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Escuché la campana que indicaba el ingreso de nuevos clientes. Permaneci en la máquina cafetera para terminar se servir la orden pendiente. Mientras otro compañero atendía la caja y órdenes para llevar, tomé la charola con otras bebidas y fui hacia las mesas.

La cafetería en donde trabajo es un pequeño comercio local al que frecuentan las mismas personas. Conocía la mayoría de los clientes e incluso me tomaba el tiempo de charlar con ellos siempre que podía.

Luego de entregarle su pedido a los demás clientes, me dirigí a la mesa del fondo. En ella estaba un chico con los hombros recargados sobre la madera. Lo primero que pude notar era su cabellera rubia. Busqué en los bolsillos de mi delantal la libreta en donde anotaba las órdenes y acomode la charola bajo mi brazo antes de plantarme frente a él.

-¿Puedo tomar su orden?

-Uhmm...-me miró apenado al mismo tiempo que tallaba sus piernas con nerviosismo-...estoy esperando a alguien.

-¿Seguro? -asintió- ¿Agua? No cobramos por ella. Así pasará más rápido la espera.

-No, gracias.

Le sonreí con amabilidad y prometí volver más tarde. Regresé al mostrador para ayudar con los demás clientes. De vez en cuando volteaba hacia la mesa del chico solitario para asegurarme de atenderlos en cuanto llegara su cita. La silla para su acompañante permaneció vacía durante más de una hora.

El rubio se veía desanimado y checaba su celular constantemente. Lo único en lo que podía pensar es que tal vez era una cita romántica y los habían dejado plantado. Nadie se ve tan triste y desilucionado solo por ver a amigos o a alguien del trabajo.

Cuando considere que había pasado tiempo suficiente, tomé un cupcake de chocolate con betún y prepare un delicioso capuchino. El chico se sorprendió cuando coloque la comida frente a él.

-Yo no pedí esto.

-Lo sé, pero también sé que las penas son menos con comida y un buen café. La casa invita.

Me despedí con un guiño antes de regresar a mi trabajo.

*

Durante los siguientes días, el chico rubio siguió regresando a la cafetería y pedía lo mismo. Llegó un tiempo en donde ya no tuve la necesidad de tomar su orden. Solamente llegaba y yo le llevaba su orden.

Ya me había acostumbrado a su presencia hasta que un día no llegó a la hora habitual. Usualmente solo intercambiamos saludos y unas cuantas palabras más pero nunca hemos conversado por mucho tiempo y a pesar de eso, era extraño no verlo hasta el fondo de la cafetería.

Horas más tarde, cuando comenzaba a anochecer lo ví atravesar la puerta principal. A diferencia de otros días, llevaba consigo un estuche de guitarra. Caminó con la mirada hacia el suelo hasta llegar a la mesa habitual. Prepare sus mismos alimentos de siempre pero me detuvo antes de llegar a la mesa.

-Solo quiero café. Negro estaría bien -sonrió forzadamente sin despegar la mirada de su celular.

-¿Seguro? Tenemos promoción de cupcakes.

-Solo café.

Dicho eso, sacó sus audífonos para colocarlos en sus oídos. Su actitud era muy extraña puesto que siempre era amable conmigo. Fui a preparar su café y ni siquiera las gracias me dió al llevarlo.

Preferí solo ignorarlo y seguir con mis asuntos.

Al final del turno, solo quedaba yo. Era mi turno de hacer limpieza y cerrar el local. Lave toda la losa y limpie el mostrador hasta quedar reluciente. Al estar sola, había puesto mis audífonos para amenizar un poco el lugar. Mientras limpiaba, me movía conforme a la música porque según yo, no estaría nadie más.

imagines | lrhWhere stories live. Discover now