Mi pecado es amarte

By Pixlumy

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«Tú no necesitas a Dios si me tienes a mí, y yo no necesito antidepresivos si te tengo a ti». Ezequiel está m... More

Prefacio
Primera parte
1. Ezequiel: En donde despiertan los sueños
2. Ezequiel: Lo que todo niño quiere
3. Salvador: El mensaje
4. Ezequiel: Los regalos
5. Ezequiel: Epidemia de culpas
6. Ezequiel: Traidor del bien
7. Ezequiel: No hay tristeza en tu cariño
8. Ezequiel: El amor queda
9. Ezequiel: La forma en que se manifiesta
10. Rafael: El brillo en ti
11. Rafael: Su presencia ausente
12. Rafael: Lo que (no) debes enfrentar
13. Rafael: Saber que no se sabe
14. Rafael: Gracias (parte I)
15. Rafael: Gracias (parte II)
16. Ezequiel: Un poquito más
17. Ezequiel: Un poquito menos
18. Salvador: Me necesitas
19. Salvador: Mi alivio
20. Ezequiel: Mi calma
21. Anton: Lo que importa
22. Anton: Adaptarse
23. Anton: Para relacionarme
24. Salvador: Solo seguir intentando
25. Anton: Sobre ser feliz
26. Anton: Cabeza en alto
27. Ezequiel: Por debajo
28. Rafael: Lo que falta
29. Rafael: Por los cambios
30. Anton: Lo indispensable
31. Anton: Nuevas reglas
32: Salvador: Lo que (no) siento [parte I]
33. Salvador: Lo que (no) siento [parte II]
34. Ezequiel: Que te olvide...
35. Ezequiel: ... Eso no se va a poder
36. Ezequiel: Quien te cuida
37. Ezequiel: Juramentos
38. Salvador: Miedos
39. Gael: Lo que elegí (parte I)
39. Gael: Lo que elegí (parte II)
39. Gael: Lo que elegí (parte III)
41. Anton: Cuenta regresiva (parte I)
42. Anton: Cuenta regresiva (parte II)... y adiós
43. Ezequiel: Fragmentación
45. Salvador: Decepción y ahogo
39. Gael: Lo que elegí (parte IV)
46. Anton: Hipocresía o el (no) saber que se sabe
47. Salvador: Aprender a marcharse
48. Salvador: Aprender a quedarse
49. Rafael: Explorando nuestras ansias
50. Rafael: Padecer la insensibilidad
Segunda parte - Interludio
51. Rafael: Desintegrándonos
52. Rafael: Reencendiéndote
53. Ezequiel: Actuación desfigurada
54. Ezequiel: Afrontando
55. Ezequiel: Lidiando
56. Ezequiel: Dispersos
57. Ezequiel: En mi nombre
58. Ezequiel: Me observas
59. Ezequiel: Desconexión
60. Salvador: Planes (parte I)
61. Salvador: Planes (parte II)
62. Rafael: Desquitando, acabando
63. Rafael: Cansado y confundido
64. Ezequiel: Eso que te vendría bien
65. Ezequiel: Eso que te hace falta
66. Ezequiel: La belleza perdida
67. Rafael: Como él
68. Salvador: Mentiras que ya sé que sabes
69. Rafael: El sentimiento es mutuo
70. Rafael: Dependemos de ti
71. Rafael: Te recuperé
72. Salvador: Retorno
73. Ezequiel: Expiación caducada
Tercera parte
74. Anton: Las personas de mi vida
75. Anton: No me culpes
76. Paz: Nunca quise ser cruel
Wattpad tal vez me elimine

40. Anton: Silencios que faltan, sobran y joden

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By Pixlumy

Voy a extrañar soportarlos, eso sí.

Anton

Faltaban cuatro días para la graduación. Y no importara cuán contento o no estuvieras de irte, todo sabía cómo a una cruel cuenta regresiva. Los cambios bruscos siempre chocan, por más que los esperes, por más que te prepares.

De los tres idiotas que ocupaban la habitación 1672, yo era el que más cosas (mayormente inútiles) almacenaba. Eran a mí a quién todos me pedían prestados útiles (me veían cara de librería) o cualquier cosa. (Menos a Ezequiel, él siempre me mordía los lápices). Esos tiempos ya habían acabado, solo estábamos haciendo hora, rondando de un lado a otro o en nuestros clubes, por lo que, los otros dos idiotas me obligaron a deshacerme de mi basura antes de tener que esperar el último día para guardar nuestras cosas.

Y si querían que me deshiciera especialmente de cierta basura en particular, debía hacerlo de manera magistral...

-¿Esto era realmente necesario? -preguntó Salvador de brazos cruzados. Mirando el espectáculo infernal con un poco entendimiento amargado.

Estábamos los tres en un parque descuidado de la ciudad, a unas cuadras del internado. Había basura por todos lados, tal vez sin ella sería un parque realmente bonito, con árboles bonitos y un pasto bien verde. Era un espacio abierto y apartado, eso era todo lo que me importaba... para ir a quemar todas esas revistas subidas de tono. Si fuera un poco más poético podría darle un poco más de significado, un trasfondo quizás.

Yo estaba más cerca del fuego que esas gallinas, frente a frente con el fuego y dándole la espalda a ellos. Me encontraba expectante viendo cómo se deformaban las sexys figuras de las revistas, cual clip de película de terror, a una expresión macabra hasta convertirse en cenizas con un olor extraño al que me terminé adaptando.

-Pirómano de mierda -refunfuñó Ezequiel por lo bajo, cruzado de brazos también y apartándonos la mirada a los dos.

-Te oí, basura, te oí -respondí serio sin quitarle de vista al fuego-. Te dije que iba quemar algo algún día.

No dijeron más nada, no preguntaban nada por un buen rato. Y el fuego solo sin motivos, una historia, o eufemismos no era divertido

-¿Y por qué...? -pronunció finalmente Salvador.

-¡Por fin! -renegué mirando al cielo deformando mis manos-. Pues no iba a botar esta mierda a la basura del internado. Me aburren sus polémicas estúpidas por una puta en traje de baño.

-Pero... -continuó Salvador.

-Sí, lo sé -interrumpí, todavía mirando al fuego. Era algo pequeño comparado con el humo que se extendía, pero al menos ya se estaba apagando solo-. Pude botarlo en la basura de la calle ya que ahora podemos salir cuando nos dé la gana, pero... -Hice una pausa. Eso hubiera sido más práctico, pero no quise quedar como imbécil así que pensé en algo rápido-... no quise dejar huella de nada, sí, eso. Haré como que nunca vi estas cochinadas. Es algo poético ¿saben? Los frailes dicen que estas cosas son del demonio, y pues, las mando al infierno que es su hogar. Los demonios las disfrutarán mucho.

Sí, hasta que me salió algo poético. Solo necesitaba inspiración.

-Ah.

Otra vez volvió el silencio, siendo acompañado de las ligeras tronadas del fuego. Pensé que esta sería mi más grande extravagancia, pero al parecer, esos dos eran muy difíciles, como que nada los impresionaba tanto, qué demonios.

-Vaya desperdicio -habló finalmente Ezequiel. Me espantó escuchar esa voz tan seseante y perdida, por lo que me volteé a verlo. Con el brazo izquierdo se rodeaba el pecho y sosteniéndose de esta con el codo de tal forma que pudo apoyar su cabeza en su mano-. Pudiste regalarlas o venderlas, no sé, estarán viejas y todo, pero podían haberle servido a alguien más ¿no crees?

«¿Qué? ¿Acaso tú las querías?» formulé en mi mente. No supe por qué mierda me faltó huevos para decirle eso. SI bien todavía persistían sus raros sentimientos, supe darme cuenta que sus horizontes se expandieron también en lo que era "correcto". Eso era incluso más anormal.

-Intercambiarlas en el internado sería innecesariamente peligroso -respondí con la cabeza girada hacia su dirección-. Y mi madre me sacaría el ancho si me ve llegando a casa con esas mierdas, tras regresar de mi penal religioso.

Ezequiel rio. Y dio miedo. Ni siquiera era un puto chiste.

Pronto me tocaría reírme a mí también.

-Y también lo hago como una cursi muestra de amor a mi novia.

Tres... dos... uno...

-¡¿Qué?! -escupieron los dos al mismo tiempo, totalmente desencajados.

Satisfecho, volteé nuevamente a ver el fuego agonizar sus últimos segundos de vida. Aunque mi mente ya desvariaba en la bonita afortunada.

-Tiene que ser una broma ¿verdad? -cuestionó Ezequiel.

-Sí... -dije medio ido para después reaccionar-. Digo ¡no! Claro que no, no es una broma. De verdad me conseguí una enamorada.

-¿Cuándo? -preguntó Salvador. Tan perdido como siempre.

-En el último feriado, cuando me fui a mi casa ¿recuerdan? -contesté volteando a verlos de nuevo-. En cuanto ella se enteró que regreso al barrio el 18 ¡pam! -Aplaudí-. Se me declaró ¿pueden creerlo? Una chica linda se me declaró ¡y encima pensaba que la iba a rechazar! Pero le dije que sí, obviamente. Es una ternurita ¿saben? Primera vez que no tuve ganas de vomitar con tanta cursilería.

Como cuando lanzas indirectas sin querer...

-Fue una putada en realidad -continué al ver que no surgían preguntas, con una risa estúpida, pero feliz-. Desde que empezamos a hacer bisutería en el club de artesanía, quise regalarles a las mujeres de mi familia las joyitas que hacía, y si nadie las quería por no ser "de su estilo" empecé a dárselas a ella. Creo que sin querer la acabé conquistando.

Eva se llamaba. Era una morenita chinita bien bonita de cabello chocolate rizado. Por su pelo bien esponjoso le apodaron como "la leona". Traté de sobre fingir mi fascinación en la belleza de la chica a medida que se las describía. Tal vez así los (me) convencía de que realmente me gustaba.

Las caras que ponía Salvador cuando se hablaba solo de la apariencia de alguien iban entre la confusión y el hartazgo. Eran chistosas, y con más gusto se las contaba.

-Soy el primero de mis patas en tener pareja -concluí mientras apagaba el fuego con los baldes de agua que trajimos (solo pa' eso quise que ellos vinieran, para traerme más baldes)-. Y... tengo entendido que el primero de nuestro salón también. Díganme si eso no es de pros-me reí de mi propio performance narcisista.

Ezequiel empezó a aplaudir con irreverente lentitud y rodando los ojos. Deberían pagarme por cada que lo hacía o insinuaba aplaudirme con ironía.

-Pues... felicidades, Anton -dijo Salvador finalmente. Tuve que valorar sus genuinos intentos en alegrarse por mí-. Está bien si yo no entiendo mucho de esas cosas. -Se tocó la punta de los índices entre sí-. Pero si t-te hace bien y-yo me alegro.

-Ah pues, gra...

Claramente Salvador se puso algo tenso de repente. Esos temas del romance solían ponerle demasiado incómodo. Y hasta yo tenía mis límites para joderlo con esas vainas. Sabía que era demasiado para él cuando en su búsqueda de relajarse -o eso creía- trató con disimulo tomar la mano de Ezequiel...

...y este alejó la suya de pronto, acercándola a sí mismo, espantado. (fácilmente malinterpretable como una expresión de asco si es que no los conociera). Como quien se contrae al tocar algo afilado sin querer. Para después esconder todos sus puños hasta sus mangas. Cosa que entristeció aún más al chico jardinero.

-Lo siento -dijo Salvador con una sonrisa resentida-. No pensé que te iba a incomodar. Este sol y encima el fuego me hacen sudar hasta las manos.

-Ahh... sí, sí. A mí igual, a mí igual -respondió rápido Ezequiel con un anormal nerviosismo, como si temiera de hasta ser observado-. Yo... ya me tengo que ir -Se marchó corriendo, no sin antes colocarse la capucha, dejándonos plantados.

Esperen... hacía un calor de mierda por ser pleno verano ¿y Ezequiel usaba mangas? Teniendo ya la puta libertad de ponernos los que nos daba la regalada gana ¿y se ponía una polera morada de mangas largas? Y él no era para nada friolento. Si incluso se quejaba del calor más que yo, más que cualquiera.

Algo no andaba bien.

*****

Haciendo gala del mucho tiempo libre que tenía, pude con paciencia armar mis hilos y saber qué mierda estaba pasando. Aunque en el fondo quise creer que eran buenas noticias, que en verdad se estaba esforzando por superarlo, pero, también me olía a algo nefasto. Era un 40 a 60 y para mal, supe que lo mejor era saber la verdad, estar seguro pronto, antes que lo hiciera cualquiera.

Le pedí a Fernández, un compañero de artesanía y de la promo, que a la hora del almuerzo me dijera que debía estar con él para un trabajito extra para el resto del día.

-Pero ¿para qué? Si no vamos a hacer ni miércoles -me dijo mientras le daba forma a un jarrón de barro.

-Tú solo hazlo -respondí impaciente-. Deben creer que voy a estar ocupado.

-¿Para qué?

-¡A ti que mierda te importa! ¡Solo hazlo ¿sí?! -estallé. La lentitud de Mario, la incipiente fragilidad de la situación y la duda me ponían histérico. No obstante, viendo el absoluto respaldo y su clara seña diciendo "si me hablas así no te hago ni m" suspiré-. Está bien, compa, ¿qué quieres a cambio? ¡Pe-pero algo proporcional a lo que te estoy pidiendo! ¡No te pases!

-¿Propo qué?

-Ash, como se nota que jalaste mate. Ya mierda ¿qué quieres?

-Hey, hey, hey, relájate ¿sí? -soltó con calmada exigencia. De esas que dan ganas de ahorcarlo por antipático-. Primero ¿qué onda? ¿Por qué quieres que crean que estás ocupado? ¿Te piensas fugar o qué?

-Sí, me voy a fugar ¿contento? -contesté rápido y algo desquiciado. Obviamente no pensaba darle explicaciones-. Y si me atrapan pues ni modo, me acusarás y quedarás como un héroe ¿qué onda?

-No me dirás lo que está pasando ¿verdad? Pues cómo quieras. Allá tú si te metes en problemas, yo me lavo las manos aquí.

-¿Entonces me ayudarás?

-Bien -dijo de mala gana, encorvándose en son de cansancio.

Ya me estaba arrepintiendo... pero afortunadamente ya no había marcha atrás. Salvador solía pasarse toda la tarde con la jardinería. Estábamos dejando solo a Ezequiel, y él no iba a tener los cojones de decir que no quería estar solo, o que quería estarlo solo para hacer esas mierdas -si es que acertaba siendo malpensado-

«Primera vez que quiero que un esfuerzo mío sea en vano» pensaba.

Me quedé en nuestro cuarto. Subí a su cama de arriba para esconderme mejor y tuve que esperar que viniera mientras jugaba con la PSP que me regaló mi primo cuando se compró uno mejor.

Pasaron hartos minutos, y perder tanto al Dragón Ball me exasperaba aún más. Y como si quisiera rematarla más, me la pasé pensando en los posibles fallos de esta artimaña. El podría no venir al cuarto, podría sospechar que cómo alguien con quién me hablaba bien poco me pidiera ayuda así porque sí. Salvador podría llegar antes y fregarla todo. No supe que más cosas pasé por alto.

Hasta que finalmente entró. Casi doy un grito del susto cuando lo hizo, pero permanecí escondido y silencioso como un cazador experto acechando.

Ezequiel cerró la puerta con desesperación, asegurándola con prisa, entre jadeos. La putamadre, se veía de lejos que estaba temblando. Él también quería esconderse, y para su desgracia no era por una buena causa.

Vi cuando apretó con mayor fuerza los bordes de sus mangas, tapándose con ellas el rostro, apoyando la espalda contra la pared.

Lo escuché suspirar por unos segundos más para que se calmara, y en cuanto dejara caer sus mangas. por la gravedad, me levanté de golpe de la cama.

Temí lo peor cuando se horrorizó hasta ponerse pálido, y cuando con desesperación se reacomodó sus mangas, poniéndolas detrás suyo.

-¡¿Qué estás haciendo?! -le grité lo más rápido que pude.

-¡Anton! Pe-pe-pero ¿qué haces aquí? -balbuceó nervioso-. ¿No dijiste que...?

Daba todas las señas de que escondía algo y todavía lo preguntaba... caradura.

-Mentí -interrumpí-. Ahora responde tú, y quítate las mangas -exigí mientras bajaba de la cama de un salto y me le terminé acercando. Con toda la seriedad que ameritaba.

-¿Qué? ¡No! No tengo por qué -contestó evitándome la mirada y rechinando los dientes.

-Porque hace un calor infernal, quizás -proseguí con una sonrisa torcida, y para aliviar el ambiente. A ver que tanto estaba dispuesto a hacer para esconderse.

-No es para tanto. Y-yo sí tengo frío -balbuceó resistiéndose. Tenía todas las perder, por la putamadre. ¿Por qué se hacía de rogar?

-A otro perro con ese hueso. ¡Quítate las mangas! -insistí demandante. Ya lo tenía a unos pasos de mí.

-¡No quiero! No tengo por qué hacerte caso -gruñó como último recurso.

No supe qué era lo que me cagaba más: Que yo me estuviera comportando como un adulto aburrido y estricto, o que él se comportara como un niño malcriado y engreído. Y con mis primos menores me bastaba.

-¡¡Muestra las malditas muñecas ahora!! -estallé. Exploté de ira como nunca antes lo había hecho. Hasta quedarme sin aire, pero fiándome de mi adrenalina-. ¡O te las arranco ahora mismo! ¿Quieres ver?

Apretó los párpados con fuerza e incluso así, dos líneas blancas descendieron de sus ojos.

No tuve de otra que rodearlo con los brazos para sostenerle de las muñecas. Tras unos forcejeos desesperados por parte de ambos, finalmente lo sometí y le quité las mangas apretadas que las tapaba con celosía.

Fue mi turno de horrorizarme. Dos líneas rojas en su muñeca izquierda parecieron sonreírme, y una tercera seguía sangrando, como sacándome la lengua.

Revisé en el bolsillo de la polera y por supuesto, ahí estaba la puta gilet convenientemente limpia.

«Maldita sea, ¿por qué justo ahora me arden los ojos?».

-¡¿Qué mierda es esto, Ezequiel?! -cuestioné gritando y encarándole esa gilet en la puta cara, como si realmente fuera necesaria una puta explicación.

No respondió. Y, por el contrario, me obligó a soltarlo para otra vez cubrirse con sus mangas y con ellas el rostro.

-¿Por qué te haces esto? ¿Qué tienes? ¡¿Qué mierda tienes?!

Siguió con su jodido silencio, siendo roto nada más por un llanto mal retenido.

«Anton, recuerda con quién estás hablando. No seas tan duro con él» me sugerí a mí mismo. Pero claro, no tan convencido si esa era la forma. A Salvador le funcionaba, solo que, uno, yo no soy él y dos, ¿de verdad debía de cambiar mis modos para ayudarle? Era como si me pidiera a mí mismo no ser... yo mismo. Puta mierda. ¿Realmente tenía que encararlo?

«Claro que sí, mongol».

Suspiré para dejar de estar tan tenso, no funcionando del todo.

-Esto no es solo por Salvador ¿o sí? -mascullé entre dientes.

-N-no lo sé -respondió de inmediato, tiritando. Y sin razón alguna, su mirada se afiló, soltando con ira-. ¡Qué no lo sé, maldita sea! ¡Tú nunca lo entenderías!

Conchatumare. ¿Ya estábamos en la edad en la que nos ponemos como idiotas incomprendidos de mierda? Ok. No era el momento para irme por las ramas, aunque qué ganas de hacerlo y hacer como que nada pasó. Qué ganas. Pero no pensaba satisfacerlas.

«Con que en esas estamos. A ver qué te parece sí...»

-Tal vez Gael sí te entienda, parece que lo sabe todo.

Jadeó de nuevo y yo apoyé todo mi peso en mi brazo contra la puerta, para que Ezequiel no la abriera.

-¡¡No!! -gritó tanto que tranquilamente podría haberle escuchado toda el puñetero internado, antes de cubrirse la boca. A esas alturas su voz ya estaba rota-. No, no, no, no, no lo hagas, no lo hagas, no lo hagas -balbuceó llorando y preso del pánico-. Na-nadie de-debe saberlo, ni-ni siquiera t-tú, por favor... no le digas a nadie ¡haré lo que sea!

Podía haber convivido con él por cinco años, y, a decir verdad, quise creer que ambos éramos realmente honestos con nosotros mismo, acerca de todo lo que perturba y lo que no. Podía incluso conocer sus lados más frágiles y desastrosos. Dejó ser agua fluida que cae, para convertirse en un lago cubierto con una capa fina de hielo. Había que tener harto cuidado para pasar por ese hielo, o en cualquier momento este podría romperse e inundarte con las aguas más frías, quemándote. Yo vendría a hacer el pendejo que aún sabiendo de memoria cuáles eran las zonas más débiles del hielo, debía pisarlas, caer y quemarme, para que otros que no se quemaran. Fueron cinco años en los que nunca lo había visto tan cerca al borde de un colapso.

En aquellos momentos donde uno debe de actuar y protagonizarlas, era cuando a veces me ponía más como un espectador de su propio desastre. Llegué a sentir tan ajeno en la situación, como si no hubiera sido yo la que la formó en primer lugar. ¿Y si no debí meterme? ¿Y si debí esperar a que alguien más se diera cuenta? ¿Alguien que pudiera ayudarlo mejor que yo?

«Eso significaría más líneas rojas en su brazo».

¿Y si debí decírselo a alguien antes de encararlo, aunque solo estuviera suponiéndolo? Ya era tarde para eso.

-¿No dirás nada? Di algo, lo que sea -gimoteó. Tragué en seco al no entender si se refería a mi silencio ante sus peticiones o si me preguntaba si no se lo iba a contar a nadie-. A...ayú...da...me, por favor. No sé lo que me pasa.

-Yo no puedo ayudarte -me sinceré. Igual, él sabía que no iba a mentirle con palabras bonitas. Para eso estaba todo el mundo-. Necesitas ayuda de a...

-¡No! ¡No! -negó con la cabeza con feroz insistencia-. Eso no, por favor no. Me-mejor lo dejamos ahí ¿sí? Ha-hagamos con que no me viste ¿ok? Por favor -me rogó con voz rota y susurrante. Y aún en una tonada tan sufrida, se le oía hermosa. Una melodía despiadada rasguñando el viento en dolorosas grietas que calaban en el alma-. No lo haré de nuevo ¡te lo prometo! No más cortes, no más esta mierda que soy ahora. Voy a estar bien.

Me pidió ayuda hace un segundo y al poco rato, me decía que lo dejara solo. Obviamente supe que eran solo simples contradicciones por sus nervios, pero, parecía ser algo más. No parecieron ni la misma personificación cuando me rogó ayuda y cuando me dijo que estaría bien.

Bien. Algo de su pánico también me invadió, podría ser capaz de moler a golpes a un x que se me viniera encima.

Siempre supe que no fue la mejor decisión, pero finalmente me cedieron esos arrepentimientos al meterme bajo esas circunstancias, junto a mis profundas ganas de salir huyendo para no angustiarme más en qué hacer. Me pidió lo que en lo más insondable de mi egoísmo me obligaba hacer, y me vencí.

-Bien -solté con desdén-. Pero si me entero que lo volviste hacer, así sea solo un punto y no una raya. ¡¡Se lo contaré a todos ¿me oíste?!! -grité tenso-. En especial a Gael, a tu padre y a Salvador en cabecilla ¿quedó claro?

Él asintió con sutileza. Y fue fácil hacer como que nada pasaba cuando el tercer compañero de cuarto nos tocaba la puerta horas después. Los dos queríamos huir, aún sabiendo que no era lo mejor.

Fui un amigo de mierda.

*****

Y pasó en un día, lo que nunca creí que pasaría en cinco años: Tomé distancia con Ezequiel y empecé a entablarme más con Salvador. Si era cierto que nos caíamos bien y todo, pero, en verdad solo nos unía un amigo en común ¿al menos éramos amigos? Si cualquiera me preguntara le diría que sí, que obvio, por supuesto; pero si me lo preguntara él o a mismo, estaría sin responder un largo ratazo para llegar a un inevitable "no", o un a medias "no del todo". No hubo un esfuerzo mutuo, o un intento en fortalecer nuestros lazos, así como ya los establecimos los dos con Ezequiel. Nunca hizo falta, y estaba bien para nosotros.

-¿Ya sabes qué darle a tu amigo secreto en el intercambio?

Estábamos jugando cartas, sentados en mi cama personal. Pero como la competitividad de Salvador era cero, aburría ganarle varias veces, parecía que ni se esforzaba porque "solo se estaba divirtiendo". Ya recordé por qué era tan aburrido.

-Voltéate -le pedí ignorando su pregunta.

-¿Ah? ¿Por qué?

-Voltéate tú no más, hazme caso.

Se hizo de hombros para luego darme la espalda, arrastré un poco las piernas para acercarme y tomé un pequeño peine de mi bolsillo y lo empecé a peinar. Tenía mucho volumen y era algo largo como para un chico. Hasta se le podía hacer una coleta.

Mendiga suerte de ser de los favoritos de los frailes que nunca le decían ni pa por tener un cabello rebelde y voluminoso.

-¡Auch! ¡Me haces doler!

-Tú te callas. Se nota que no te peinas bien y por eso te duele.

-No es cierto ¡ay! -protestó para luego suspirar en aburrimiento-. Y no me has respondido ¿ya sabes que darle?

-No se vale decir quién es -contesté serio mientras jugaba al peluquero.

-Yo ya te dije quién es el mío. Así no vale tampoco -refunfuñó cruzándose de brazos. Nadie creía que era el mayor de todos nosotros.

-Sí, ya sé qué le voy a dar a Héctor, tengo su regalo listo de hecho -contesté con aburrimiento. No me parecía un tema interesante de tratar.

-¡¿Lo tienes ya? -vociferó alarmado-. Pe-pero, tú lo dejas todo a último minuto.

-Solo con lo que me aburre, y para mí el regalo es importante -pronuncié prestando más atención a sus palabras que a su cabello claro-. No me digas, tú no tienes ni idea de qué darle a Ezequiel ¿no es así?

-Emm... bueno...

-¡Caramba! -El muy pesado no me dejaba soltar más insultos en su presencia real-. Es Ezequiel y tú eres tú. ¡La tienes recontra fácil! Podrías darle un corcho o una tapa de botella y a él le va a encantar porque vino de ti.

Fingí aguantarme las ganas de vomitar.

-Pero hace tres años cuando él te tocó a ti darle...

-Sí, esa vez me esforcé en darle algo bonito. Pero tú -Di énfasis en la voz e hincándole el dedo en la espalda-. Puedes darle lo que te dé la gana porque...

«Él te quiere a ti»

-... porque se trata de ti.

-Ya sé, ya sé -quejumbró Salvador apoyando la barbilla en los hombros. Yo me quejé de que se moviera tanto-. Pero es que eso es lo que precisamente quiero ignorar. Quiero darle algo que le guste mucho, ¡así se lo dé su peor enemigo!

Su emoción pareció infantilizarlo aún más.

-Ash, cómo te complicas la vida -farfullé.

Luego nos quedamos en silencio, sin ganas de llenarlo con más banalidades tontas y palabras vacías. Se escuchaban los ruidos que hacía la gente yendo de un lado a otro y charlando, junto al suave desliz del peine morado pasando por su cabello. Estaba recontra aburrido.

-Flor que da fulgor, con tu brillo fiel... -empecé a canturrear la canción de una película de Disney. Todavía no la estrenaban en Perú, pero, la prima de mi enamorada que vino a visitarla desde México sí, y la cantaba tanto que me la terminé memorizando-. A ver si por el largazo de tu pelo, también hace magia como el pelo de la Rapunzel.

-¿Rapunzel? No me molestes ¿sí?

No.

******

Si bien estaba que me moría de aburrimiento que ya hasta me pasé todos mi juegos virtuales y reales, no tuve sueño. Me quedé en artesanía haciendo platos. Tocar la cerámica era lo que más me gustaba hacer. De niño me gustaba golpearla imaginando que era alguien que me caía mal (algún fraile renegón o un listillo compañerito). Ya en esos momentos solo me sentía sin energía y sin ganas de ver a nadie despierto.

Entré a dormir como a las dos de la madrugada, esperando a que estuvieran dormidos, pero no. Vi a Ezequiel sosteniendo una linterna encendida mientras leía un libro, echado boca arriba en su cama superior.

-Apaga eso ya -le dije ya arropado en mi cama. Por desgracia, la luz me daba también en la cara-. Mañana hay que levantarnos temprano.

-Sí, sí, sí. Un capítulo más y me voy a dormir -respondió sin quitar los ojos encima de las páginas.

«Deberían pagarme por cada vez que me dice esa vil mentira».

-Ni tú te la crees, ya, ya, apaga esa vaina que no me deja dormir -dije fastidiado, tapándome la cabeza con las sábanas y aun así me entraba la luz.

-Es que está muy cursi la cosa, pero no puedo aceptarlo -se excusó. Pude ver un cambio en la sombra-. Me gustan más como amigos, pero, creo tendré que aceptar su romance -se oyó el cambiar de página.

Caradura.

-Caradura -mascullé-. Deberías tener prohibido decir algo como...

Me detuve en cuanto sonó un click al apagar él la linterna. Supuse que se iría a dormir, pero, claro, sonó el rechinar del camarote mientras Ezequiel bajaba al suelo.

-Necesito hacer algo antes -habló como si respondiéndole a mi mente el por qué se bajó.

Me quité las sábanas de mi cara y pude verlo arrodillado, frente a frente con el rostro de Salvador que dormía profundamente.

-No puedo irme a dormir. No puedo sin antes decirte algo que necesito decirte -le musitó al dormido, mientras le acariciaba la mejilla con el dorso de la mano-. Buenas noches, cariño. Te amo.

De la impresión me volví a cubrir con las sábanas, volteándome hacia la pared. ¿Por qué tuvo que esperar a que yo...?

-Haría cualquier cosa por ti ¿sabes? Por eso te prometo que siempre seremos amigos, te lo prometo.

«Bueno ya, ¿te puedes ir a dormir de una puta vez?» pensé para mis adentros algo incómodo y harto.

Volvió a reinar el silencio por unos largos minutos, y sacando las sábanas solo de mi vista, me di cuenta que Ezequiel seguía ahí, apoyando la cabeza al filo del colchón de Salvador. Ojalá no se haya quedado dormido.

Terminé sentándome en mi cama para ver mejor y si bien tenía los párpados caídos, seguía despierto.

-Él es mi cura, Anton. -Me alarmé que me llamara-. No volveré a cortarme mientras lo tenga a él en el corazón.

Suspiré con alivio cuando me pidió que le respondiera.

Nunca lo vi subir a su cama de arriba, el sueño me ganó.

******

Desperté algo tarde, percatándome primero que la cama de Salvador ya estaba vacía y tendida. Luego, que Ezequiel seguía durmiendo en su cama de arriba, aún con el sol dándole en la cara y con tanto calor, usando hasta piyamas de mangas largas.

Vi un relojito digital que tenía en mi cama y espanté con la hora. Eran las diez de la mañana.

-¡Mierda, mierda, mierda! -me quejé saliendo de la cama de un salto, preparando todo para ir a ducharme.

Iba a girar la perilla de la puerta cuando me percaté de que Ezequiel seguía durmiendo como tronco. Entonces subí hasta tener la barbilla contra el colchón y empecé a agitarlo para que despertara.

-Ya despiértate, se nos hace tarde. Bien maldito Salvador que no nos despertó -gruñí mientras lo sacudía.

Y lo hacía poco a poco, pero entre gruñidos, no de incomodidad o con ganas de pedir cinco minutos más, sino gruñidos asustadizos, a la vez que hacía muecas raras entre dientes.

-¡Despierta!

-¡Suéltala ya! -gritó Ezequiel sentándose de golpe en su cama. Con la respiración agitada, ojos salidos y tocándose el pecho.

Giré un poco la cabeza, confundido, mientras bajaba de nuevo al suelo.

-Oye ¿qué fue eso? ¿Todo bien?

-O... ez esa pesadilla -balbuceó tan rápido y sin aire que no lo entendí del todo-. ¿Qué? -Volteó a verme-. No, tranqui, todo bien, solo fue una pesadilla.

-¿Y qué soñaste?

Ni abrió la boca, cuando alguien golpeó la puerta, dejándola de par en par.

-¿Siguen en piyamas? -se quejó con sobre exagerado asombro-. No pierdan el tiempo. Se me cambian ahorita ¡muévanse o llegarán tarde!

-Sí mamá -gruñí sin tomarle muy en serio.

Era Dav, o más bien David, pero nos pidió a todos que mejor le llamáramos Dav porque aún no se decidía qué nuevo nombre ponerse. Un nuevo nombre que concordara con cómo se sentía.

Ezequiel me obligaba a no burlarme de Dav por querer ser una chica, exigiéndome que la tratara de ella cuando no hubiera un fraile cerca. En cambio, Salvador podía tratarla o tratarlo de chico o chica según le apeteciera y Ezequiel nunca le diría nada, menuda suerte.

-Está bien, Dav, ya vamos, lo sentimos -musitó Ezequiel mirándola (¡la!) con ternura-. Por cierto, te ves muy bonita con cabello largo.

Dav usaba una peluca de un cabello chocolate que le llegaba al hombro y con cerquillo. Se sonrojó por unos segundos y luego le devolvió la sonrisa con solo la fisura de sus labios.

-Ah... -balbuceó nerviosa (¡sa!)-... Gracias Padro... digo, Ezequiel. Apúrense -dijo lo último con más sutileza y se fue dejando la puerta abierta.

Finalmente, Ezequiel bajó de su cama para buscar algo que ponerse. En silencio.

-¿Y bien? -le pregunté.

-¿Qué cosa?

-¿No me vas a contar de qué era tu pesadilla?

Me hizo una mueca extrañado.

-¿Qué pesadilla? -cuestionó confundido.

-La que tuviste esta noche. Hasta te levantaste agitado.

-¿Ah? No sé de qué me hablas.

*quita el polvo con pala*

Ahhhhhh aleluyaaaaaaaaaaaaaa no saben cuanto los extrañé :'v pero tuve un bloqueo horroroso. Y no supe organizar bien mi tiempo para escribir xd

Ya tengo interneeeeet, puedo publicar cuando quieraaaaaaaaaaaa.

No se extrañen de que falte un número. Obviamente es el de Gael, pero como es muuuuuuuuuuuuuuuuuuy largo, estaba bloqueada y quería publicar, aproveché que justo ese se iba fuera de la línea, decidí saltarme esa parte. No altera nada que falte el cap 40, no se preocupen.

Espero que no parezca que me estoy tomando a la ligera ese tema delicado del cutting. Sé que puede parecer que solo lo hace por no ser correspondido, pero lo cierto es que pronto verán algo mucho más turbio que lo explica.

Abrí hace unos días el grupo de WhatsApp. Somos poquitas pero creo que ya agarramos confianza xD Unánse si tienen la opción. Hay spoilers, adelantos, otakus que si se bañan, temas random, weas, stickers shidos, juegos de azar y mujerzuelas ;)

Y por si no lo sabían... ¡Ya está disponible el especial (parte i) de Pablo y Jorge! Pondré el link en comentarios por si aún no lo ven <2+1

¡Muchas gracias por leer hasta aquí! :') neta los extrañé. Gracias por la paciencia.

Comenten DORIME's para que actualice pronto :v y no tarde tanto esta vez.

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