Daniela Calle y Maria José Garzón empiezan una amistad a través del concierto de Justin Bieber, sus caminos se van trazando sin darse cuenta para estar juntas.
Pero varias situaciones que van pasando a través del tiempo pone a prueba la fuerza de s...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Maratón 3/6
Pov Calle
— ¿A dónde vamos? –pregunté curiosa. —Confía en mí, D. Nos vamos a divertir esta noche.
Mauricio estuvo conduciendo por unos veinte minutos antes de entrar a un lugar de comida rápida, pedimos un par de hamburguesa, refrescos y un postre que este caso era para él. Volvimos al camino y yo seguía sin saber cuál sería el destino que mi loco amigo tenía preparado para mí.
Desde que lo conocí hicimos click de inmediato, toda su personalidad se acopló a la mía y supimos que seriamos mejores amigos para siempre.
Cuando le conté acerca de mi pasado y de mi gran desilusión amorosa él no dudo en decirme que haría lo imposible porque yo me fijara en otra persona. Y a pesar que me he acostado con varias, nunca volví a hacer el amor como con María José.
— Bien, cariño. Llegamos –estacionó el auto en una parte privada del Rogers Centre.
— ¿Qué hacemos en un estadio, Mau? –rodeó el auto y abrió la puerta para yo salir.
— Pues... hoy nos vamos a divertir, ya te lo dije, así que permítame llevarla, señorita Calle –hizo una reverencia y extendió su mano.
— Eres un idiota –sonreí rodando los ojos y tomé su mano —no es por dañarte el plan, Mau pero es que a mí no me gusta el béisbol.
— ¿Quién te dijo que veríamos un partido de béisbol, D? Sabes que a mí tampoco me gusta, a pesar que me encanta ver a los beisbolistas sudando y corriendo. Pero prefiero verlos en la comodidad de mi casa.
— ¿Entonces? –pregunté totalmente confundida.
— ¡Estamos en un concierto! –habló abriendo sus brazos hacia el lugar.
— ¿Qué?
— Sé que te encanta la música y te va a encantar la que se va a presentar hoy.
— ¿Quién es?
— Eso será sorpresa, querida Calle. De momento vamos al camerino que tengo pases especiales para poder tomarme una foto con ella –me mostró los tickets emocionado –reí y negué con la cabeza.
— Eres todo un fan. Quién lo diría –comenté de forma burlona —debe ser muy buena para que el Sr. Mauricio Atwood tenga tanta emoción al punto de querer una foto.
— ¡Te lo aseguro! Vamos, camina rápido –jaló mi brazo en sentido a los pasillos que comunicaban con el backstage.
Caminamos o, mejor dicho, corrimos gracias al desespero que sentía mi amigo, el cual al parecer mientras más se acercaba a la cantante, más nervioso se ponía.
