Ha llegado un nuevo día en la Ciudad. Los primeros rayos del Sol ingresan e invaden cada rincón posible de la región, incluyendo el oscuro y apagado Palacio Real. El silencio conquistaba en aquella velada tranquila, cuando dos ventanas son abiertas de un empujón por una de las mucamas. Con una gran sonrisa en el rostro, agita un poco las cortinas y sale al exterior de un pequeño balcón techado, en donde observa todo el recinto protegido de la Residencia Imperial.
-Un nuevo y bello día, ¿verdad Noni?- Oye decir por detrás la mujer de bastantes canas, lo que le sorprende y exalta un poco. Volteándose rápidamente realiza una adecuada reverencia.
-Buenos días, Princesa Ursa. ¿Ha dormido bien, no quiere que le lleve el desayuno a la cama?
-Llévale el desayuno a quien esté en silla de ruedas, puedo hacerlo por mí misma.- Responde la agradable y sonriente mujer, cuando entonces el horizonte le cautiva y sus ojos se humedecen.
-El cielo es hermoso.- Comenta Noni mientras ve con cierta empatía a Su Majestad.
-Han pasado dos semanas, y sigo igual de mal. Nunca comprenderé por qué es que ha debido ser así. Alguien debió verla, debieron detenerla... ¿Cómo pudo desaparecer sin dejar rastro?
-Bueno, usted lo hizo por más de cuatro años...- Le responde sutilmente la mucama de avanzada edad, posicionándose junto a la mujer de larga túnica rojiza y cabello castaño.
-Sí...- Responde por lo bajo, cuando entonces su cabeza se ilumina. -¡Es eso! ¡Por eso se fugó del mundo! Así como Ikem y yo lo hicimos, Azula debió de cambiar su rostro.- Exclama sorprendida.
-Pero Princesa Ursa, eso es demasiado descabellado. Azula es una mujer muy hermosa, incluso yo misma dudo que ella quiera cambiar su rostro.- Le dice Noni, tocando su hombro.
-Todo es posible... tengo que intentarlo. Ir y ver a ese espíritu otra vez.
-Bajo mi punto de vista eso no será de mucha ayuda. Sólo empeorará lo que ya han reconstruido como familia. Señora Ursa, es momento de aceptar que ustedes no pueden vivir juntas...
-¿Está tan mal lo que quiero, Noni? Quiero estar junto a mis hijos... tenerlos cerca, saber que están bien, y cuidarlos... ser una buena madre.
-Señora Ursa, usted ya es una buena madre, siempre lo ha dado todo para cuidar de sus hijos, y mire... ellos están bien, siguen vivos, soportaron el infierno que Ozai se ocupó de formar a su alrededor durante su exilio. Nunca vi a un chico tan fuerte como Zuko, o a una chica tan decidida como Azula. Sí, ha cometido errores, ¿pero quién no los comete a día de hoy?
>>Lo importante es que no se aferre a ellos y piense que pueden destruir el resto del camino. No pueden hacerlo, y sé que usted no quiere hacerlo. En usted reside el poder para impulsar el bien y el mal, y usted ha decidido siempre impulsar al bien, no lo arruine. Su vida depende de sus decisiones, pero las de sus hijos dependen de sus propias decisiones...
Sin querer escuchar o decir nada más Ursa se lanza sobre Noni, dándole un enorme abrazo que acompaña con un par de susurros que serían inentendibles para cualquier otro. Con sus ojos un tanto húmedos Ursa dirige su mirada una vez más al horizonte y, cuando toma una respiración un poco más calmada regresa al interior del Palacio Real.
Por su lado Noni retoma sus tareas en la gran casa, por lo que toma un plumero de un carrito de limpieza cercano y comienza a sacudirlo por cada reclinable presente en aquella terraza. Con una sonrisa dibujada en el rostro, Noni sabe bien que todo viene de bien a mejor para la Familia Real, aquella a la que comenzó a servir desde la época de Azulón y que espera sea para siempre.
En ese mismo momento, del otro lado de la Residencia Imperial, a la vez que los primeros rayos del Sol atraviesan las finas cortinas blancas de los ventanales una figura masculina, con el torso desnudo y unos pantalones holgados cortos se pone en pie, estirándose lenta y silenciosamente, procurando no despertar a la delicada y hermosa flor que descansa a su lado cada noche.
Tomando la bata que se encuentra colgada a pocos metros del lecho matrimonial, Zuko se rodea con ella y camina hasta su cómoda, en donde abre unos cuantos cajones hasta tomar la ropa que utilizará ese mismo día. Al mismo tiempo que se encierra en su vestuario Mai no demora mucho más en despertar, realizando las mismas acciones, sólo que sin irse a su vestuario individual.
En cuanto Zuko sale nuevamente a la habitación se encuentra con que su amada ha ocupado el baño, por lo que se echa sobre la cama, perdiendo la mirada en los finos lienzos de tela rojizos que cuelgan desde lo más alto del inmueble doble. Soltando un corto y, sin embargo, profundo suspiro, Zuko dirige su mirada a la puerta del cuarto de baño, sorprendiéndose por la tardanza.
-Cariño, termina rápido o haré que construyan otro baño.- Comenta por lo bajo, riendo un poco.
Tras unos pocos segundos se oye la cadena ser bajada y para cuando la puerta se abre Zuko ya se encuentra de pie, listo para entrar, no obstante la imagen que recibe le deja atónito. Mai viene sosteniendo su barriga con ambos brazos, la mirada perdida en algún punto y la postura caída. Prediciendo lo que seguiría Zuko se acerca, cuando entonces ella cae débilmente en sus brazos.
-¡¡Mai!!- Exclama sumamente asustado, levantando todo su cuerpo del suelo y llevándola hasta la cama. –Cariño...- Susurra, acariciando su mejilla, pero ella ya ha quedado inconsciente.
Después de una extensa media hora de espera por fin los médicos del Palacio han sido traídos por la Guardia Imperial, quienes han sido guiados por el Señor del Fuego para fortalecer todo el edificio y sus cercanías. Se ha impuesto un gran vallado de seguridad que ha despertado la curiosidad en los vecinos de Ciudad Capital, en momentos así la angustia se apodera de todos.
En el pasillo que conecta a la habitación de la Torre Mayor del Palacio se encuentran Ursa, Ikem, Ty Lee, Suki e Iroh. Zuko está dentro con los médicos, quienes hasta el momento no han sabido decir qué le ha pasado a la joven Reina de cabello negro. Todos están sumamente preocupados, y aunque Zuko ha pedido que no se divulgue la noticia lamentablemente las paredes oyen...
-Señora Ursa, señor Iroh...- Dice Noni en lo alto, a la vez que llega con un cuenco lleno de agua. -¿Cómo está ella? ¿Ha despertado?- Pregunta desesperadamente, también lleva unas toallas que cuelgan de sus hombros. Se la ve bastante agitada y, al igual que el resto, asustada.
-Ella sigue sin despertar... Guardias, déjenla pasar.- Ordena Iroh a los dos custodios del cuarto.
Apenas las puertas de madera marrón se abren Noni entra rápidamente, y Ty Lee llega a ver cómo un gran gentío se encuentra rodeando la cama matrimonial, lo que le da muchísimo más miedo. Después de unos minutos las puertas vuelven a abrirse, y esta vez es Zuko en salir. Su mirada es fría, y parece estar perdida en alguna otra dimensión, lo que aterra a todos.
-¡Zuko, Zuko! ¿Qué ha pasado? ¿Los médicos supieron qué tiene Mai?- Le interroga Ty Lee.
-Sobrino... ¿qué sucede?- Le pregunta esta vez Iroh, quien está cada vez más asustado.
-Es algo... increíble.- Declara el joven monarca, tragando difícilmente.
-¡Y maravilloso, así que quiten esas feas caras!- Exclama Noni, llegando saltando de alegría.
-Voy a ser padre...- Termina por decir Zuko, quien sigue completamente trastornado.
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-Ah, si tú lo dices... se lo intentaré decir en estos días. Pero tiene que ser muy especial, y creo que la llevaré de paseo a nuestra Isla, en el atardecer, espero que le guste.
-Katara ama esas cursilerías, te adorará aunque sea en un baño público.- Ríe Sokka.
-Oye, no te burles... era mi primer idea.
-¿En serio?- Se sorprende el guerrero del sur, centrándose en el monje sentado a su lado.
-Jajaja, claro que no. Esa te la dejo para ti con Suki, y hablando de ella ¿no han puesto fecha?
-Pff, ¿fecha? Claro que no... vivimos separados por miles de kilómetros, ni loco pienso en eso.
-¿No han pensado en mudarse juntos? Los 30 se acercan...- Canturrea Aang con cierto tono que molesta a Sokka, pero lamentablemente muy a su pesar tiene razón. El tiempo pasa, y su relación con Suki no se fija en ningún tiempo o lugar, y eso le desanima un poco.
Finalmente Katara y Toph regresan del baño, ambas parecen estar muy felices, y le contagian su alegría al joven adulto maestro aire. Sokka, por su lado, decide continuar su desayuno sin cruzar muchas palabras con el resto, y cuando todos terminan éste se levanta sin más, se despide y se marcha del gran salón de comidas.
-¿Qué les pasa a todos hoy?- Pregunta Toph, a la vez que acompaña a sus amigos a dejar las bandejas hasta la cocina. Han desayunado en los comedores del Hotel "Cuatro Elementos".
-Mm, ¿cómo que a todos? Sólo Sokka está actuando raro.- Le dice Aang, riendo nerviosamente.
-Sé que mientes, chico... ah, deben ser sus dramas amorosos, nada que me importe.
-Sí, algo así.- Comenta el joven Avatar de 22 años por lo bajo, alertando a Katara.
Una vez ya han dejado las bandejas en la mesa junto a la cocina, los tres amigos se marchan fuera del gran salón de comidas, saliendo y caminando por los pasillos del Hotel.
-Katara, ¿te gustaría ir y pasear por la Isla hoy? Solos tú y yo, estamos a un par de meses de mudarnos y quiero ultimar algunas cosas.- Le pregunta y explica Aang, rodeando su cintura.
-¿Qué? Eh, mm... claro, amorcito.- Responde ella muy animada, aunque a la vez un tanto preocupada. Con tal de que su novio no sospeche nada besa su mejilla.
-Toph te invitaría, pero...
-No se preocupe Señor "TengoAlgoImportanteQueDecir", hoy volveré a la Jefatura.
Volviéndose completamente rojo de la vergüenza, Aang ve con profundo odio a su amiga. Claro que ella ya se ha percatado de que ha estado nervioso y mintiendo toda la mañana, y Sokka ya le habrá comentado en algún momento del desayuno, sus planes de declararse ese día.
En cuanto el grupo llega hasta dos ascensores ven que la feliz pareja subirá nuevamente a las habitaciones para prepararse correctamente para su salida, mientras que la joven ciega ya está lista con su uniforme y abrigo encima para salir a las calles de Yu Dao.
-Nos separamos aquí.- Dice Toph, guardando sus manos en sus bolsillos.
-¡Patea muchos traseros criminales, compañera!- Exclama Aang, guiñándole un ojo.
-Ten suerte, Toph, y gracias de nuevo por lo de antes...- Le dice Katara, dándole un corto abrazo, al igual que Aang lo hace unos pocos segundos después.
Yendo por su lado, Toph sube a un ascensor y, una vez las puertas se cierran, espera a que esa caja metálica baje la cantidad de pisos que le ordenó. Pasan un par de minutos cuando por fin las puertas vuelven a abrirse, por lo que Toph sale de ahí y camina en mitad de la Recepción.
-¡Mira mami, es Toph Beifong!- Oye un pequeño grito por detrás, quizá de algún niño.
Sin detenerse, Toph continúa su camino hasta la salida del gran edificio, en donde la gente que va de aquí hacia allá no para de mirarla en ningún momento. Caminando a través de la ciudad un par de cuadras, Toph siente a su alrededor docenas de nuevos edificios que no recordaba, las calles peatonales están colmadas de personas, algunos paseando y otros corriendo.
Finalmente llega hasta la Estación de Trenes, en donde tomará uno para llegar más rápido a la Jefatura. Tras comprar su boleto y saludar a algunas personas, la mujer ciega entra en el vagón correspondiente, tomando asiento y comenzando la espera. Ya casi será mediodía...
-No puedo creer que la vida vuelva a reunirnos, querida Toph Beifong.
Reconociendo al instante su voz, una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro de la Jefa de Policía.
-Vaya, vaya... pero si no es Satoru, Jajaja, me da gusto volver a verte, rulitos.
-¿Rulitos? Jaja, no suenas para nada a la ruda Jefa de Policía que todos dicen que eres.
-Así que has oído de mí.- Sonríe ella, echando su cuerpo atrás.
-No es sorpresa que tu nombre provoque pánico ante los malhechores de Yu Dao.
-Sí, me he ocupado de que esas sucias ratas me respeten.- Dice, presumiendo de su poder.
-Esperaba encontrarte antes, sinceramente, pero apenas he llegado las noticias de tu viaje a la Nación del Fuego me han decepcionado un poco.
-Así que no vives hace mucho en Yu Dao.- Supone Toph de inmediato.
-Exacto, me mudé aquí con mi tío hace mes y medio, pero tú y tus amigos ya se habían ido, una pena. Según tengo entendido tuvieron algunos problemas en la Nación del Fuego.
-La loca Azula regresó junto a una organización terrorista.- Explica brevemente la Jefa.
-Esa mujer es increíble, ¡soy su fan! Es invencible.
-Eso es porque no he tenido un encuentro claro con ella.- Ríe Toph.
-Eres muy poderosa, pero Azula puede volar, y eres débil ante ataques aéreos.
Quedándose helada ante esa respuesta, Toph frunce el ceño y decide mirar a otra dirección del tren, mostrándose un poco ofendida. No le gusta pensar que hay otros más fuertes que ella...
-No era mi intención que reaccionaras así... Ah, Toph, ¡por favor!- Oye por parte del joven frente a ella, pero ella decide permanecer en esa posición. –Qué inmadura eres.
-¡¿Yo inmadura?! ¡¿Acaso quieres ir a prisión, muchacho?!- Grita Toph, poniéndose en pie.
-¿Muchacho? Soy seis meses mayor que tú, Jefa Inmadura.- Le responde Satoru.
-¡Pon tus manos, serás mi primera víctima de hoy!- Vuelve a levantar la voz la feroz mujer, alertando al resto de los pasajeros, los cuales no son muchos, pero igual son unos cuantos.
-Ah, Toph... si vas a ser así de irrazonable en tu tan respetado puesto, preferiría que el actual Jefe Interino continuase y se volviese Jefe permanente. Estás un poco fuera de control.
-¡Tú eres quien está un poco fuera de control, sanguijuela de pantano!
De repente el andén del tren se detiene, por lo que Satoru se pone en pie. Dedicándole una última mirada, suelta un suspiro, caminando hasta la entrada y saliendo a la Estación. Toph, por su lado, decide no seguirle, pues sabe que el sujeto en parte tiene razón. En las últimas horas ha estado un poco fuera de control, sobresaltada, impaciente, y pesada... debería calmarse.
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Tras haberse levantado y pasado el desayuno junto a sus amigos, Sokka ha vuelto antes que el resto a las habitaciones, encerrándose en la que le corresponde y echándose en la cama un poco agotado. La noche ha sido muy larga, y su cuerpo le pide a gritos unas horas más de descanso.
No es que le moleste dormir, lo que le molesta es que perderá un valioso tiempo, tiempo que debería aprovechar para otras cosas, como el preocuparse por su relación estancada con Suki, o comenzar a planear su mudanza la cual, espera, no se tarde más de un par de semanas.
Quiere realmente asentarse en su propia casa para comenzar a trabajar y vivir en paz de una buena vez por todas. Se lo merece... Cree que tanto él y como el resto de sus amigos, después de lo vivido en la Nación del Fuego con Azula, Ur y el Loto Negro, merecen un poco de tranquilidad.
No es que no le guste ser un gran y valiente guerrero, sólo que en algún momento de esos diez pasados años se dio cuenta de que no era su destino estar al frente en el Campo de Batalla. Por supuesto que ama pelear, y lo volvería a hacer en cualquier conflicto que se presente, pero se ha percatado de que no quiere estar siempre luchando, tal y como su padre el Jefe Hakoda.
Tener su propia casa en los suburbios de la ciudad, traer a Suki, casarse con ella y vivir una vida tranquila, sin dudas eso sería lo ideal para él. Trabajar como funcionario del Gobierno de Kori, ayudar a Toph en algunos casos de extrema importancia... ¿Niños? ¿Para qué? No le gustan.
Acomodándose en la cama, Sokka se queda boca arriba, mirando hacia lo alto del techo de su habitación. Soltando un corto y profundo suspiro, posa su mano sobre su estómago y se dedica a pensar un poco. Dicen que pensar demasiado es malo, pero él no lo ve así, el pensar él lo ve como un momento de soledad y libertad individual, la hora feliz del día...
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-Nico-