Capítulo 4.2

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—¡¿Es que no te das cuenta de que quieres exponerte sin necesidad?! ¡Quieres ir sola a un burdel donde pueden matarte!

Verónica apretó la tela del uniforme con tanta fuerza que era capaz de clavarse las uñas a través del tejido.

—¡¡¡Ahora entiendes como me siento yo contigo mil veces!!! ¡Y además, no tengo por qué ir sola!

—¡¡¡No Verónica, no lo entiendes!!! ¡¡¡No vas a ir, ni sola ni acompañada!!!

Ella volvió a chillar exasperada y continuó la discusión.

—¡¡¡No vuelvas a prohibirme hacer algo!!! ¡¡¡Prefiero ir yo a que vayas tú y te encuentres allí con Baref o alguno de sus hombres!!!

David abrió los labios. ¿Qué acababa de decir Verónica? ¿Qué había querido decir? ¿Había dicho que quería entrar ella para que él no tuviese problemas si veía a Baref o a sus hombres? David contuvo el aliento y sintió que ella lo desarmó. Acababa de entenderlo, pero aún así, la idea seguía pareciéndole una locura y seguía produciéndole mucho miedo.

—¡No! —se negó en rotundo ahora algo más calmado pero aún alterado mientras cogía una bocanada de aire.

Todo su mundo se volvió patas arriba simplemente al imaginarse a Verónica en aquel lugar. Su sistema sanguíneo se aceleró. Ella dio un paso hacia él.

—No necesito tu permiso David.

Jorge podía ver como saltaban chispas entre ellos, tantas, que dudaba si meterse o irse y dejarlos discutir a solas. De fondo se escuchaba el tic tac de un reloj. David alzó las cejas y Verónica volvió a apretar la tela de su uniforme entre los puños. Ambos se mantuvieron la mirada con rudeza.

—¡No sabes lo que quieres hacer! ¡Eres incapaz de imaginarte lo que ocurre en un lugar como ese! ¡Antes muerto que dejar que entres ahí, y mucho menos sola! —dijo refiriéndose a que si cupiese la posibilidad de que ella entrase sería con él, y por él jamás permitiría ese momento.

—¡No tengo por qué ir sola! ¡Se perfectamente con quién iré!

David apretó los labios y se mordió el labio inferior. Verónica sintió que ese gesto la hacía arder por dentro de deseo. David adquiría un matiz agresivo cuando estaba enfadado. Agresivo y peligroso, pero la chica sabía que jamás perdería el control con ella y que se cortaría las manos antes de hacerle daño a ninguna mujer. Al menos, mientras no lo obligasen a ello o se viese obligado por las circunstancias como ocurrió en Maison la Noir. Y tratándose de ella, la chica estaba segura de que jamás lo haría.

—¿Ah sí?— Verónica se percató de que su voz se volvió más suave, pero la acusación seguía en ella cuando él cruzó los brazos en su escultural pectoral.— ¿Quién va a estar tan loco de acompañarte a ese lugar?

Con rabia la imagen de Rubén se le vino a la cabeza a David. Aún tenían una cuenta pendiente y deseaba por todos los medios poder saldarla cuanto antes. Sin embargo, Verónica le dio una respuesta totalmente distinta a la que él se había imaginado, y eso logró hacer que su enfado disminuyese un poco más.

—¡Eva vendrá conmigo!

David se mordió la mejilla en un atractivo gesto que dejó a Verónica anonadada mirándolo. Eva. El chico cerró los ojos y recordó a esa chica. Una chica como Eva no aguantaría lo que había en un lugar así. La harían polvo en cuanto que abriese la boca. Y a Verónica igual. Los hombres capaces de ir a un lugar así en su mayoría no aguantaban a las mujeres seguras de si mismas. Las temían tanto que las veían como un peligro. Abrió los ojos asustado por sus propios pensamientos y negó con la cabeza, en rotundo.

—No. Es mi última respuesta. —espetó rudo y con una dureza que jamás había usado con ella.

El chico había dejado de gritarle, pero a ella no le servía aquello.

—Voy a ir. Es mi última palabra. —lo imitó y mirando a Jorge, le pidió lo siguiente— : Quiero que me digas todo lo que he de saber de ese lugar.

David volvió a perder los nervios y le dirigió una mirada asesina a Jorge.

—Ni se te ocurra. —le amenazó él.

Jorge se planteó si hablar o no una vez más, pero viendo la mirada y el gesto de pocos amigos que David tenía en el rostro, optó por hablar dando un pequeño paso atrás y con la voz más calmada que pudo. El chico se puso alerta nada más percatarse de la expresión de Jorge. ¿No se atrevería a...

Mil gracias por leerme. Continúo subiendo <3

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