—Eso no es asunto tuyo —balbuceé.
—Conozco de él más secretos de los que jamás podrías imaginar. Cosas que te asustarían mucho más que mi roce.
—No me importan —susurré.
—Niña tonta...
—¿Qué es lo que quieres de mí? Chascó la lengua de nuevo y sonrió.
—Vuelves a equivocarte con mis intenciones. No quiero nada de ti, he venido para ayudaros.
—¿Ayudarnos? —No me molesté en esconder el tono de confusión de mi voz.
—A Christian y a ti.
—No soy tan inocente como para creerme eso. —Lo miré suspicaz.
—Siempre digo la verdad, Lena De Cote. Sé por qué lo has alejado, conozco tu miedo.
—Yo no lo he alejado, él se ha marchado por lo de Lisan... —me detuve. No estaba segura de cuánto debía contar, aunque imaginaba que Elora y Lester ya se lo habrían dicho.
—Lisange... —Rio—. Yo no me preocuparía por ella. Aunque merece todo lo que le ocurra, esa cazadora —pronunció esta última palabra con sorna—, jamás se dejaría decapitar. Apuesto a que solo es una broma de buen gusto para daros la bienvenida a este lugar.
—Sería demasiado retorcido.
—¿Y eso es inusual? —Sonrió—. De igual manera, no he venido aquí esta noche para tratar asuntos de tal trivialidad. Sé lo que le pediste a Christian; yo puedo ayudarte.
—No sé de qué me hablas. —No recordaba nada en ese momento, excepto la imagen de esa cabeza bajo la lluvia. Christian tampoco creía que fuera ella. ¿Sería cierto? ¿De verdad Lisange seguiría con vida?
—Puedo enseñarte a enfrentar lo que te persigue. Puedo ayudarte a defenderte, a no ser nunca más el miembro débil. Te hablo de empezar a ser útil para evitar, por encima de todas las cosas, que mi hermano muera por protegerte.
Me quedé helada, ¿él también pensaba que Christian moriría por mí?
—¿Por qué querrías ayudarme?
—Ningún gran predador debe morir por proteger a un cazador, y no pienso tolerar semejante vergüenza en uno de los nuestros. Llevo años velando por ese necio, no permitiré que caiga en tal deshonra por alguien como tú. —Poco a poco, todo el temor que me invadía se fue transformando en desprecio, mezclado con humillación por la forma en que se estaba refiriendo a mí. Le dirigí la mirada más dura que fui capaz de canalizar—. Como ves, los tres salimos beneficiados.
—No te creo —insistí.
—Sabes que él nunca te llevará al límite para aprender lo que realmente necesitas. Sé que te gustan los tratos pero, si te atreves a burlarte de mí, conocerás en tu propia carne lo que es la venganza —dicho esto, se alejó de mí—. Volveremos a vernos.
Parpadeé y, un segundo más tarde, Hernan ya no estaba allí. En ese momento, alguien llamó a la puerta. Pegué un bote del susto.
—Lena, ¿todo va bien? —Abrí con cuidado y allí, en el pasillo, encontré a Gaelle. En las manos traía un pequeño montoncito de ropa. Me aclaré un poco la garganta antes de contestar, pero no fui capaz de decir nada. Me llevé una mano a la sien, interiorizando lo que acababa de ocurrir—. He subido a traerte esto. Te he comprado algo más y supuse que tendría que hacerle unos ajustes. No eres muy alta y no estaría bien que lo llevaras grande.
Lisange nunca me habría dejado llevar eso, pero era todo un detalle por su parte. Pensar en ella me encogió el estómago. Gaelle debió interpretar mi gesto dolorido con alguno de disgusto porque añadió:
—A tus clases normales puedes llevar lo que quieras, pero no creo que quieras hacer deporte con esa ropa que lleváis ahora.
—¿A mis qué? —La frase había captado toda mi atención. Ella dejó la pila en la silla, junto a la puerta. Sentí que olfateaba un poco el aire.
—El instituto. Empiezas solo en un par de días —reveló.
—Las clases acaban de terminar —alegué incrédula, hasta me dieron ganas de reír de lo absurda que era la idea.
—En el lugar donde vivías antes, sí, aquí, me temo que no.
—Gaelle —dije intentando sonar amable—, te lo agradezco mucho pero no voy a ir.
—¿Cómo que no? —Se envaró, olvidándose del irresistible aroma que había captado y se volvió hacia mí—. Por supuesto que irás, la educación es algo muy importante.
—¿De qué me va a servir ahora?
—Ser lo que eres no te brinda ninguna excusa.
—¿El qué? ¿Estar muerta? —Ella hizo una mueca.
—En esta casa nunca nos referimos a nosotros mismos de ese modo, te agradecería que no lo repitieras, y menos en nuestra presencia.
Tomé aire intentando tranquilizarme.
—No, no podéis hacerme esto. Lisange... Christian...
—¿Cuál es exactamente tu plan, entonces? ¿Pasarte el día encerrada en esta habitación hasta que él regrese? Por desgracia, Lisange no será la única a la que pierdas en esta existencia, y no puedes pretender que el mundo deje de girar porque un hombre te deje sola unos días.
—¿Qué clase de monstruo eres? —solté desde lo más profundo de mi alma.
—El mismo que tú, jovencita, ni más ni menos, pero con mucha más experiencia, y por eso te digo que debes adaptarte a los humanos. Y más si quieres sobrevivir entre ellos.
—Ni siquiera sé controlarme bien aún, podría usar más fuerza de la debida o alimentarme sin querer de alguno de ellos y exponernos a todos.
—Entonces ya ha llegado la hora de que aprendas. Debes volver a comportarte como un ser humano.
—¡No soy como ellos y ya nunca lo seré!
—No es discutible, Lena. Si Valentine, como gran predadora, pudo hacerlo, tú también serás capaz. Solo será temporal. Lo creas o no, esto es por tu bien. Te ayudará a no pensar en todo lo que está ocurriendo. Christian y los De Cote estaban de acuerdo con nosotros. —Dio media vuelta y se alejó pero, en el último momento, cuando iba a cerrar la puerta, se giró, avanzó hacia mí y me depositó un beso en la mejilla—. Buenas noches, cariño. Descansa, lo necesitas.
—Después salió, cerró y volvió a dejarme sola.
En un solo día, Christian se había marchado, el gran predador más peligroso que conocía me había asaltado para proponerme un cursillo avanzado de autodefensa y, de rebote, me había enterado de que estaba obligada a ir a clase, y no solo eso, sino que encima empezaba en dos días.
¡Dos! ¿Cómo iba a hacer frente a eso? ¿Cómo iba a ser capaz de caminar entre ellos siendo lo que era? Siempre pendiente de no pasarme, siempre intentando ser consciente de que ellos son la presa y yo el predador.
¿Cómo iba a vivir una mentira?
Solo podía pensar en la cantidad de ojos que me verían, todos ellos posibles testigos de cualquier imprudencia mía, y al más mínimo descuido...
Supongo que está mal pensar así de ellos, porque no hacía mucho yo pertenecía a su mundo, pero la verdad es que los seres humanos no tienen fama de ser comprensivos con aquellas cosas que no entienden. Primero condenan y luego, tal vez un par de siglos más tarde, piensan. La historia está plagada de pruebas de ello. No quería ni pensar qué podrían hacer si se enteraban de que hay seres capaces de absorberles sus sentimientos, sus emociones. Dudaba que entendiesen el tema del equilibrio porque la verdad es que no se trata de algo fácil de asimilar, ¡ni yo misma lo entendía! Pero ¿tenía elección? Christian regresaría en unos pocos días. Tal vez podría aguantar hasta su regreso. Estaba segura de que él, lejos de apoyar esta locura, enumeraría hasta la saciedad los mil y un riesgos que supone algo así para la gente normal y, ya que hablo de Christian, para mi propia persona. Él tendía a exagerar siempre eso último.
De modo que mi única opción era aguantar y esperar. Pero, por otro lado, sabía lo que suponía para mí que él regresara. Las imágenes de aquella pesadilla volvieron a mi cabeza intercaladas con un rostro... el rostro de Hernan.
__________
¿Qué os está pareciendo? :)