Capítulo 58.1

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Unos veinte minutos más tarde su madre seguía peleándole y gritando como si fuese una posesa mientras que Pedro hacía las maletas. El cerebro de Violeta había colapsado al enterarse de lo que su hija había hecho. Su niña. Tal era su enfado que incluso Pedro se había alejado. Desde la otra estancia, el policía trataba de calmarla a gritos y David se mantenía muy pero que muy callado junto a Verónica, a pesar de que una parte de él quería gritarle que no se atreviese a hablarle así, entendía que era su hija, y si Verónica no decía nada al respecto, por mucho que él quisiese hacerlo, él tampoco diría nada por respeto aunque estuviese rojo de la rabia. Lo único que hacía era susurrarle palabras en italiano de vez en cuando en el oído y darle la mano en señal de apoyo. Hasta que llegó un momento en el que David no pudo más y con voz amenazadora le dijo:

—Ya es suficiente. En lugar de estar montando esta escena que todo el piso entero va a recordar deberías de estar ayudando a Pedro para que podáis iros de aquí lo más rápido posible. ¡Habéis perdido más de cincuenta minutos con vuestras discusiones! ¡Ya deberíais de estar muy lejos y estáis aquí como unos estúpidos que piensan que tienen tiempo para discutir!

—¿Cómo te atreves a...

David dio un paso hacia Violeta y Verónica se levantó. Conocía a su madre lo suficiente para saber que podía darle una cachetada.

—¡No, yo no! ¡¿Cómo te atreves tú a hablarle así y a perder el tiempo cuando pueden estar viniendo hacia esta maldita casa?! ¡Ya deberías de estar en el coche y por si no lo sabes allí puedes seguir gritándole todo lo que quieras!

Pedro salió de nuevo al patio y agarró a Violeta cuando estaba a punto de abalanzarse sobre el chico.

—¡Tú eres el responsable de todo esto! ¡TÚ! ¡¿Y TE ATREVES A GRITARME A MI?! ¡¡¡COMO VUELVA A VERTE CERCA DE MI HIJA TE JURO QUE TE MATARÉ!!!

David entreabrió los labios. En algún momento había comenzado a ganarse a Pedro, pero ¿a Violeta? Ahora sí que iba a conocer el significado de la palabra suegra. El joven apretó los labios y cerró los ojos. Violeta seguía gritando. Y siguió así, presa del momento hasta pasados unos minutos. Verónica apretó la tela de su sudadera. Su vecino Felix debía de estar enterándose de todo y probablemente también debería de decirle que se fuese. Cuando parecía que por fin había parado de discutir y de soltar mil disparates por la boca debido al miedo, y tras darle también otro buen repaso a David y a la mala influencia que tenía sobre Verónica, volvió a la carga.

—¡No deberías de estar aquí!

David alzó ambas cejas y luego cerró los ojos.

—Violeta, como vuelvas a amenazarme vas a tener un problema conmigo de verdad. Uno mucho más grande del que ya tenéis.

La forma tan peligrosa en la que pronunció esas palabras hizo que Violeta se callase. Verónica miró orgullosa a David, no porque le hubiese dicho eso a su madre, sino porque estaba segura de que había conseguido callarla al fin y hacerla reaccionar. La mujer se llevó una mano al pelo, se lo atusó y se quedó mirando fijamente al novio de su hija. El chico se dio cuenta y se sintió incómodo. Estaba sentado en el sofá del patio aunque Violeta le había dicho que se fuese a voz de grito en al menos cinco ocasiones. Pedro le había pedido con la mirada que se quedase, y eso había hecho mientras él buscaba otro piso en una ciudad más alejada aún de Neone y Víctor se sentaba al lado de David, buscándolo para jugar con él. El chico de fuego miró el reloj y se dio cuenta de todo el tiempo que había perdido en aquella casa. Ya tendría que haber estado con sus subordinados para asegurarse de que todos estaban bien hacía más de una hora. El saber que no había noticias de Erick lo calmó un poco.

—Creo que será mejor que me vaya. —dijo al cabo de unos minutos David mirando única y exclusivamente a Verónica cuando creyó que la bronca había acabado—. Tengo que averiguar algo cuanto antes. Tu padre se encargará de que estés a salvo mientras yo acabo de resolver algunos cabos sueltos. Luego iré a buscarte.

Todos estaban en completo silencio, pero cuando se levantó Violeta lo detuvo.

—¿Qué va a pasar ahora con mi niña si esos malnacidos la han seguido? ¿está en peligro? ¿estamos en peligro?

Por primera vez no le habló desde el enfado sino desde la preocupación de una madre. Ese gesto hizo que David se detuviese y la observase con rostro desconcertado. No podía decirle que todo iba a ir bien. Eso sería mentirle.

—Trataré de averiguar lo que pueda, pero por ahora deberíais cambiar de domicilio asegurándoos de que nadie os siga a ninguno de vosotros y permanecer escondidos hasta que averigüe como van las cosas. Nadie puede sacar una chica de Maison la Noir y salir sano y a salvo. Mucho menos a tres. Aún no han dado la voz de alarma, pero en cuando que el señor Robert llame al hombre que se llevó a las chicas y este no le responda sabrá que le han engañado y él no es alguien con quien se deba de jugar.

El chico se ahorró mencionar a los sicarios y mafiosos que aún estarían emborrachándose en aquel burdel. David habló de una forma tan seria que por primera vez Violeta pudo ver lo que su hija veía en él. No obstante, seguía siendo una mala influencia y su hija estaba en esa situación por su culpa. Eso era lo que pensaba y era más que suficiente para que no quisiese que se volviesen a ver. Violeta asintió con la cabeza, seriamente preocupada y miró a la puerta, indicándole a David que podía irse con cara de pocos amigos.

El chico dirigió una mirada inquisitoria a Verónica, no quería irse sin despedirse de ella pero tampoco quería besarla delante de sus padres viendo como estaba el ambiente. Por un momento se puso en el lugar de sus padres y decidió respetarlos a ambos apretando los labios y dirigiéndose hacia la puerta. Verónica no lo aguantó y salió tras él. Lo interceptó en la entrada del piso y se lanzó a sus brazos.

—¿Estas bien mi amore?

Ella se enterneció y asintió con la cabeza.

—Ha sido mejor porque has estado conmigo. Si no impusieras a mi madre créeme que habría sido mucho peor.

David la besó lentamente y colocó suaves besos en su rostro, teniendo especial cuidado con la zona aún algo rojiza de su cara.

—Has vuelto a decir las cosas sin pensar como las dices —le riñó suavemente, con una media sonrisa y mirándola fijamente.

—Lo se... para variar —le medio sonrió ella al ver su expresión de afecto.

David jugó con su rostro y lo acarició con el pulgar suavemente, posando luego sus dedos en los labios de ella y acariciándolos. Sentir la respiración de ella en sus dedos lo hizo relamerse de placer. Todo se intensificaba con Verónica, hasta algo tan simple como respirar. Cuando David pudo volver a centrarse en donde estaba, observó como ella le pasaba una mano por el cabello y jugueteaba con alguno de sus mechones, cerrando los ojos como si estuviese disfrutando de ese momento.

—Siempre voy a cuidar de ti, ¿lo sabes verdad? —le susurró con voz ronca en un sonido envolvente y sensual.

Ella asintió con la cabeza, sabiendo que David la respetaba por encima de todas las cosas y que tan sólo quería lo mejor para ella.

Muchas gracias por leerme personitas preciosas!!! Os subo uno más además de este para daros las gracias por todos vuestros mensajes de apoyo por lo que me pasó ayer. Un abrazo!!!

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