Save Me Please

276 5 0
                                    

//Narra Annie//

Despertar de una vez, eso era lo único que quería. Deseaba que todo esto fuera sólo una maldita pesadilla, demasiado larga y dolorosa, pero un mal sueño al fin y al cabo. Un sueño del que se puede despertar, y, con el paso del tiempo, olvidar casi por inercia y sin mayor esfuerzo… Sin embargo, la realidad era distinta.

Fue como si me desvaneciera, me volví débil, casi inanimada, incapaz de luchar y defenderme. Con una facilidad espantosa, Zac, entre inútiles forcejeos de mi parte, me había arrastrado hacia dentro de la casa. Ahogaba mis gritos de auxilio con sus asquerosos besos, y detenía mis torpes movimientos con ayuda de su fuerza bruta. Cada intento por desatar su presa, era silenciado por un certero golpe. Rápidamente entendí que entre más intentara evitarlo, más daño me causaría. Con sumo deleite, me golpeó una y otra vez, por más que quise resistirme, no había nada que pudiera detener su furia…

Sus manos me recorrían rápidamente, me había desvestido con animalidad al tiempo que me llenaba de besos y me golpeaba. La tibia sangre comenzaba a brotar de las heridas que me infringía. Me sentía débil, incapaz de oponer resistencia, todo cuánto intentara hacer resultaría inútil… y eso era algo que yo sabía. La fuerza me era escasa en estos momentos, incluso la fuerza para mantenerme viva…

De a poco, la escena del recibidor de mi casa se había vuelto difusa. Me costaba distinguir la forma de las cosas, todo perdía su esencia, ya ni siquiera podía escuchar mis propios sollozos, y el daño que me causaban los abusos de Zac, contra todo pronóstico, se iba haciendo cada vez más imperceptible… La realidad iba quedando atrás a una velocidad abismante… Todo se oscureció de pronto. Las luces de la habitación dieron paso a una oscuridad infinita, donde se oían gritos y lamentos en la lejanía; podía sentir un dolor agudo en el pecho, como un puñal clavándose de a poco. Quise comprobar si es que sangraba, pero me fue imposible. Era como si estuviera atada de manos y pies, pero sin cadenas o algo similar; lo único que podía hacer era mantener los ojos abiertos en medio de las tinieblas. Un tenue brillo parpadeó a distancia. Creí que era sólo mi imaginación, pero cuando se fue haciendo más intenso, comprobé que estaba equivocada. La luz brilló con fuerza a los lejos, y de a poco se fue acercando hacia mí. Era como un resplandor cálido, que me llenaba de alivio y alejaba mis tormentos; hubiera corrido hacia él de haber podido, pero en lugar de eso, sólo podía observarlo, con un deseo arrebatador dentro mío, que luchaba por ir al encuentro de esa luz… Sin embargo, la tortura no era tan terrible, ya que el resplandor también se abría paso hacia mí…

Sabía que cuando estuviera lo bastante cerca, el dolor se acabaría y yo podría al fin descansar en medio de la paz y la tranquilidad que necesitaba. Su calidez, a pesar de la distancia, me embriagaba y me volvía loca que tardara tanto en recorrer esa distancia, que me parecía tan extensa.

Busque fuerzas en mi interior, y comencé una absurda lucha, con final preescrito, contra esas ataduras invisibles, que me retenían. Los esfuerzos eran en vano, pero aún sabiéndolo de antemano, intentarlo me quitaba el sueño. Tanto sufrimiento se vería al fin saciado, y el puñal dejaría de clavarse en mi corazón… Sí, la luz representaba la paz eterna. La lucha resultaba infructuosa, perdida desde cualquier

punto de vista, pero la maldita calidez que irradiaba aquel resplandor, era el único estímulo necesario y suficiente, que me forzaba a continuar tratando de alcanzarlo. Luchar contra estas ataduras invisibles representaba un problema de magnitudes aterradoras; sobre todo porque no sabía qué diablos eran que tenían tanta fuerza para dejarme completamente inmóvil.

En medio de mis esfuerzos cada vez menos efectivos (cómo si alguna vez lo hubieran sido :S), de la nada y sin previo aviso, las voces ahogadas en la lejanía callaron, dando paso a un angustiante silencio que me llenó de escalofríos. La escasa vida que aquel sitio tenía, se vio reducida a nada. Todo se fue haciendo helado de pronto; un frío que calaba hasta el alma se apoderó de mí al cabo de un instante. Comencé a tiritar por inercia, me parecía que mis labios estaban congelados y podía sentir cómo ese frío de proporciones inhumanas se me introducía al cuerpo, para congelarlo por dentro, hasta hacerlo suyo. El avance de la luz se detuvo de pronto, y yo sonreí a pesar del frío glacial, creyendo que mis ataduras invisibles me liberarían y entonces podría yo correr por mis propios medios; sin embargo, en lugar de eso, el resplandor dio paso atrás para iniciar un retroceso veloz. Las lágrimas escaparon de mis ojos en una muestra inconsciente de dolor, desasosiego y desesperación. La oscuridad a mi alrededor y el frío dentro de mi cuerpo se acrecentaban a medida que la luz se alejaba; el puñal se clavó en mi corazón con un ímpetu arrollador y ahogué un grito, producto del dolor y la sorpresa. El llanto se volvió más abundante, más embriagador… El sufrimiento era insoportable.

* Annie…- me llamó una voz profunda y algo deformada, desde algún punto en medio de la oscuridad. Sólo sabía que se oía lejana, demasiado lejos- Annie… Annie… respóndeme…-

A pesar de la distancia, la reconocí de inmediato. Apenas lo podía creer, era la voz que más deseaba oír en estos momentos, la que pertenecía a aquel dueño que tanto extrañaba. Había sufrido más de lo que creí poder soportar si él no estaba conmigo, había negado mis sentimientos por tanto tiempo, pero la verdad era que me hacía una falta enorme, era como el aire que respiraba y sin el cual moriría… Podía oír que me llamaba con frenesí, pero al mismo tiempo responderle estaba más allá de mis posibilidades. De verdad quería, en lo más profundo de mi ser, abandonar esa oscuridad cada vez más aterradora y dejarme abrazar por su voz… Esa voz que parecía ofrecer más calidez y más alivio que la luz que resplandecía a varios metros.

Me sentí libre de la nada; las ataduras me soltaron de súbito y caí de rodillas sobre un suelo congelado que llegaba a arder (¿se entiende eso? xdd’), el cual, sinceramente, creí que no existiría. Las lágrimas me resbalaban por el rostro cuando sentí que unos brazos fuertes, procedentes de algún lugar en medio de la nada, me rodeaban. Su calor me traspasó en un instante, provocando que el frío que me había invadido se esfumara y, casi por arte de magia, la furia del puñal que se afrentaba en mi corazón, desapareció, no dejando más rastro que el recuerdo.

La oscuridad dio pie atrás, y la imagen del recibidor de mi casa se volvió cada vez más nítida. Me sentía envuelta en unos brazos ávidos por protegerme, y esa maravillosa voz de ángel continuaba llamándome incesantemente. Pestañeé varias veces cuando volví en mí, la luz me causaba molestia. Sonreí esperanzada cuando vi que me abrazaba la persona que más extrañaba.

* Joe…- dije débilmente- … me alegra tanto que estés aquí…- y me escondí entre su cálido pecho, mientras su abrazo se volvía más apretado.

No estaba del todo conciente, pero pude comprender que la pesadilla al fin había terminado… Ahora comenzaba un sueño tranquilo, del que sé que despertaría antes de tiempo…

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now