Now or Never

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//Narra Kevin//

Ayer había sido mi primera sesión en el Instituto de Rehabilitación. Había ido contra mi voluntad, sin embargo, no puedo negar que disfruté bastante de la piscina en la que mi Doctora, Kelly Williams, insistió en sumergirme. Nadar, o al menos intentar hacerlo, fue agradable. Es cierto que no fui capaz de sentir que podía controlar mis piernas, pero al menos por un instante, no me sentí como el inválido de todos los días. Había sido una experiencia grandiosa.

Hoy esperaba algo parecido, dentro de mí contaba con que fuera como una rutina diaria, una especie de entrenamiento que se repitiera todos los días, para que, en mucho tiempo más, yo pudiera al menos mover un dedo del pie. Papá me había dejado solo en la Sala de Espera, mientras él se iba a trabajar. Llevaba algunos minutos pensando en la piscina cuando una mujer joven, de menos de treinta años y más de veinticinco, se allegó a mi lado. De inmediato reconocí sus largos cabellos rubios y sus hermosos ojos celestes, que parecían brillar cada vez que sus labios esbozaban una sonrisa.

* ¡Buenos días, Kevin!- me saludó Kelly, ofreciéndome su mano derecha, la que yo tomé presuroso- Me alegro de verte hoy nuevamente.-

* Buenos días.- respondí con una sonrisa, pero ni remotamente parecida a la de ella, que parecía iluminar toda la habitación.

Kelly se sentó en un asiento desocupado al lado de mi silla de ruedas. Aún me tenía tomado de las manos, pero a mí no me molestaba, ya me parecían transmitirme un calor que me hacía falta. Me sentí feliz de conocerla.

* Hoy tengo planeado algo distinto a lo que hicimos ayer.- me contó, sin dejar de sonreír.

* ¿Eso quiere decir que hoy no habrá piscina?- pregunté, algo acongojado.

* Así es.- respondió Kelly- Pero no te preocupes, que mañana Miércoles puedes volver a nadar un poco.-

* A intentar hacerlo, querrás decir.- la corregí, apesadumbrado.

Lo cierto es que ayer más bien había hecho el tonto dentro del agua, sólo flotando y aleteando para ir de un lado a otro sin necesidad de usar las piernas. Aún así, los ayudantes que me sujetaban decían que lo estaba haciendo bien. Obviamente, no me había dado el trabajo de creerles.

Kelly hizo un gesto para poner detrás de su oreja un mechón rebelde de su cabello, y, acto seguido, se puso de pie y comenzó a empujar mi silla por los mismos pasillos que recorrimos ayer.

Se me hacía extraño que, con sólo acudir un día a las sesiones, el Instituto y sus habitaciones se me hicieran tan familiares. Era algo que no me esperaba y me sorprendía bastante. Un rato después de dejar el ascensor que nos trajo hasta el sexto piso, hicimos ingreso a una oficina que yo ya conocía: La de la Doctora Kelly Williams.

Al igual que ayer, ahí estaba la moderna mesa blanca que ella usaba de escritorio, y que era adornada por las fotografías de su familia y un florero en una esquina. Había algunos papeles encima, pero todos estaban correctamente ordenados. Kelly me dejó de un lado del escritorio, mientras ella caminaba hacia la pared opuesta, para sentarse en su cómodo asiento de cuero, y, de paso, abrir un poco las ventanas, para que ingresara algo de aire a la estancia.

* ¿Te gustó nadar ayer?- me preguntó dulcemente, cuando se hubo sentado.

* Digamos que fue divertido.- le respondí con sencillez.

Ella me sonrió. No sé por qué, pero yo no demoré en devolverle el gesto.

* Me parece que hoy estás más animoso que ayer.- observó Kelly, luego de un minuto de silencio, durante el cual yo escudriñé la habitación, mirándola disimuladamente.

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now