Capítulo 52

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—Nunca nos hemos duchado juntos —le dijo ella entonces, y David pegó un acelerón sin pretenderlo.

El chico frunció el ceño en un gesto de frustración.

—¿Estás empeñada en que hoy me de un infarto verdad?

Habían cambiado los papeles de un modo tan radical que el chico se sorprendió por lo que acababa de decir. Siempre había sido él quien había llevado las riendas de todo aquello. Verónica río y luego sonrió, comprensiva pero con un deseo demasiado profundo por él.

—Quiero decir, voy a hacerte el amor en la ducha, mi amore —tosió él, corrigiendo lo que acaba de decir, haciendo de aquello un juego y logrando que Verónica se riese, aunque dejó de hacerlo cuando sintió la mano posesiva de David recorrerle los muslos mientras conducía. Ella suspiró de placer cuando él se acercó a su sexo y se quedó muy quieto, a escasos milímetros saboreando la sensación de poder que el rostro de Verónica le otorgaba. David volvió a abrir los ojos de par en par cuando ella inclinó las caderas hacia delante, haciendo que su intimidad rozase la mano de David. El gesto lo puso a cien al mismo tiempo que le sorprendió.

—Estar en ese maldito burdel me ha hecho darme cuenta de la suerte que tengo de poder disfrutar de mi sexualidad a mi antojo. Nadie debería de quitarnos la opción de elegir qué o cuando disfrutar de nuestra sexualidad. Eso sí, teniendo cuidado —se explicó ella cuando se percató de la oscura y deseosa mirada de David, pero también de la incomprensión.

Verónica nunca antes había mostrado esa actitud con él y eso hacía que todo su cuerpo ardiese de una forma difícil de aguantar.

—Creo que entonces el viaje no ha sido en vano. Disfrutar del sexo debería de ser un derecho universal de hombres y mujeres siempre y cuando ambos estén de acuerdo en ello —y luego David volvió a mirar a Verónica con ojos perversos y recorriéndola de arriba abajo con avidez—. Y de tu placer me encargo yo, ojos azules.

Y dicho eso comenzó a tocarla por encima de las leggins con mucho cuidado y aminorando la velocidad. Verónica le agarró el brazo dejándose llevar y sintió como sus músculos se tensaban en cada movimiento. No obstante, la lógica se abrió paso por algún recoveco de su cabeza.

—David... no deberías de hacerme esto así en un coche en marcha —gimió ella sintiendo hasta qué punto su relación se había estrechado aún más.

—Dime un solo motivo —ordenó con ímpetu al tiempo que daba un suave pellizco con mucho cuidado al sexo de Verónica.

Estaba conduciendo, pensó, pero no fue capaz de decir nada. La carretera era recta y apenas había tráfico. Ella jadeó por toda respuesta y se dejó llevar, disfrutando de lo que sus expertas manos eran capaces de hacerle sentir aún con la ropa puesta. David seguía conduciendo centrado en la carretera mientras su mano hacía que Verónica arquease las caderas. No tardaron más de dos minutos en llegar a un hostal, y David se detuvo unos instantes a besar a Verónica con tanta pasión que a ambos se les nubló el juicio y perdieron toda la compostura. Se querían con locura y encima de todo se habían echado tanto de menos que había sido horriblemente doloroso.

—Te quiero —le dijo ella.

—Te quiero —repitió David, y sonaba tan bien de sus labios que nada más importaba.

David la atrajo hacia sí con cuidado y la levantó en peso, cogiéndola de nuevo como los recién casados.

—¿Crees que llegaremos a la cama? —preguntó Verónica ignorando a todos los empleados de aquel hostal que los miraban.

—Nadie ha dicho que vaya a empezar a hacerte el amor en la cama, ojos azules.

Su voz sonaba tan atrayente y seductora que la chica se quedó sin respiración. Todo daba vueltas salvo David. Él era lo que la anclaba a la tierra y la hacía volar al mismo tiempo. Como un vendaval de fuego que lo arrasaba todo a su paso.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang