Capítulo 30 - Street Company

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— Yo también te extrañé, hermanita. Estoy bien, gracias por preguntar ¿y tú?

— Calle, no estoy de humor para tu sarcasmo.

— Lo noté, Juliana. Acabo de bajar del jet, estoy camino al apartamento. ¿qué ocurre?

— La reunión con el Sr. Andrade se adelantó, ven directo para la oficina.

— ¿Qué? Juliana, tengo que bañarme, cambiarme... voy después para allá.

— Daniela, te cambias aquí. Vente ya.

— Pe...

— ¡YA! -Y sí, me dejó con la palabra en la boca.

«Increíble» –pensé. ¿Quién se creerá ese tal Andrade para adelantar la reunión? Yo soy la dueña de la empresa, no puede darme órdenes.

Aún con toda mi obstinación e indignación cambié la ruta tomando el camino que me lleva a la empresa. Si no fuera porque Juliana está al borde del colapso, haría que el tal señor ese esperara todo el día por grosero.

En el portón de la entrada me recibió Jorge, un hombre de unos 50 años, su cabello canoso y sus arrugas denotaban el paso de los años, llevaba trabajando ahí desde que yo tenía 18, ahora con mis 27, lo veía como alguien muy cercano a mi familia pues siempre había demostrado lealtad y compromiso.

— ¡Hola, Jorgito! –lo saludé.

— Señorita Daniela, que gusto tenerla nuevamente por aquí –me mostró una sonrisa sincera.

— Sí, también extrañaba mi empresa, te traje algo –me volteé al asiento trasero donde tenía varios regalos para mis amigos, agarré un paquete y se lo di —espero que te guste, Jorge.

— Muchas gracias, señorita. No tenía que molestarse.

— No fue ninguna molestia, por favor dale mis saludos a Beatriz y los chicos, estoy segura que Ramón se muere de ganas de verlos otra vez.

— Seguro, señorita. ¡Que tenga buen día!

Puse en marcha mi auto y me estacioné en el lugar que estaba reservado para la presidente de Street Golf me di un último vistazo en el retrovisor, acomodé un poco mi cabello, me coloqué unas gafas oscuras y me bajé. Al llegar a las puertas del edificio le di las llaves a Mauricio, el encargado de la seguridad y le pedí que bajara mis cosas y las subiera a mi oficina, el asintió y yo continúe mi caminar, todos me saludaban amablemente, entre en el ascensor y presioné el piso ocho que era el de la oficina de Juliana.

Apenas se abrió la puerta metalizada pude sentir la tensión en el ambiente, todos caminaban de un lado a otro, buscando papeles, imprimiendo documentos, no entendía nada. Caminé a la oficina de mi hermana y sin pedir permiso abrí, dejándome ver a Juliana de espalda viendo por el ventanal, su oficina y la mía tenían las mejores vistas de todo el edificio.

— Hola, sis. Ya me tienes aquí –ella se giró y una sonrisa se dibujó en su rostro.

— ¡Dani, que bueno que ya regresaste! –se acercó y me abrazó muy fuerte.

— Yo también te extrañé, hermanita.

— Ha sido una locura estos últimos meses, mi papá ha estado viniendo constantemente desde que no estás porque aparentemente tiene un súper negocio entre manos.

— ¿Un negocio? Pero no me ha comentado nada, las veces que hemos hablado no me ha dicho nada de un negocio.

— Tú sabes que desde que dejó Street Golf en nuestras manos él se dedicó a otros negocios, tiene varias empresas que han crecido muchísimo en poco tiempo y aparentemente está buscando una alianza con ese señor Andrade.

Detrás de las Cámaras | Caché | TERMINADAWhere stories live. Discover now