Inesperado

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//Narra Nick//

El Sr. Smith me había atrapado en medio de la fuga maestra [xD] y prácticamente me arrastró de vuelta a la escuela, pues yo no regresaría por propia voluntad.

Me dejó solo en el pasillo, sentado en una silla para nada cómoda, mientras él entraba a la sala de Dirección a dejar constancia de mi irresponsabilidad y falta de respeto hacia los mayores y también hacia los valores de la Privada. Ya no quedaba nadie en la escuela, ya que mi mala suerte había conseguido que me “atrapara” poco antes que las clases terminaran aquel día.

Mil ideas me daban vueltas en la cabeza. ¿A quién me acusaría el Sr. Smith? ¿Le diría a Mamá o a papá? Eso me aterraba, pues mi padre ya me había castigado enviándome de regreso a la escuela en lugar de seguir con los exámenes libres. Si se enteraba de lo que había hecho esta vez, ¿cuáles serían las consecuencias? ¿Me echaría de la casa?

En una interminable media hora, el Sr. Smith me hizo pasar a la sala de Dirección, donde el Rector de la Privada me dio una charla sobre principios y buenos modales, necesarios para cualquier alumno de la escuela. Lo que escuché, me entró

por un oído y me salió por el otro. El miedo al futuro castigo me tenía en ese trance, sin ser capaz de retener nada en la cabeza.

Las manos me temblaban mientras rogaba en varias religiones que no fuera mi padre a quien llamaron las autoridades de la escuela. Pues tal parece que esta vez los santos no estaban de mi parte, o estaban muy ocupados para ayudarme. De pronto, la sala de la Dirección se abrió. Mi padre entró sin ánimos y me dio una mirada colmada de reproches.

Al menos yo estaba sentado en una silla, o de la pura sorpresa y el temor, me hubiera desvanecido sobre el suelo.

* Qué bueno que llega, Sr. Jonas.- manifestó el Sr. Smith mientras estrechaba la mano de mi padre y le sonreía como una serpiente.

//Narra Annie//

Ni siquiera sé bien por qué le respondí el beso. Fue algo que yo no decidí, un impulso que mi corazón me obligó a realizar. Pero al mismo tiempo, no me arrepiento que haberlo hecho. Sus labios rozaban suavemente los míos, con cariño y delicadeza. Todo lo que no pertenecía a nuestra nube de perfección desapareció de nuestra vista. Sólo estábamos él y yo, fundidos en un beso mágico con sabor a felicidad.

Yo seguía llorando, pero me era difícil saber si era por alegría o por tristeza. Las lágrimas se me escapaban solas, como si no supieran contenerse. Los labios de Joseph siguieron entrelazados con los míos, hasta que súbitamente él comenzó a alejarse. Pensé que lo había hecho por decisión propia, pero me equivoqué. Alguien nos había separado a propósito.

* ¡Déjala, imbécil!- gritó Chris de pronto, tomando a Joseph del cuello de la chaqueta.

Sí, Chris. El mismo que nos salvó a mí y a Nick de morir ahogados en el río hace algún tiempo; el mismo que esa misma noche se invitó a mi casa para protegerse de la lluvia. Era extraño verlo ahí, involucrándose con nosotros de ese modo.

Joseph se liberó como pudo de Chris, y se le paró en frente, con fiereza. Ambos eran muy altos, pero Chris le ganaba a Joseph en algunos centímetros, debido a ser mayor unos cuantos años, por lo que el hermanito Jonas se veía algo debilucho parado frente al deportista nato que era Chris. Yo estaba parada a un lado, sintiéndome inútil y con la impotencia embargándome a raudales.

* ¿Quién eres tú?- preguntó Joseph con la voz firme y ruda.

* Eso no importa… Nada más deja a Annie en paz…-

* … Chris, basta…- le pedí, nerviosa, pero supongo que ninguno de los dos me escuchó, pues siguieron su “conversación”.

* ¿Qué la deje en paz?... ¡No le he hecho nada malo!...- explicó Joseph, ya casi con la paciencia agotada.

* ¡¿Acaso no la ves?! ¡La tienes llorando!... Y dices que no le has hecho nada malo…-

* No te metas donde no te llaman…-

* ¡¿Y tú crees que no me voy a involucrar si le haces daño?!-

Chris estaba cada vez más enojado, más crispado. Se le notaba por cómo se le marcaban las venas en el cuello y la frente. Lo conocía casi nada, pero algo me decía que estaba lo suficientemente ofuscado como para hacer algo de lo que después se arrepentiría.

* ¡Ya te dije que no le hice nada malo! ¡Fue sólo un beso!- respondió Joseph, secamente.

Al parecer esas palabras terminaron por provocarlo, pues de un momento a otro, tomó a Joseph por el cuello de la chaqueta y lo levantó unos cuantos centímetros del suelo, hasta tenerlo a su altura. Lo miró a la cara mientras gruñía como un animal que está a punto de atacar. Chris empuñó una mano, listo para golpear…

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now