The Last Love Song

282 4 0
                                    

//Narra Joe//

El automóvil tomó velocidad antes de lo pensado. Con lo incómodo que iba dentro, con Amanda a un lado y Mark sujetando mi cabeza de conejo al otro, rodeado de algunas cámaras y equipos de luz del reportero y su camarógrafo, pensé que sería una chatarrita que demoraría diez minutos en alcanzar el mínimo de velocidad. Gracias a Dios, las cosas resultaron ser diferentes.

Llevábamos varios minutos dando vueltas por la ciudad, la noche se había dejado caer con prontitud y ahora parecía que cada vez se estaba poniendo más oscuro. Nuestro improvisado “paseo” parecía pretender extenderse por varios minutos más, hasta incluso horas. Me pregunté qué hacíamos, por qué no simplemente nos dejábamos caer en algún garaje de bajo presupuesto, dábamos la entrevista, y el reportero nos devolvía a nuestros hogares. Me estaba irritando bastante, la incomodidad dentro se estaba volviendo angustiante, y además ya tenía hambre. Sí, lo reconozco, a veces puedo parecer un chico malcriado. Comencé a golpear el vidrio de la ventana con mis nudillos.

* Calma, Joe.- pidió el reportero, mientras daba una rápida mirada por el espejo retrovisor- Sólo estoy tratando de pederlos de vista.-

* ¿A quiénes?- quise saber de pronto- ¿A los demás periodistas? Pensé que los habíamos dejado atrás hace bastante.-

* Yo también hubiera pensado lo mismo, si no conociera sus códigos de trabajo.- respondió el sujeto, mientras se sonreía a sí mismo con suficiencia- Ellos vieron cuando nos subimos a mi automóvil. Ahora mismo tenemos cuatro vehículos siguiéndonos la pista… No se rinden con nada.-

* A veces odio tanto a los reporteros.- comenté, echando la cabeza hacia atrás, y descansándola en el respaldo del asiento.

* Te recuerdo que soy uno de ellos.- me respondió el tipo, sin hacerse problema por mi frase- Por cierto, me llamo McHalley, Eric McHalley…-

Dimos tantas vueltas por la ciudad, en círculos varias de ellas, que pronto dejé de contar las veces que girábamos hacia la izquierda o la derecha. Recosté mi cabeza en el respaldo del asiento una vez más, ya que era la posición más cómoda que encontraba en aquel reducido espacio. Cerré los ojos deseando que este día tan largo pronto terminara… En teoría todavía le quedaban dos largas horas, ya que mi reloj pulsera, rosado para que combinara con el resto de mi vestuario, marcaba las diez de la noche. Sentí cómo una pequeña cabeza se apoyó en mi pecho. No necesité abrir los ojos para comprobar que pertenecía a Amanda. Seguramente ella estaba tan cansada como yo; no quería asumirlo como tal, pero nuestro turno en “Pink Girls” se había extendido bastante más de lo previsto. Comencé a acariciar su sedoso cabello con una mano. El olor a lavanda que desprendía era embriagante, parecía llegar hasta mi nariz e introducirse para hacerme partícipe de miles de sensaciones maravillosas. El aroma me reconfortó por un instante, mientras los minutos se sucedían uno tras otro, cada vez más imperceptibles.

Cada vez que estaba con Amanda me sentía extraño. Había tratado de ocultarlo, pero la sensación cada vez pugaba con más fuerza para exteriorizarse, mientras yo luchaba por mantenerla como el más oculto de los secretos. Sin embargo, era cierto, y asumirlo como tal representaba un esfuerzo tremendo. Me encantan compartir mi tiempo con ella, ya sea porque me había acostumbrado cuando

realizábamos los turnos en el trabajo, o quizás porque los dos estábamos igual de lastimados por el amor. Ella por mi hermano, y yo por… Annie. El sólo pensar en su nombre me hizo estremecer. Mi corazón latió con furia de pronto, mientras mi respiración se agitaba. Varias sensaciones que creí haber olvidado, se hicieron presentes sin ser invocadas. Por mi mente, se sucedieron muchos recuerdos, en todos ellos el rostro de Annie era protagonista absoluto. Su sonrisa, su indiferencia, su calidez, su frialdad, todo en ella era perfecto… y todo en ella me era ajeno. La última vez que la había visto me lo había dejado claro, o al menos eso se suponía. A pesar de haber compartido el beso más delicioso que alguna vez concebí que llegaría a dar, aunque le había confesado cúan importante era para mí; ella había dicho que no me amaba, y de paso me destrozó el corazón.

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now