93: Continuo.

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...


— ¿Estás segura de lo que estás pidiendo?— Le preguntó otra vez, con seriedad. La chica asintió, cruzándose de brazos— He de decir que me ha sorprendido que dijeras algo así...

— ¿Por qué?

Fijó sus ojos en ella en un acto de sosiego y tranquilidad, entretanto ella se colocaba bien la trenza. 

— Normalmente me dirías imbécil y me pondrías mala cara— Comentó, rumiando como si fuese algo verdaderamente serio— . Lo más seguro es que también me dijeras que no te importaba si no aparecía de nuevo. Esperaba que dijeras algo así.

Poniendo mala cara, Alice rodó los ojos y lo miró con reproche.

— Si no quieres, no voy, eh.

El mayor de los Uchiha sonrió con arrogancia, acercándose a su oído.

— Eres idiota— Le susurró.

— ¿Y ahora por qué me dices idiota?— Expresó de mal humor, empujándolo un poco con el hombro— ¡Tú si que eres un idiota!

Él frunció el ceño, pero Alice se había quedado a gusto con eso.

— Cabezota— Contestó el de cabello largo.

— Arrogante— Gruñó la ojiazul.

— Antipática.

— Vengativo.

Él hizo una mueca.

— Sobre-protectora y salvadora— Profirió.

— ¡Apocalíptico y celoso!

Ambos se miraron retadores, provocándose el uno al otro mientras no se movían.

— ¡Sarcástica y evasiva!

— ¡Sádico y controlador!

Frunciendo el ceño, los dos se observaron con mala gana. Intentando a ver si alguno de ellos, decía nuevamente otra cosa ya que las chispas saltaban más allá de la habitación y de su acercamiento.

Ali subió el mentón, entrecerrando los ojos.

Madara ladeó el cuello, observándola en silencio.

— ¿Cuándo quieres que nos vayamos?— Preguntó ella, todavía manteniendo la mirada como si la batalla no hubiese acabado.

— Cuanto antes, mejor.

Ella asintió, y al fin ambos apartaron la mirada.


***** ***** ***** *****

...


— ¿Por qué estás con esa cara, Misaki?— Inquirió Suigetsu extrañado, sentado en el sofá— Ya es de noche y te veo rara todo el rato...

Ella fue a hacerse algo para beber, girándose con una leve sonrisa.

— ¿Qué cara? ¡Estoy igual que siempre!

— Si tú lo dices...

La salmón bufó, cargándose un buen vaso de café hasta arriba de la taza. Se masajeó los ojos caminando hacia la salida, cuando paró en seco por la sorpresa de tener a alguien obstaculizándole el paso.

— ¡Sasuke, no me des esos sustos!— Exclamó llevándose la mano al pecho.

El azabache, colocado en el filo de la puerta de brazos cruzados, la miraba con un rostro serio y analizador.

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