
- Verás- Suspiré- Cuando estaba en la secundaria, tuve una época bastante mala. No me iba bien en los estudios y mis compañeros de clase tampoco ayudaban mucho. Cada vez que me levantaba para ir al colegio  vomitaba de los nervios y la ansiedad.
-¿En serio?- Preguntó.
- Sí. Bueno no me iba bien en clase y en casa tampoco- Dije.
-¿Pero qué es lo que te pasaba?- Preguntó triste al ver mi cara.
- Pues voy por partes. En el colegio mis compañeros se reían de mí y me decían tales cosas como monja o pobre, porque mi familia era religiosa y además no teníamos dinero prácticamente ni para comer. Y encima pues me hacían "bromas" que obviamente no tenían ni puta gracia. Un día, empezaron a tirarme papeles en clase de música, ya estaba harta y llorando me salí de clase. Una niña salió detrás mía y me amenazó, estaba a punto de pegarme pero llegó una profesora y se opuso. - Dije- Eso llegó a que yo, que ya el año anterior no había aprobado todas, me fuera peor en los estudios. Llegaron a quedarme ocho asignaturas de diez que teníamos, más las que llevaba del año anterior.
- Lo siento mucho mi amor- Dijo Juan Pablo con un nudo en la garganta, estaba sufriendo por todo aquello que yo le estaba contando y estaba segura de que lo que venía ahora, le iba a doler más.
- En casa...- Cogí aire- Juan no quiero que le juzgues ni le odies, yo no he logrado perdonarlo del todo pero así está bien.
- ¿A quién?- Preguntó.
- A mi padre- Dije- Juan, prométemelo.
- Está bien, espero que no sea tan malo...- Dijo suspirando.

Error mi amor, sí que era malo y para mí, demasiado.

- Sabes que siempre han sido muy exigentes. Mi padre, que entonces estaba enfermo del corazón y también iba al psicólogo y tomaba muchos medicamentos, empezó a pegarme palizas por suspender. Bueno realmente siempre nos había pegado cuando alguno de mis hermanos o yo, hacíamos algo ''malo''. -Iba diciendo, pero me detuve al ver la cara que tenía Juan Pablo.
Sus ojos expresaban rabia y dolor.

- Iba dándome palizas cada vez que para él hacía algo fuera de lo "bueno" y se ensañaba conmigo porque yo era la que siempre le contestaba, iba mal en los estudios, no quería ir a la iglesia y mi humor no era el mejor. Era normal que mi humor fuera de perros, a mí parecer.- Dije.
- Claro que era normal mi amor- Dijo con lágrimas en los ojos.

Sonreí amargamente, me estaba costando contarle todo aquello, pero como me dijo Simón a quién mejor que al amor de tu vida, ¿no?

- Un día llegué a casa, para variar, con unas calificaciones nefastas. Empezó a pegarme y me caí al suelo, aún en el suelo siguió pegándome.- Dije- sólo recuerdo los gritos de desesperación de mí abuela y vi cómo mi madre, sin ninguna gana, le pedía que parara. Mi madre fue otra que se quedaba callada cada que me pegaba palizas, no sé si era porque le tenía miedo o si pensaba que realmente lo merecía. Una vez me dió un ataque de ansiedad después de haberle dicho a mi padre que se muriera porque me había pegado, estaba vomitando y ella lo único que hizo fue recriminarme. En fin, una infancia y adolescencia un poco dura pero todo aquello fue lo que hizo que hoy me convirtiera en lo que  soy. Te voy a ser sincera y te digo que no me gusto realmente, que hay millones  de cosas que cambiaría en mí, pero todo aquello me llevó hasta aquí, así que qué mejor manera de dar las gracias a todos los palos de mi vida, literalmente.

Reí ante mi genial ocurrencia. Miré a Juan Pablo, allí tenía a mi amor llorando por mis experiencias pasadas.

- No llores hombre- Le dije secándole las lágrimas.
- Lía, ¿Cómo pudiste aguantar todo aquello?- Preguntó.
- No lo sé. Supongo que Dios, el destino o la casualidad, llámalo como quieras, quería que eso fuese así- Me encogí de hombros- Pero eh, ahora estoy lejos de todo aquello. Verás, mi comportamiento de trabajo sin parar fue precisamente para que éstos recuerdos de mierda se me fueran de la cabeza. Y-yo tenía miedo de que descubrieras todo esto, que no me quisieras por todo el drama que traigo desde los siete años. Al final he sido idiota y me he echado yo sola a los lobos- Hice una mueca.
- Está loca si piensa que la voy a dejar de querer por su pasado, del cuál sé que no tiene la culpa. Además el drama me gusta, ya me conoce- Dijo para animarme.

Sonreí y me acerqué a él lentamente, para luego sentarme encima de él a horcajadas. Me miraba sonriente. Poniendo sus manos en mi trasero me acercó a él hasta que no había espacio entre los dos. Nos miramos a los ojos, nos sonreímos. Empecé a dejar pequeños besos en su cuello para luego subir a su mejilla y al final encontrarme con su boca. Besos y más besos desenfrenados, queríamos más. Nuestras respiraciones entrecortadas. Mi cuerpo quería más y mi mente me decía que parase. Noté cómo metía sus manos por debajo de mi camiseta.

- Juan...- Dije en un gemido.
- Mi amor- Me susurró al oído.

Me quitó la camiseta y así quedé en sujetador, empezó a besarme el cuello y fue bajando hasta mi pecho.

- Ju- Juan no- no puedo- Dije apartándome.

Me miró con cara de incredulidad, pero poco a poco sonrió. Me quité de encima de él sin decir nada.

- Ni se le ocurra sentirse avergonzada- Dijo devolviéndome la camiseta.
- No la necesito, tengo demasiado calor y ya me has visto.- Dije con el calor más insoportable.
- Lía no me puede dejar a la mitad y quedarse en sujetador -Dijo con rubor en sus mejillas sin mirarme.

Pensé por unos segundos qué hacer. ¿Pero qué coño estaba haciendo? Estaba delante de mí no novio sin camiseta.

- Lo siento- Dije avergonzada.
- Vamos a dormir, me dejaste agotado y eso que no hicimos nada- Dijo Juan Pablo riendo.
-Qué bien te lo has tomado...- Dije.

Me señaló para que me tumbara a su lado y le hice caso después de ponerme la camiseta. Cuando por fin estábamos abrazados me dió un beso en la cabeza.

- No tengo prisa- Me susurró y alzando mi cara con su mano, me besó.

Punto Y Aparte #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora