Dolor

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//Narra Nick//

Papá se sentó en un asiento que le ofreció el Sr. Smith, a mi lado, pero ni siquiera volvió a mirarme. Supongo que estaba decepcionado de mí, y realmente no lo culpo. Si es que alguna vez él pensó que yo era un hijo modelo, pues eso ya no es así. He cometido demasiados errores para ser perdonado. Simplemente, de un momento a otro, el Nick que todos conocían dio paso a éste otro, uno que cada día desencanta más.

Mientras los adultos conversaban, yo me hundía más y más en mi silla, sintiendo que el mundo a mi alrededor se volvían inmenso y me apuntaba con el dedo. Las fotografías de los antiguos Rectores que estaban colgadas en las paredes [pasada a Harry Potter xD] me daban miradas severas, en las que me reprochaban mi irresponsabilidad.

Intentaba escuchar qué era lo que el Sr. Smith y el Rector de la Privada le decían a mi padre, pero no podía. Mis oídos se negaban a cumplir su función. Todo en la habitación comenzó a darme vueltas en círculos, mientras la cabeza me dolía y casi explotaba. Me la tomé entre las manos, y comencé a sentir escalofríos. Papá me observó e intentó calmarme, sin embargo, fue en vano. La molestia se volvía insoportable, las voces se escuchaban como si todos hablaran por parlantes al mismo tiempo. Mi cabeza iba a explotar dentro de poco, si esto no se detenía.

Era algo incontrolable. Los ojos se me empañaban al momento que yo gritaba de dolor. Me puse de pie enloquecido. Sentía que los demás me preguntaban qué ocurría y yo no podía responder. Pasé a llevar la mesa y boté algo al suelo… Sea lo que haya sido, tenía fuego… Las piernas no me respondieron más y caí al suelo… A un costado mío, la alfombra comenzó a arder… Los ojos se me cerraron solos, mientras el dolor agudo no me dejaba en paz…

//Narra Kev//

Me aburría en casa. Hace dos días me habían quitado el cuello ortopédico, pero el Doctor había dicho que seguiría con el yeso en el brazo por algún tiempo más, para evitar lesiones posteriores. No quería hacerle caso, pues ya bastante débil me veía sentado en mi silla de ruedas; pero, siendo realistas, no podía tomar algún objeto cortante y sacarme el yeso por mis propios y pocos ortodoxos medios.

Había hecho una costumbre el mirar por la ventana de mi cuarto. Era en cierto modo un privilegio, pues podía observar a las personas que pasaban fuera de mi casa, sin que ellos me vieran a mí. Ya no quería que nadie me viera sentado como un inútil al que ni siquiera sus piernas pueden levantar.

Estaba atardeciendo, el Sol teñía el cielo de arreboles a los lejos. Me mantuve junto a la ventana un rato más, pues sabía que Amanda ya regresaría a su casa. Cada vez que la veía mi corazón se estremecía y me rogaba que de alguna manera llegara hasta ella y le robara un beso, como en aquellos tiempos. Pero mi orgullo me lo impedía. Ya había tomado la decisión de verla feliz con otro, y su felicidad no contemplaba necesariamente la mía.

Todos estos días, Amanda siempre llegó acompañada de Joe. Tal vez se estaban volviendo buenos amigos, ya que conversaban y reían muy animados… Al menos eso quería pensar. Ninguno de los dos podía estarme traicionando así, ¿verdad? Aunque yo dejé ir a mi Amanda, para que ella encontrara a su príncipe azul… ¿por qué éste tendría que ser justamente mi hermano?

//Narra Joe//

Vi que el puño rudo de Chris se abría camino hacia mí, y cerré los ojos con temor. ¡Ok, esa no fue la actitud más valiente, pero entiendan! Un musculoso de casi dos metros me tenía parado en las puntas de los pies para acercarme un poco a su monstruosa altura, mientras, como un energúmeno, quería golpearme. Esperé el puñetazo con nerviosismo, pero estaba demorando demasiado en llegar.

Abrí los ojos de a poco y vi que Annie estaba tratando de interponerse entre nosotros, mientras lloraba desesperada y le pedía que no me hiciera nada. Chris la miró, pero no quería soltarme.

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now