#68

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Los renegados, niños de la calle, pequeños humanos metidos en un mundo de drogas, abuso y carencia.

Los niños que el estado no reclama.

Los niños perdidos, dueños de su propio neverland, en donde no necesitan viajar a la segunda estrella a la derecha, sólo necesitan la calidez de un abrazo y las palabras de aliento de alguien que quiera apoyarlos.

Y esos niños de la calle eran ellos, una niña de cabello naranja que portaba en el brazo la marca de quienes la habían sometido por años a trabajos forzados, un tatuaje de tinta azul que la perseguía por todos lados.

Un niño de nariz grande y alargada con cabello enmarañado y esponjado, labios grandes y piel morena que causaba miradas de asombro por ser tan distinto, por los rasgos que poseia.

Un niño de cabello negro como la noche y ojos obscuros, una llamativa cicatriz cruzaba por debajo de uno de sus ojos, quienes lo miraban se preguntaban que era lo que le habría pasado para llegar a tener esa cicatriz.

Y por último pero no menos importante, un niño de cabellera verde muy peculiar, sus ojos verdosos lo hacían destacar, pero lo que más hacía que el niño sobresaliera entre los otros era la sangre, la cual usualmente brotaba de su cuerpo gracias a las heridas que le causaban.

Todos eran unos niños que rondaban los ocho años, niños obligados a crecer y a formarse como adultos pensantes debido a la situación que pasaban, todos ellos necesitaban familias, amigos, un lugar donde dormir y comida caliente sobre la mesa, lamentablemente no tenían ni siquiera ropa decente.

Uno de tantos días la niña de cabello naranja llamada Nami caminaba entre las calles intentando conseguir algo de comer, por ir distraída mirando al suelo buscando alguna moneda chocó contra alguien.

Sostuvo su frente y miró un par de ojos azules que la observaban, era una niña de piel morena que la miraba extrañada, era muy temprano y el abrigo que la niña llevaba se miraba acogedor.

-Disculpa, no he visto por donde iba.- La niña morena se puso de pie y ayudó a Nami a pararse también.- ¿Te he lastimado?- Nami negó.

-No, perdón por chocar, iba distraída.- Nami se acomodo la delgada ropa y sintió la mirada de la niña sobre ella.- ¿Qué?

-¿Tienes frío?- le preguntó y Nami se encogió de hombros, pero no le dio tiempo a decir algo cuando de su mochila sacó unos guantes y un gorro. - Toma, mamá me los da siempre pero no me los pongo, creo que te quedan bien... Y ten.- Saco de la mochila algo envuelto en aluminio.- Me tengo que ir, ¡adiós!

La niña se fue y Nami se quedó callada y pasmada viéndola alejarse, el gorro, los guantes y el aluminio descansaban entre sus manos, dio un par de saltitos y corrió dispuesta a decirle a todos lo que había pasado.

Esa noche, después de varios días, pudieron cenar un poco.

Nami lucia encantada con su gorro y los guantes, incluso había lavado su rostro en la fuente de la plaza para verse un poco mejor y había conseguido peinar un poco su cabello, Luffy, el chico de La cicatriz, estaba con ella por que navidad se acercaba y trabajaban juntos para poder conseguir algo de monedas y poder cenar ese día algo decente.

-¿Crees que cenemos rico?- preguntó Luffy y ella asintió.

-Creo que cenaremos rico, ya veras que será comida muy rica.- Nami le sonrió mientras miraba como un coche se acercaba y se ofrecía a lavarlo a cambio de unas monedas.

La tarde era fría y ambos temblaban un poco, pero todo estaba bien, ellos estaban unidos y planeaban tener una rica cena para esas fechas y no pasar desapercibida la noche, tal vez no tendrían regalos ni grandes fiestas, pero si union y amor.

one shorts de ZoroxRobin.Where stories live. Discover now