Joe Jonas

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//Narra Joe//

En teoría, el dichoso vehículo sí estaba; pero en la práctica, no era el único que estaba ahí agolpado, esperándonos en medio de esta noche heladísima. La calle parecía un caótico mar congestionado hasta lo inimaginable de automóviles y furgonetas de decenas de periodistas, con sus camarógrafos registrando toda la acción. Apenas las puertas del CC se abrieron y nos dejaron a la vista y paciencia de ellos, se nos abalanzaron como bestias hambrientas.

* ¿Qué es todo esto?- alcancé a preguntar yo, extrañado, antes que un reportero me pusiera un micrófono cerca del oído.

Por alguna razón que mi inconsciente conocía mejor que yo, aún llevaba puesta la cabeza de conejo que tan ridículamente me sentaba. Ver esa imagen me hizo recordar lo que he llamado “mi antigua vida”, aquella en que con mis hermanos éramos parte de un ambicioso proyecto, que si bien dio frutos, también trajo tristezas… y ahora, sólo era un hermoso recuerdo, desvanecido por el tiempo que había transcurrido desde que Kevin dijo que Jonas Brothers era historia pasada. Por eso mismo, por ahora estar viviendo como cualquier chico de mi edad, no esperaba que el hecho provocara tal algarabía…

* Los reporteros haciendo su trabajo.- me respondió el Comandante, simple y llanamente, despertándome de mis divagaciones absurdas.

Los periodistas nos lanzaban sus preguntas a una velocidad que no me parecía propia de humanos, y nos ponían los micrófonos en cualquier parte, menos nuestras bocas; cómo si de pronto, y sin saberlo, fuéramos capaces de hablar por los ojos. La mayor parte del interrogatorio al que estábamos siendo sometidos, y que ya nos hacía sentir estrellas de Hollywood, era para el Comandante Poffan y para Molly, aunque ninguno de ellos dos había estado presente en carne y hueso en medio del asalto. Supongo que haber sido testigo presencial de nuestra “casi muerte”, me hace a mí o a Amanda, pero no a Molly la fuente más confiable a la hora de declarar. De todos modos, no me molestaba estar siendo olímpicamente ignorado por sus acosos que en otros tiempos tan comunes se habían vuelto. El televidente en su casa, prefería mil veces la versión detallada del Comandante y el relato verídico de la dueña de la tienda. ¿Qué diablos vienen a importar la vendedora, el tipo en el disfraz de conejo y el indemne e improvisado héroe?

Amanda me había tomado de la mano sin yo darme cuenta en lo más mínimo. Aún se veía confusa y nerviosa, sus ojos brillaban producto de la emoción contenida. Suponía que los recuerdos del reciente asalto aún permanecían vivos en su mente, lo cual no era nada difícil, ya que disfrutábamos de esta “nueva oportunidad” hace sólo algunos minutos; pero pronto, por algo que podría considerar inspiración divina, recordé que la única vez previa a esta en que mi compañera de labores en “Pink Girls” se había visto enfrentada a cámaras y micrófonos, fue cuando se enteró de la invalidez de mi hermano y del final de su relación. Un momento nada grato, si me lo preguntan.

Cavilaba sobre eso, y al mismo tiempo, pensaba en el daño que mi hermano le había hecho a su ex novia, quizás sin sopesar verdaderamente cuánto significaba para ella la separación. Yo sabía, porque era imposible no notarlo, lo mal que ella llevaba la idea de vivir sin Kevin, ahora que él más necesitaba la ayuda y el apoyo de sus seres queridos. Sin embargo, había sido él, quien, por motivos que aún desconozco, la desplazó sin mayores detalles. Amanda sufría mucho, y era obvio que aún no encontraba el consuelo que necesitaba, ya que su sonrisa tan alegre no se había vuelto a ver iluminando su rostro angelical.

Mark iba a su lado izquierdo, con el semblante sereno y la mirada fija en el horizonte, con ese andar despreocupado que le era tan propio. Estaba tan agradecido con él, que no me alcanzaban las palabras para manifestarle cuánto le debía, y tampoco, para mi desgracia, había nada que pudiera hacer para devolverle el favor. Sin darnos cuenta, nos habíamos alejado un poco del foco de acción donde los periodistas hacían su trabajo, llenando de preguntas a Molly y al Comandante. Sin embargo, de la nada (más bien dicho, de entre los automóviles estacionados al costado de la calle), casi como una sombra, un periodista y su camarógrafo se dejaron caer prácticamente sobre nosotros tres.

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now