Capítulo 66

291 61 9
                                    


David había escuchado con los labios fruncidos como Helen y Jorge discutían. Y lo peor de todo, sabía que era por su culpa. Jorge había tratado de salir del cuarto para entregarle las fotos a David y que fuese pensando si reconocía a alguno de los hombres como uno de los que estuvo en esa habitación en la reunión que tuvo con Relf.

Las manos le picaron al recordar a ese hombre y la forma tan miserable en la que lo había matado. Sin embargo, no podía hacer ninguna otra cosa si realmente quería que Verónica y su familia estuviesen bien. Su familia. Tragó saliva al darse cuenta de que también era la suya, pero no tuvo tiempo a pensar mucho más en eso porque Jorge salió justo en ese momento de su cuarto, aun peleándose con Helen. Era como si ambos buscasen una excusa para no mantener relaciones. David miró el reloj de la cocina pensando en cuánto tiempo podría quedarse. Eran las ocho de la mañana.

—Vete a mirarlas al baño y cierra la puerta. En cuanto que la cosa se calme estaré contigo.

El chico obedeció con cara seria y cerró la puerta del baño tras él. Luego, comenzó a mirar las fotos una a una. Cuanto más pasaba las imágenes más enfadado se sentía. Él nunca olvidaba una cara, pero ninguna de las personas de las fotos estaba en esa habitación ese día.

Frustrado, cogió aire y lo soltó poco a poco por la boca, profiriendo un sonido airado mientras lo hacía. Se pasó una mano por el cabello y cerró los ojos. No supo cuánto tiempo se quedó así pero sí que fue consciente de como Jorge y Helen se despedían en la entrada de la casa del policía. El hombre acompañó a la mujer rubia hasta su coche y tras abrirle la puerta se despidió dándole un beso en la mejilla. David sonrió contemplando la tierna escena desde la entrada.

Cuando Jorge volvió y cerró la puerta tras él, David tenía una ceja arqueada y lo miraba con una sonrisa burlona en los labios.

—Ni se te ocurra hacer ningún comentario, mocoso.

David rio por la seriedad con la que Jorge había hablado.

—Descuida. No vaya a ser que quieras darme otro beso a mi en la mejilla.

Jorge lo fulminó con la mirada, pero había una chispa de diversión clarísima en su rostro.

—¿Quieres que hable yo de la cara de tonto que tienes cuando estás con Verónica? Además, me has jodido una noche de sexo con esa mujer.

En esa ocasión fue David quien se hizo el sorprendido, llevándose incluso una mano al pecho e ignorando aquello de la noche de sexo.

—¿Yo, cara de tonto por estar con mi chica? Que va, nuuuunca.

Jorge dio una ligera carcajada. Le gustaba ver como el chico había madurado y había aprendido a reírse de si mismo. Eso era algo que de más joven le costaba a horrores, y sobre todo teniendo en cuenta en el mundo de barro en el que se encontraba y las personas que lo rodeaban. De camino a su casa, David había pensado que Jorge se merecía que le diese un puñetazo por ayudar a Verónica sin su permiso y sin que él supiese si quiera lo que ocurría, pero tras recapacitar, tan sólo podía darle las gracias por cómo se había portado. De nuevo, había arriesgado su vida por él.

—Tu chica... ¿quién me lo iba a decir?

David le sonrió, pero Jorge se dio cuenta de que algo no iba bien en su mirada.

—¿Puedes jurarme que no sabías que iba a entrar en Maison la Noir?

Jorge tragó saliva visiblemente y asintió.

—Vino aquí esta madrugada y lo que menos podía imaginarme era que hubiese entrado en ese lugar. Tienes mi palabra. Además, no podía contactar contigo y para colmo Helen me llamó diciendo que quería verme.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Where stories live. Discover now