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Me despedí de mis padres luego de una larga videollamada. Apreté el botón rojo de la pantalla e inmediatamente desaparecieron. Dejé la laptop a un lado y pasé a preparar la cena que tanto había esperado. No soy una maestra de las artes culinarias, pero he de admitir que YouTube me ha sacado del apuro muchas veces. Cuando estuvo lista, la coloque en un plato y lo llevé a la mesa del balcón de mi departamento. Ya era de noche por lo que las luces de la ciudad iluminaban lo bastante como para poder moverme con tranquilidad. Sentí una suave brisa adentrarse por las mangas de mi suéter, pero nada que pudiera molestarme.

Por último, llevé un pequeño panque con una vela como toque final. Deje todo sobre la mesa y antes de comer, encendí la pequeña vela para pedir un deseo.

—Eso es muy deprimente.

Abrí los ojos para encontrarme a un chico asomándose por el balcón vecino.

—¿Quién eres tú?

—Tu vecino. Soy Luke —alzó la mano en forma de saludo—. ¿Hoy es tu cumpleaños?

—Uhm...— carraspeé—... Si, de hecho lo es.

—¿Y lo estás festejando sola? Eso no está bien, es muy triste.

—Todo estaba bien hasta que llegaste. Tú lo haces ver triste —acusé.

—Tú eres la que está sentada sin compañía con un pastelillo. Pero tranquila...—sonrió de lado antes de tomar impulso y saltar hacia mi balcón—... Yo te puedo hacer compañía.

—¡¿Pero qué haces?! —me levanté con rapidez dispuesta a ir por un cuchillo si era necesario— ¡Vete de aquí!

—Tranquila, no haré nada —levanto las manos sobre su cabeza y se acercó con lentitud.

A pesar de que no mostraba señas de querer "atacarme", entré a la cocina y cerré el barandal detrás de mí con todo y seguro. Me recargué contra el cristal para intentar tranquilizar mi respiración. No sabía quién era ese sujeto y me había asustado demasiado su actuar. Cuando di media vuelta, él ya se encontraba sentado en la mesa mirando la vista de la ciudad.

—Vamos, ven —palmeó la silla de junto sin voltear a verme—. La noche está increíble y aún tienes que pedir un deseo. 

Miré mi pastelillo y la vela ya estaba a la mitad. Me quedé un momento observando, esperando a que se marchara luego, pero no, parecía que se quedaría todo el tiempo del mundo. Quise irme a dormir, pero me comía la curiosidad, así que tomé el cuchillo más grande que encontré y abrí con lentitud el ventanal. Lo primero que hice fue señalarlo con el utensilio para lucir amenazante. Él se veía tranquilo, pero estaba segura de que se reía en su interior. 

—¿Quieres bajar eso? Puedes sacarme un ojo.

—Lo haré si es necesario. 

—Solo siéntate, creo que tu cena ya está fría. 

Eso parecía, pero aún estaba caliente. La vela del pastelillo estaba completamente derretida.

—Eso es por tu culpa. Si no te hubieras metido donde no te llaman, yo ya estaría cenando con paz y tranquilidad.

—Vale, lo siento. Lo compensaré. 

Se levantó, y como si se tratara de su propia casa, entró como si nada a la cocina y comenzó a buscar entre los cajones. Hubiera ideo detrás de él, pero prefería quedarme aquí. No sabía que era lo que buscaba porque ya no tenía más velas. Solo podía escuchar el ruido de las cosas moverse y el cerrar de los cajones.  Luego regresó con una caja de cerillos en mano.

—Esto puede funcionar. 

Encendió un cerillo al primer intento y lo insertó justo donde antes estaba la vela. Era más chico en comparación y no tenía colores, pero funcionaba bastante bien.

—Es hora de que pidas un deseo —levantó el pequeño pan a la altura de mis ojos. 

Sin dudar, cerré los ojos y soplé rápido, mientras en mi mente repetía mi deseo. 

—¿Eso es todo? Me lo había imaginado más emocionante —dijo desilusionado. 

—¿Qué estás diciendo?  —fruncí el ceño—. Tú no deberías estar aquí. 

—Vale, ya lo entendí.  No me quieres aquí, lamento la molestia. 

Todo esto había sido sumamente extraño. Cuando me mudé, mamá dijo que en las ciudades la gente se comporta de una manera diferente o extraña, pero no me imaginaba que se refería a esto. El chico dio un paso hacia el barandal, donde se acomodó y se preparó para dar el salto. Los balcones estaban tan próximos que era imposible que se cayera. 

No sé el porqué, pero algo me hizo detenerlo antes de que se marchara por completo. Me miró confundido por mi reacción, pero accedió de todas maneras. 

—¿Por qué hiciste eso? ¿Acaso te la pasas saltando de balcón en balcón? 

—De hecho, eres la primera —esperaba que sonriera de una forma arrogante, pero no fue aso. Era una sonrisa sincera. 

—Eso no me ayuda a sentirme cómoda con todo esto —moví mis brazos señalando nuestro alrededor—. Solo quiero saber por qué. No es algo que la gente haga comúnmente.

—Yo... Lo vi en una película —desvió la mirada apenado.

—¿De verdad?

—Si, algo así, pero debo de admitir que no lo sé muy bien.  Creo que fue porque sé que eres nueva aquí y al parecer no conoces a nadie.  Yo sé lo que se siente ser nuevo en un lugar y estar solo, aunque yo tuve a mis amigos, pero no quería que tú lo estuvieras. Menos en tu cumpleaños. Eso se veía bastante deprimente.

—Oh...—comenzaba a sentirme nerviosa—... Vaya, gracias. No debiste de molestarte.

—No debí molestarte, mejor dicho. Pero me marcho ahora. Perdón por arruinar tu noche. 

—No tienes por qué hacerlo —lo detuve de nuevo—. Puedes quedarte, hice comida suficiente para dos... ¿Si?

—Eso suena bien. 

En lugar de darse vuelta, regresó a su balcón e ingreso a su departamento. ¿En serio se marchó así sin más? Primero se toma el atrevimiento de invadir mi espacio personal y luego se va cuando me atreví a invitarlo. Me hacía sentir indignada y muy molesta. Ya estaba su nombre escrito en mi lista negra. 

Alcancé a escuchar el timbre cuando aún refunfuñaba por tener un vecino como él. Fui a la puerta y abrí sin fijarme antes. Luke estaba ahí, en el pasillo, sujetando un improvisado ramo de flores que no tenía ni idea de donde las había sacado. 

—Pensé que sería mejor hacerlo de la manera correcta —se hundió de hombros — también te traje algo.

Perdón por todo lo malo que pensé de ti. 

—Gracias, es un lindo detalle —tomé las flores—. Ahora sí. ¿Quieres pasar a cenar? 

—Claro, me encantaría. 

Mamá no me creerá cuando se lo cuente.








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