Pedido de Flandre12
Ser rey de algún país es el sueño de muchas personas en este mundo lleno de soñadores... Riquezas, fama, poder. Esos tres factores son capaces de controlar a las masas, tanto unidos como separados... Pero se les olvida que también existen responsabilidades que uno debe de cumplir para que todos te obedezcan.
Mi puesto no es diferente de los demás monarcas, tan sólo que a mí se me conoce como "Sultán".
Al igual que mis antepasados, todos mis caprichos fueron cumplidos a cambio de mi responsabilidad de proteger el país; perdí mi mano izquierda y obtuve una gran cicatriz como resultado de las batallas contra reinos que intentaban destruir este imperio... Tuve suerte que el pajarraco fuera rey y accediera a una alianza.
Desde ese entonces, mi vida ha sido mucho más pacífica hasta el punto de no tener que volver a empuñar una espada en décadas... Un verdadero alivio, tomando en cuenta que ya tengo cuarenta y dos años. A pesar de mi edad, sigo teniendo un vasto harén del cual disfruto cada noche de desvelo... Pero también he comenzado a preocuparme, pues no he encontrado a aquella mujer que me haga sentir completo y me de descendencia.
—Mi señor, es hora de la caminata matutina para saludar a los súbditos.— Oigo la voz de mi más fiel soldado: Daz Bones.
Me siento en la cama y me visto con toda la tranquilidad del mundo. No me gusta ser ayudado en nada... El hecho que me falte una mano no significa que sea más débil o que necesite de alguien para hacer las cosas más mundanas. Una vez listo, tomo de la mesa central aquel gran garfio de oro macizo que mi padre envió a forjar cuando quedé con este muñón como fin de extremidad.
Salgo del castillo, seguido por mis soldados y sirvientes que cargan grandes jarras de agua y abanicos en caso que sienta demasiado calor. Detrás de ellos es conducido mi camello por si me llego a cansar (cosa que nunca ha ocurrido).
Mientras caminamos, puedo observar a los súbditos arrodillarse ante mi presencia con respeto, sonriendo y agradeciéndome por siempre estar al pendiente de ellos; algunos incluso me ofrecen comida de sus tiendas, a la cual declino respetuosamente. Han de ganarse la vida trabajando honestamente, no voy a quitarles el pan de la boca por haber luchado tiempo atrás.
—¡Maldita rata!— Me detengo en seco, observando al hombre que gritó aquel insulto.
A pocos metros delante de nosotros veo un hombre bastante corpulento que sostiene fuertemente de la muñeca a una mujer joven de estatura promedio; en su mano izquierda sostiene un cuchillo carnicero bastante afilado mientras le grita a la chica que cortará una de sus extremidades por lo que intentó hacer. Rápidamente me acerco junto a mis guardias, llamando la atención del tipo y haciendo que deje de armar escándalo.
—¿Qué es lo que está pasando aquí?— Pregunto intimidante, observando al tipo directamente a los ojos.
—Esta mujer intentó robar de mi puesto. La ley me permite cortarle la mano con la que tomó mi mercancía como pago y lección para esta sabandija.— Veo de reojo que ella aún tira de su brazo, intentando zafarse del fuerte agarre del mercante.
—¡Hey! ¡Deja de faltarle el respeto a todos con tu inmunda presencia e inclínate ante el sultán!— Veo que Gem se acerca a la chica, obligándole a darse la vuelta para que me vea a los ojos.
Apenas veo esas gemas ___ (c/o), mi mundo se paraliza totalmente. Delante de mí hay una verdadera diosa de la belleza... Además de esos profundos orbes que tiene, su cabellera ___ (c/c) resplandece con luz propia, su rostro angelical, su piel de fina porcelana, su cuerpo pequeño y perfecto... No es como las mujeres de mi harén... Ella es mil veces más hermosa que todas las mujeres de este mundo.
—¡Sólo era una manzana!— Su grito desesperado me devuelve a la realidad rápidamente. Puedo notar que la piel alrededor de su muñeca comienza a enrojecer por la presión del mercader.
—Un ladrón debe aprender su lección.— De un solo tirón, el mercader desestabiliza a la mujer, provocando que caiga arrodillada al piso mientras su brazo reposa sobre un tocón de madera.
—¡Alto!— Grito con fuerza, deteniendo a tiempo el filo de la cuchilla que por poco corta su mano.— Yo pagaré su deuda.
Las personas se quedan en silencio durante unos segundos, observándome sorprendidos por mi actuar. La chica de ojos ___ (c/o) tiembla mientras enfoca su vista en mí, con sus orbes empapados en lágrimas por el miedo que debe de haber pasado. Al principio los soldados y el mercader intentan objetar, pero rápidamente callan apenas saco de mi bolsa una moneda de oro. Esto vale más que una simple manzana, pero también le pago como compensación por no permitirle seguir con lo que la ley sugiere en estos casos.
—¿Puedes levantarte?— Me acerco a la chica, extendiendo mi mano a ella para que pueda ponerse de pie. Tras unos segundos, ella acepta mi ayuda.
—¿Por qué... hizo eso...?— Pregunta con su voz resquebrajada por el llanto, temblorosa y muy asustada.
—Porque no robaste por gusto, sino por hambre. No puedo permitir que en mi reino, mi gente muera por no comer...— Sonrío levemente, dándome la vuelta y caminando de nuevo a palacio. Tras unos segundos, miro hacia atrás y hago un ademán con la cabeza.— Vamos. No te faltará nada en mi hogar.
Al principio intentó negarse, pero finalmente aceptó mi ofrecimiento. Al llegar al palacio, mis concubinas la miraron con reprobación y burla, cosa que dejaron de hacer apenas mis ojos se posaron en ellas con un brillo de molestia. Esa noche, durante la cena, pude conocer su nombre... "___"... Suena tan hermoso como lo es una rosa del desierto.
Pude haberla hecho mi concubina si hubiera dado la orden... Incluso llegué a pensar que hubiera sido una gran idea... Pero siento que había sido una estupidez. No quiero que ella sea una simple mujer para tener sexo cuando se me ocurra... Quiero que ella sea mi reina. No necesito de múltiples esposas (como los anteriores sultanes) sino sólo una. Ella.
Con el paso del tiempo, hemos ido estableciendo una relación más cercana, de respeto y admiración mutua. A ella le agrada oír las historias de mi juventud, aquella en donde luchaba contra los enemigos con valentía... Y a mí me encanta aprender más de ella. Su vida no ha sido fácil... Sus padres murieron por enfermedades y pobreza, aprendió a sobrevivir en las calles a edad temprana... Y estaba segura que moriría por desnutrición.
—Si usted no hubiera aparecido ese día... yo habría muerto por tétanos o algo así, sultán Crocodile.— Me observa con sus hermosos ojos ___ (c/o).
—Me alegro tanto de haberte conocido, ___... Pero quiero pedirte algo.— Tomo con suavidad una de sus manos, acariciándola con cuidado y notando que sus mejillas comienzan a teñirse de un leve rojo.— Llámame Crocodile... Sólo por mi nombre.
—Está bien... C... Crocodile— Le veo sonreír, con sus mejillas como tomates.
El tiempo ha pasado rápido desde ese entonces; ahora tengo cuarenta y seis años, las arrugas han comenzado a aparecer en mi rostro y ya brotaron mis primeras canas (que no se ven a simple vista). Aquel harén que tuve hace cuatro años fue disuelto, las concubinas intentaron rogar por quedarse a mi lado, pero ante la negativa no tuvieron más opción que abandonar el palacio.
—Buenos días, sultán Crocodile.— Los soldados saludan al pasar, inclinándose levemente mientras siguen con sus rondas.
Camino por los extensos pasillos, observando de reojo el jardín central mientras me dirijo a mis aposentos. Hace pocos minutos volví de mi paseo diario en las calles del reino; no han habido más robos desde que ___ comenzó a llevar comida de palacio para los pobres que se hallaban abandonados en las calles.
Oigo pasos apresurados que se acercan rápidamente hacia mí; me doy la vuelta y caigo al piso de espalda al ser embestido por dos sombras que gritan con voz aguda, saludándome y alegrándose de mi presencia. Sonrío enternecido mientras acaricio la cabeza de ambos con cariño.
—¡Papá! ¡Por fin llegas!— Grita alegre la pequeña niña de ojos amarillos.
—¿Jugarás con nosotros hoy, papá?— Pregunta el chico de ojos amarillos y ___ (c/o), brincando alegremente.
—Lo siento, pero hoy papá estará un poco ocupado.— Sonrío con algo de tristeza al ver a mis dos pequeños niños decepcionados ante mi respuesta.— Hoy tengo que cuidar de su madre.— Apenas pronuncio la última palabra, sus miradas se iluminan con alegría.
—¿Vamos a estar todos juntos hoy?— Asiento ante la pregunta de mi pequeño diablillo.
—Sí. Hoy no nos molestará nadie.
—¿Molestar? Pero el tío Doflamingo no es molesto... ¡Cuando viene, siempre trae a nuestros primos!— Suspiro divertido.
Desde que nacieron los hijos del pajarraco, él ha estado viniendo más a menudo. Se casó poco antes que yo, con una mujer que usualmente viste de rojo y con ojos del mismo color, además de cabellos dorados. Es bastante agradable y educada... Aún no entiendo cómo es que ella se enamoró de él, tomando en cuenta que es un imbécil (por decir menos)... O por lo menos lo era, antes de conocerla.
Abro la puerta de la habitación, encontrándome con mi adorada esposa acostada en la cama, durmiendo plácidamente mientras que su crecido abdomen da un inequívoco aviso de un embarazo que pronto terminará. Me acerco lentamente a ella, siendo seguido por nuestros pequeños; al llegar a su lado, me aseguro de cubrirla bien con las sábanas para que no se enferme.
—¿...Croco...?— Abre un poco sus somnolientos ojos, observándome con ese brillo de amor que desprende siempre que conectamos miradas.
—Shhhh... Descansa, mi ___...— Beso con sumo cuidado su frente mientras acaricio con suavidad su mejilla. Sus ojos vuelven a cerrarse lentamente y de sus labios rosados emerge una pequeña sonrisa de felicidad.
Supongo que tuve mucha suerte aquel día... Encontrar en las calles a la mujer con la que siempre soñé... Una chica tan contraria a mí, de un estatus menor al normal... Aunque con un corazón tan puro como el de los mismos ángeles. Tal vez no sea joven y me falte una mano... Pero por su amor y por nuestros pequeños, desafiaría hasta al dios de los cielos... Nadie jamás la apartará de mi lado. Ni a ella ni a nuestros hijos.
FIN
Lu: Esto no fue un descanso...
Luke: Tres meses de vacaciones, exagerada.
Lu: Se hicieron nada con los viajes.
Luke: Agradece que viajaste. ¿Sabes cuántos desearían poder viajar en tu lugar?
Lu: Que viajen. Aquí tienen las llaves.
Luke: ¿De dónde sacaste eso?
Lu: ¿Recuerdas que Teach se compró una casa en la playa?
Luke: ¿Se las quitaste?
Lu: No. Estas son las de Akainu.