Mi Nombre Es Joe... ¿Lo Puedo Ayudar En Algo?

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//Narra Joe//

Lo confieso, me he vestido de rosado antes, pero no son tonos como goma de mascar o algodón de azúcar, esos sí que me disgustan, porque te ves empalagoso como un caramelo =S. Metí una mano dentro del casillero con los ojos cerrados, para sacar luego el uniforme antes de verlo siquiera. Cuando lo tuve frente a mí, abrí los ojos con demasiado temor.

¡Dios! ¡Era rosado! Y cuando digo rosado, quiero decir [b]ROSADO[/b] como la goma de mascar más dulce que se puedan imaginar. Nunca he temido hacer el ridículo frente a la gente, pero cuando lo hago es por diversión. Con este traje pareceré duende de una aldea donde las casas son de chocolate y los ríos de gaseosa. Se los describo para que sientan piedad de esta pobre alma castigada.. u.u … Es una camiseta… mmm ¬¬, rosada, con las mangas cortas y un bolsillo para bolígrafos en el lado superior derecho; un pantalón… ¬¬’rosado, del mismo ancho de cabo a rabo y con los bordes bien marcados por la plancha; también tengo que usar zapatillas… ¬¬” rosadas, atadas con cordones… rosados ¬¬””… y un reloj, adivinen de qué color??

El hecho es que aunque fulminara a mi uniforme con la mirada y le hiciera muecas de desagrado, éste no iba a cambiar su color, por temor a “desentonar” con el resto de “Pink Girls”. Caminé hacia los vestidores de los empleados y me lo calcé rápidamente, antes que me arrepintiera de ponérmelo. Vi mi reflejo en el espejo. De verdad daba lástima verme disfrazado de goma de mascar ambulante.

Cuando iba a guardar mi ropa (mi querida ropa) en el casillero antes de empezar mi turno, Amanda se allegó a mi lado y me entregó una placa identificatoria de metal después de hacer vanos intentos por no reírse de mí y mi vestimenta ridículamente rosada.

* Ríete si quieres.- le dije al notar que no podía impedirlo.

Enganché la placa sobre el bolsillo de la camiseta, y sonriendo con pocas ganas, me fui a poner detrás del mesón de atención, a un costado de la tienda. Sin embargo, cuando Amanda me vio ahí, me explicó dulcemente.

* Lo siento, Joe, pero tú trabajarás ordenando las estanterías y ayudando a las clientas cuando quieran ver los productos, también tendrás que recordar algunos precios referenciales, pero del dinero me encargo yo… todos comenzamos desde abajo en “Pink Girls”.-

* Ok.- respondí sin ánimos de nada.

Así comencé mi primer día en el nuevo empleo. Ordenando peluches que las “clientas” dejaban fuera de sus lugares luego de darles un vistazo. Eran impresionantes las cosas que ahí había, nunca creí que fueran a existir algunas de ellas. Y aunque el color comenzaba a aburrirme, creo que algunos de los productos de “Pink Girls” eran lindos… y se verían hermosos si una persona como Annie los llevaba puestos… ¿por qué mi mente vuelve a Annie como si yo fuera idiota? Debo recordarlo, ella tiene novio…

Tanto rosado empezaba a marearme cuando alguien me haló el pantalón. Me di la vuelta y, mirando hacia abajo, descubrí a una niña de no más de ocho años vestida enteramente de rosa, que me sonreía. Era mi primera clienta, así que le devolví la sonrisa, como buen trabajador.

* Me llamo Joe… ¿en qué te puedo ayudar?- me presenté, para que sintiera confianza.

* No mientas.- dijo, sorprendiéndome- Te llamas Went.-

* ¿Went?... No, mi nombre es Joe.- traté de explicarle, pero ella era muy testaruda.

* Tu placa dice “Went”, así que te llamas Went, no Joe.-

¿Algo podía ser peor? La placa ni siquiera tenía mi nombre, sino el de un tal Went. Apenas termine mi turno, iré a pedir explicaciones a Molly… sólo espero que no me despida por mi “rebeldía”.

* Está bien, por ahora soy Went.- me rendí al fin, pues tenía que vender y no discutir con la clientela por cómo me llamo- ¿Qué quieres ver?-

* Ese peluche de ahí.- respondió indicando uno que estaba sobre una estantería que estaba demasiado alta para mí.

* ¿No te gusta éste de aquí?- quise saber, enseñándole uno que estaba al alcance de la mano. Era un conejo rosado, casi igual al otro.

* No, ése es de un tono más bajo de rosado… Yo quiero el que está hasta arriba.-

Ni modo, como dicen todas las tiendas, “el cliente siempre tiene la razón”. Fui por una escalera a la bodega, todo para bajar el dichoso conejo de la última estantería. Sólo espero que su precio valga la pena mi esfuerzo.

Luego de un minuto regresé con la escalera, la instalé y subí los escalones hasta alcanzar el estúpido peluche. Sonriendo, aunque no tenía ganas de hacerlo se lo entregué a la niña, pero ella me miró confundida.

* Quiero el de al lado. Te equivocaste.-

Resignado y con ganas de matarla, subí una segunda vez. Espero acertar esta vez, porque no me pagan por subir las escaleras. Le di un vistazo a la estantería, para mí todos los conejos de peluche eran exactamente iguales. Tomé cualquiera y volví a bajar, una vez más.

* ¿Este sí es?- pregunté, de nuevo fingiendo una sonrisa. Esta clienta me crispaba los nervios.

* Ese quería antes.- me explicó, con otra sonrisa- Pero lo pensé mejor mientras subías, y mejor me llevo el que me habías recomendado al principio, este que está aquí- tomó el conejo que estaba abajo- además es más barato.- sonrió de nuevo.

* De acuerdo.- respondí, aguantando la rabia.

* Gracias, Went.- dijo, caminando hacia el mesón donde atendía Amanda.

Sólo espero que el resto de las clientas tengan más tacto y se decidan más rápido, pues con esta ya estaba cansado y molesto. ¡Había jugado conmigo y yo tenía que hacerle caso, para que comprara de una vez!

Dejé la escalera en la bodega y retomé mis deberes. Otra vez ponía en orden objetos rosados, cuando una persona me tocó el hombro. ¿Acaso era la niña indecisa de nuevo? No, ella era más pequeña. Me volteé y me la encontré. Hace tiempo no la veía, y a decir verdad, mi corazón se aceleró cuando la vi.

* ¿Tú aquí?- pregunté, mientras trataba inútilmente de no sonrojarme.

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now