Un par de minutos más tarde, Liam me depositó contra un árbol caído.
—¿Lena? ¿Podéis escucharme?
Gemí como respuesta. Entonces, miró a ambos lados, me recolocó en el suelo e hizo algo que me pilló completamente por sorpresa: alzó una mano y con el puño cerrado, me golpeó en el pecho, a la altura del esternón. Un segundo después, mi cuerpo se desentumeció, el dolor se repartió y el aire volvió a entrar en mis pulmones.
—Christian... —jadeé.
—Tendrá que arreglárselas solo. ¿Podéis caminar?
—Sí, creo que sí. —Me ayudó a ponerme en pie. Al principio me tambaleé pero conseguí no caer. Él desenvainó una daga de su cinturón y me dio la mano—. Tienes que ayudar a Christian —le dije, acongojada.
—Está entreteniéndoles para que podamos salir de este lugar. Habéis tenido suerte de que viera esas llamas azules, de lo contrario os habrían matado. Ahora marchémonos de aquí cuanto antes, hay un pueblo cerca. Os dejaré allí y regresaré a ayudarle.
En cuanto comprobó que podía andar, se adelantó un par de pasos, con el arco en alto apuntando a la negrura. Mis pasos eran inseguros y mi corazón ardía, me había obligado a dejar de respirar pero cada pequeño movimiento retumbaba en él y me perforaba el pecho. Apreté la mandíbula con fuerza, para no dejar escapar ni un gemido, pero cada vez me encontraba peor. De pronto, me derrumbé.
—¡Lena! —Liam regresó corriendo hasta llegar a mí, pero justo en ese momento, se envaró y dirigió su mirada hacia algún punto detrás de nosotros—. No os mováis ni un milímetro —susurró.
Despacio, se incorporó de nuevo y retrocedió unos pasos el recorrido que habíamos realizado, desapareciendo entre la espesura del bosque.
Entonces, me quedé sola. Intenté prestar atención, pero no escuché nada fuera de lo normal. Me aparté un poco del árbol contra el que me apoyaba y me dirigí en la dirección por la que había desaparecido Liam. Solo había dado un par de pasos cuando me detuve: algo se acercaba, deprisa. Me quedé helada y, antes de que pudiera hacer nada más, Liam apareció justo frente a mí, corriendo.
—¡CUIDADO! —gritó, señalando algo a un lado.
Me giré confundida justo para ver cómo un guardián se lanzaba desde los árboles contra mí y, de alguna manera, conseguí hacerme a un lado. En ese momento, Liam llegó a mi altura, me cogió en brazos y empezó a correr a toda velocidad.
Los guardianes se lanzaban contra nosotros, pero él me condujo entre ellos, protegiéndome. Un poco a lo lejos, pude distinguir unas formas recortadas contra el cielo: eran edificios. Esa debía de ser la ciudad a la que se refería pero, de pronto, algo nos tiró al suelo.
Salí rodando varios metros hasta que unos arbustos me frenaron. Aturdida, alcé la vista, borrosa, y descubrí lo que nos había golpeado. No habían sido guardianes, sino Elora y Lester, que rodeaban ahora a Liam con las dagas en alto.
—Al Ente le encantará saber que has estado aquí, y aún más saber que conocemos todos tus recuerdos.
—Me temo que no podré facilitároslos.
—Eso siempre tiene solución, ilustrísimo De Cote. — Realizó una fingida reverencia mientras Lester le atacaba por detrás, pero no consiguió sorprenderle. Él advirtió sus movimientos de inmediato y se deshizo de él con un solo golpe.
—Deberíais apartaros de todo esto, Elora. Ese gran predador os arrastrará a todos consigo.
—De Cote, el clemente. —Rio—. Siempre dispuesto a la caridad.
—El Ente no será compasivo.
—Y nosotros tampoco.
Los árboles comenzaron a menearse, sentí temblor en la tierra. Se acercaban guardianes.
—¡Liam! —exclamé con prisa.
Él se volvió, regresó corriendo a mi lado y me ayudó a levantar. Elora reía de fondo.
—Os sacaré de aquí.
Llegamos hasta la oscura ciudad y serpenteamos entre las calles hasta esquivarlos. Elora no nos siguió, ni Lester tampoco. Nos metimos por un estrecho callejón y él me posó en el suelo con cuidado.
—Debéis esconderos, yo me encargaré de ellos.
—No —intenté decir.
—No tenemos tiempo. ¿Creéis que podréis subir hasta allí arriba?
Alcé los ojos hasta el piso del que hablaba. Estaba alto, pero había una escalera de incendios junto a una de las ventanas. Intenté medir mis fuerzas, iba a ser difícil, muy difícil...
—No lo sé —contesté apretándome el pecho, dolorida y exhausta.
—Todo va a salir bien —aseguró, tomando mi cara entre sus manos. Asentí levemente. Él me cogió del brazo y me condujo hacia las escaleras, ayudándome a subir. En ese momento, un ruido en una calle próxima nos alertó a ambos. Él tomó mi mano y la besó—. Escondeos, regresaré pronto.
Me lanzó una última mirada y desapareció por la esquina de la calle. Poco después, llegaron hasta mí sonidos de dagas cortando el aire y de cuerpos saltando y cayendo. Estaban cerca, muy cerca. Hice un esfuerzo enorme por reunir todas las fuerzas que me quedaban y empecé a trepar por la escalera de hierro. Resbalé varias veces, quedando colgada únicamente por las manos, pero por fin llegué hasta la ventana cerrada. Rogué para que nadie me escuchara y rompí el cristal con el codo. Me abalancé hacia el interior y caí, rodeada de cristales, al duro suelo de una sala abarrotada de cosas. Me levanté con dificultad y miré a mi alrededor. Todo estaba oscuro pero, ahí, al fondo, había una figura.
—Conseguir escapar de la Orden de Alfeo es una proeza digna de mención —dijo una voz que inmediatamente reconocí.
—Jerome... Tienes que ayudarme. —Me puse en pie y avancé hacia él, apoyándome en todo lo que encontraba. No parecía el mismo. Ahora tenía pelo, platino, y un aspecto completamente desaliñado, pero era un alivio tenerle ahí—. Nos están buscando. Christian y Liam están peleando contra ellos.
—Me gustaría ayudarte, pero me temo que no puedo.
Me detuve en seco al darme cuenta de algo: de su brazo brotaba un pequeño reguero de sangre. Retrocedí al tiempo que todo dentro de mí se congelaba.
—¿Qué ocurre? —Avanzó hacia mí.
—No utilizáis vuestra sangre para acabar con grandes predadores. —Me alejé un poco más—. No has venido a por Christian. —Él guardó silencio—. ¿Verdad?
Bajó un momento la mirada y, al cabo de un instante, la alzó mientras sacaba de detrás de su espalda una reluciente daga de plata.
—Lo lamento mucho, Lena. Este no era el plan inicial.
—¿Qué...?
—Debes morir.
—¿Tú también quieres matarme?
—No se trata de lo que yo desee.
No pude alegar absolutamente nada, ni siquiera me dejó asimilar la noticia. Un segundo más tarde, cruzaba la habitación corriendo, con el resplandeciente filo en alto dirigido hacia mi corazón.
—¡No! —grité, apartándome justo a tiempo. Corrí hacia el otro lado de la habitación, busqué entre todas las cosas y conseguí hacerme con una vara de metal que levanté frente a él—. No te acerques —le advertí.
—No lo hagas complicado...
—¿Qué es lo que te he hecho? —pregunté, fijándome en mis brazos, que temblaban al intentar mantenerse en alto—. Creí que eras mi amigo.
—No lo mataste, aún sabiendo lo que ese animal hizo.
—No pude...
—Y aun así pretendes que te ayude a salvarlo.
—Jerome...
—¿Por quién me has tomado?
—Por favor...
—¡Ellos son los malos, Lena! No yo...
—¡Aléjate!
—¡Tú también lo sabes! ¡Sabes que estás en el lado equivocado!
—No, eso no es verdad. —Estaba demasiado débil como para siquiera mantenerme en pie. De pronto, colocó la daga contra mi pecho—. Jerome, ni siquiera puedo defenderme.
—Eso solo facilitará las cosas.
—Has tenido cientos de oportunidades para matarme, ¿por qué ahora?
—Deberías saberlo ya.
—No, dime, ¿qué ha cambiado?
—¡Tú! ¡Tú eres lo que ha cambiado! ¡Te has vuelto como él!
—¿Por qué le odias tanto?
—¿Por qué? —metió la mano libre en su chaqueta y sacó de ella un trozo de papel arrugado y pegado con trozos de cinta adhesiva. Lo abrió y lo colocó frente a mí—. ¿No la reconoces?
Sí, sí que la reconocía. Era la fotografía que Christian había encontrado en la habitación. Lo miré confundida, pero entonces, al verle junto a ella, la sangre se heló en mis venas.
—Eres tú...
—Ni siquiera me reconociste al verla —su voz sonaba realmente acongojada.
—No lo sabía, yo...
—Tú nada, Lena. Eres exactamente igual que él. Me equivoqué contigo pero...
De pronto, algo cayó sobre Jerome, arrastrándolo por toda la habitación. Me incorporé con dificultad y encontré a Liam, forcejando contra él. Liam consiguió atraparlo.
—¡LENA! ¡HUID DE AQUÍ!
Sin embargo, Jerome desapareció y surgió detrás de él, propinándole un golpe que lo dejó tendido en el suelo. Luego, se volvió hacia mí, alterado.
—¡Maldita sea! —exclamó—. Voy a dejarte vivir, Lena. Te quiero lo suficiente como para no mancharme las manos con tu sangre pero, algún día, créeme, te darás cuenta de que tú y yo tenemos el mismo enemigo en común.
Lo miré sin comprender y, en ese momento, Christian apareció por la ventana. Había sangre en su cuerpo y se sujetaba el pecho con una mano. Me contempló a mí y luego a Jerome. Ambos se mantuvieron la mirada durante varios segundos, hasta que el rostro de Christian palideció más de lo normal.
—Pregúntale, Lena —susurró Jerome con voz apaga— da, dolida—. Pregúntale por qué no puede tocarte, pregúntale si merecías morir y por qué no acabó contigo esa noche en el aparcamiento. Pregúntale, Lena, quién te mató.
Rompió el contacto visual y se volvió hacia mí. Sus ojos estaban cargados de dolor. Con un movimiento, abrió sus dedos y dejó caer la daga al suelo antes de desaparecer. El silencio lo envolvió todo entonces, solo interrumpido por los latidos de Christian.
Entonces, me sentí tambalear y algo brusco chocó contra mi mente. De golpe, regresé a mis sueños, aunque no parecían sueños, sino algo muy real. De nuevo, contemplé un bosque, pero esta vez a través de una ventana. Sentí una respiración profunda en mi cuello y un repentino pánico. La extraña habitación dio paso a un bosque, que corría veloz a ambos lados de mí, o tal vez fuera yo quien avanzaba, sin apenas aliento.
Llovía, sentía frío y temblaba. Mi vista estaba borrosa. Algo cambió y de pronto, estaba tirada en el suelo, empapada y llena de barro. Un grito se abrió paso por mi garganta y, de repente, unos ojos, unos oscuros y penetrantes ojos que, esta vez, sí fui capaz de reconocer. Justo antes de perderme en ellos, divisé algo más, una figura oscura, observándolo todo un poco apartada, con los brazos cruzados y el rostro severo. Bajo la luz de la noche, reconocí de inmediato una espesa melena rojiza, pero fue solo un segundo, un único segundo antes de que la figura desapareciera y me dejara a solas con esos penetrantes, dolorosos e increíbles ojos...
Tan pronto como vino, el flash se marchó y regresé a ese piso abandonado.
Me doblé, tosiendo, y caí al suelo. Tomé aire con dificultad, como si me ahogara y sentí que algo en mi interior se aceleraba. Lentamente, me puse en pie y me volví hacia él, al mismo tiempo que un dolor intenso se asentaba en mi corazón. Uno que no tenía nada que ver con lo que me había hecho Hernan, uno que amenazaba con partirme el pecho. Aterrada, lo miré directamente a los ojos, y mi corazón se partió en mil pedazos.
—Lena... —musitó él.
Retrocedí un paso aterrada y el muro, por fin, cayó ante mis ojos.
_______________
Hola!!! Bueno! Esto se acaba! Este ha sido el final del segundo libro "Revelación" . Espero que os haya gustado! Quería daros las gracias por esta experiencia. Ha sido genial ir leyéndoos capítulo a capítulo y ver qué teorías y reacciones os provocaba, :). Este último capítulo estuvo en mi cabeza casi desde el principio! Pero la historia continúa en Jueces! Muchísimas gracias por todo el tiempo y el cariño. Nos vemos en mi Instagram anissabdamom!!! Allí os seguiré informando.
Un besazo enorme!!
.
.