—Eso es, camina hacia papá.—Murmuré viendo como aquella pequeña trataba de caminar hacia mí con torpeza tratando de mantener el equilibrio y estabilizar su pequeño cuerpo.—Solo un par de pasos.
Verla crecer era lo más hermoso que pudiese pasar, ver como su rostro tomaba las características de su madre. Su nariz, sus preciosos ojitos verdes, su rizado cabello castaño. En cuanto su parecido a mi era escaso pero había algo que era innegable. Tenía mi talento.
Tal vez no pronunciaba más de dos palabras pero cada vez que me escuchaba cantar, ella aplaudía emocionada mientras balbuceaba a mi ritmo. Iba a ser muy talentosa y ya me sentía orgulloso por ello.
Su primer año de vida fue difícil, con semanas enteras de citas con distintos pediatras, noches largas en la sala de emergencias y semanas interminables recorriendo los pasillos del área infantil en el hospital.
Hayley puso un pie frente al otro con concentración y entonces avanzó. Repitiendo aquella acción un par de veces, extendió sus brazos y sonriente se abrazó a mi cuerpo.
—Así se hace, hermosa princesa de papá.—Sentí la presencia de Tracy detrás de mi, volví la mirada con Hayley en brazos y le miré.
—¿Cómo se encuentra?.
—Todo está en orden, no se ha sentido mal en lo absoluto.
—Gracias al cielo.—Suspiró aliviada.—No pude concentrarme en el trabajo por estar pensando en ella.
Hayley sufría de insuficiencia cardíaca. Su corazón no latía como el de un niño sano, todavía podía recordar como la tomaba en mis brazos tan desvanecida que me aterraba. Sentía un profundo miedo que no me permitía dormir por las noches pensando que podría morir mientras dormía.
— No he podido escribir una nueva canción, Hayley no ha querido dejarme.—Ésta encontró la manera de subir a mi regazo y posas sus pequeños brazos en los mios.—¿Quieres dormir un poco?
—Sí.—Mi nena susurró antes de acomodar su cabeza en mi hombro, tomé su pequeño cuerpo y lo recosté sobre mis piernas de una cómoda manera haciendo que durmiera al instante. Así era su vida, solo se limitaba a comer y caminar un par de pasos antes de fatigarse, en llorar cada vez que sentía dolor en el pecho y dormir por pocas horas antes de despertar llorando por culpa de sus problemas por respirar.
Me levanté del sofá con Hayley entre mis brazos y caminé con ella hacia su habitación, la acoste en el acolchado de su cuna y encendí el intercomunicador de bebés. Tomé el mando que me hacía llegar el mensaje del otro mando y volví a la sala, viendo como Tracy mordía sus uñas mientras mantenía una de sus manos en su pierna derecha.
—¿En que piensas?.—Tracy me miró y dejó sus uñas de lado.
—Mañana llevaré a Hayley con un especialista. Según su pediatra podría necesitar una cirugía.—A este punto ella comenzó a llorar tratando de disimular su tristeza pero era inevitable no darme cuenta de lo herida que estaba.
—No tienes porque llorar, amor.
—Ella es muy pequeña, Shawn. No debería pasar por esto. Hayley debería ir por ahí corriendo y saltando en las plazas y su casa de juegos, no debería estar de hospital en hospital. ¿Que hicimos mal?
—No hicimos nada malo, al menos en la parte práctica hicimos todo bien, ella salió hermosa.—Ella rió sonrojada.—Es una prueba que superaremos, juntos. Estaremos a su lado tanto como nos necesite, por eso somos sus padres.
—Tengo mucho miedo de perderle.
—Yo también lo tengo. No puedo dormir por las noches pensando lo peor, pero cada día que pasa la veo mejor y hace que esas noches en vela valgan la pena.
...
—Papi. —La angustiada voz de Hayley resonó por el intercomunicador a las tres treinta y cinco de la madrugada.—Mami.
—Voy yo esta vez. —Tracy se levantó y tomó una de sus batas de seda para poder salir en dirección a la habitación de mi hija. Me dí la vuelta quedando boca abajo contra la almohada y traté de volver a dormir pero el llamado tan asustado de Tracy me hizo saltar de la cama.
Hayley pasó una mala noche en urgencias con intravenosas y chupones pegados a su cuerpo. Tracy no estaba bien por lo que tuve que ser yo quien se quedará y lidiara con el sufrimiento de la niña.
—¡Papi!. —Tuve que salir por unos minutos, no podía soportarlo. No podía ver como Hayley era intervenida de distintas maneras, como se asustaba y lloraba con más sentimiento cada vez que veía como más sujetos entraban. Tracy tenía razón, ella es una niña. No debería estar pasando por esto.
—Señor Mendes. — Me dí la vuelta y me encontré con el doctor de Urgencias y el especialista en cirugía cardiotorácica.—Necesitamos tratar unos asuntos acerca de su hija.
...
—Intentemos tener un bebé.
—¿Estás loco?
—Llevamos dos años casados. Es el momento perfecto, ¿No quieres tener a un pequeño corriendo por toda la casa? ¿Algo tuyo y mio? Es lo único que nos falta, Tracy.
...
—Amor, ¿Puedes venir un momento?.—Escuché la voz de Tracy desde la estancia, al parecer ella estaba en la habitación.
—¿Que sucede, linda?
—Ven aquí.—Subí las escaleras tan rápido como me fue posible, entré al cuarto de baño sin hacer ruido y entonces la vi inclinada sobre el lavamanos mientras miraba hacia adentro.
—Aquí estoy. —Ella tomó un tubo de plástico blanco y me lo extendió, en éste se reflejaban dos líneas rosas paralelas.
—Estoy embarazada.—Me confesó con una gran sonrisa.
...
—Shawn, despierta. —Tracy soltó un gemido adolorido y siseó tratando de aliviar su dolor. —El bebé ya viene. Date prisa, me duele mucho.
...
—Eres hermosa, pequeña. —Hayley mantenía sus pequeños ojitos cerrados. Era ajena a toda situación. Solo se dedicaba a ser absolutamente adorable sin ningún esfuerzo. —Nos hemos lucido, amor.
—Que bueno que ha salido hermosa, no me tuvo con las piernas abiertas por cuatro horas para que pareciera hija de Donald Trump.
—Yo también te tuve con las piernas abiertas por cuatro horas.
—Pero a ti si te disfruté. —Traté de reírme lo más bajo que podía, pero era imposible teniendo a una esposa que dejaba escapar todos esas bromas debido a la morfina.
...
—¿Que sucede?
—Van a intervenirla, necesita un marcapasos con urgencia. —Tracy asintió. Lo entendía. Al igual que yo estaba dispuesta a todo a cambio de la salud de nuestra hija.—Nos odiará si no nos ve a su lado una vez que despierte.
—Hay que comprarle esa muñeca que tanto quería. Se la merece.
Fueron horas muy largas, horas donde la impotencia se incrustaba en mi pecho al no poder hacer nada por mi hija mas que rezar. Quedarme sentado pensando en todas las cosas que nos habían hecho llegar hasta este momento hacía que el pequeño hoyo en mi pecho se ensancha y doliera aun mas.
—¿Padres de Hayley Mendes?.—Una enfermera nos habló después de casi seis horas de espera. Ella nos sonrió con dulzura aun al vernos en pijama, desde que ingresaron a nuestra hija no nos habíamos separado de nuestros lugares.—¿Desean ver a su hija?.—Esas palabras fueron las únicas que necesitaba para saber que ella estaba bien.