Malas Noticias

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//Narra Nick//

Mi hermano era un bruto. Me golpeó como si yo fuera un asesino o algo peor, y mereciera las penas del infierno. Me dejó heridas que no dejan de sangrar profusamente; pero la pelea no sólo me dejó marcas físicas. Joe, con sus golpes, me hace pensar y reconsiderar las cosas. Amo tanto a Lucy, que cuando la veo cerca de mí, simplemente pierdo la razón, como un loco maniático que sólo sabe amar.

De pronto olvido lo que le sucedió a Kev por mi culpa… de la nada y todo pierde sentido si me encuentro con Lucy. Ella es como una droga para mí, me desespera no tenerla, pero besarla me enloquece. Todo el paraíso que me ofrece no es más que una fantasía… fantasía o no, yo no sé resistirla.

Lucy es mi ángel soñado, la perfección hecha mujer, la chica a la que yo estaría dispuesto a amar por toda la eternidad. Y no me importa si gracias a ella me gano unos golpes, por ella resistiría hasta que un tren me pasara por encima. Sin embargo, lo que sí me importa, es que cada vez creo más que la culpa del estado de Kev es compartida. Ella, cuando lo besó, desató mi furia… y mis golpes lo dejaron inválido.

Pensaba en todas estas cosas mientras Joe me guiaba a la casa, pero apenas abrió la puerta me soltó y corrió hacia los pies de la escalera que baja del segundo piso. En un principio no pude ver bien qué estaba ahí, o tal vez era simplemente que no quería verlo. Frankie también quiso correr también, pero yo lo detuve tomándole un brazo. Lo apreté contra mí, cubriéndole los ojitos.

Me negaba a aceptar lo que estaba delante de mí. Kev yacía de espaldas en una posición extraña, a los pies de la escalera, con la silla de ruedas rota a un costado. Papá estaba junto a él, gritando y apretándole el pecho con las manos, para luego poner su oído cerca del corazón de Kev. Mi hermano no se movía, estaba inmóvil… como un muerto.

Joe corrió en busca del teléfono para llamar a la ambulancia. Su rostro mostraba tanta desesperación e intranquilidad como el de papá. Los dos sudaban en frío, nerviosos y asustados. Frankie me cruzó con sus brazos y empezó a sollozar en silencio. Él no veía lo mismo que yo, pero aún así lloraba. Odiaba verlo así de mal…

Mamá, preocupada, se asomó desde la baranda del segundo piso de pronto. Apenas vio la escena, se quedó inmóvil. Su rostro empalideció y cayó de rodillas al suelo, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas que no pudo contener. Papá le gritó a Joe algo que no fui capaz de comprender. Le cubrí los oídos a Frankie, que aún lloraba inmóvil, ocultando su carita apoyado en regazo; él no merecía sufrir así.

Yo simplemente no podía reaccionar. Mis piernas se volvían débiles, mientras los escalofríos me recorrían completo. Quise desfallecer ahí mismo. Si es una pesadilla, por favor, despiértenme, no sé si pueda resistir más…

Sin siquiera pensarlo, tomé la mano de Frankie y salí con él de la casa, mientras papá seguía diciéndole a Joe palabras que a mí me parecían incomprensibles.

* ¿Adónde vamos?- me preguntó “the man” entre sollozos, mientras caminábamos por la calle.

* No lo sé.- le respondí, tratando de darle seguridad con mi voz.

La ambulancia venía llegando, lo supe por el sonido de su sirena. Pero “the man” y yo no nos quedamos a averiguar qué pasaba. No quería verlo sufrir a él también, no quería dañarlo como a todos los demás. No tenía idea a dónde íbamos, sólo supe que ya no podíamos permanecer en la casa ni un segundo más.

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now