Capítulo 12.2

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Cuando salió al pasillo el frío la recorrió. La chica miró la puerta del portal mientras cerraba su propio piso. Estaba entreabierta y el aire frío y nocturno se colaba a través de ella. Sin embargo, no la cerró y se acercó a la puerta de su vecino.

Tragó saliva y cerró ambas manos apretando los puños. Le estaban sudando a pesar de todo el frío que hacía y de que sentía como todo su cuerpo se estaba congelando. Cogió una bocanada de aire y pensó en que la última vez que había estado en el piso donde quería entrar lo había pasado francamente mal. Tanto que había llegado a su casa temblando y llorando de pura rabia.

Tratando de sacar esas ideas de la cabeza, se arrodilló en el suelo y se sacó la tarjeta del uniforme. La metió en la ranura de la puerta por la parte de la cerradura y comenzó a moverla. Se sintió sumamente extraña al hacerlo, pero no pudo evitar sentirse feliz cuando algo dentro de la puerta hizo clic y la cerradura se abrió.

Sonriendo, empujó con cuidado la puerta y entró silenciosamente en el piso. Como había esperado las luces estaban apagadas y el piso estaba sumido en un silencio abrumador nada parecido a todo el ruido que hacían las voces de sus propietarios unos cuarenta y cinco minutos antes mientras discutían. Verónica desbloqueó la pantalla de su móvil sin tarjeta sim y alumbró la habitación rebajando la claridad de la pantalla. Dejó la puerta semiabierta y comenzó a avanzar con cuidado. No tenía ni idea de dónde estaba el dormitorio de su vecino, pero algo le decía que probablemente estuviese cerca del plato de comida que había en el suelo. Verónica lo rodeó con cuidado y abrió con lentitud la puerta, comprobando que la habitación estaba a oscuras. La chica sentía como el corazón iba a salírsele del pecho y escuchaba su respiración más fuerte de lo que le gustaba, fruto de los nervios. Se llevó una mano al flequillo y se tocó el pelo, nerviosa. Agarró un mechón y comenzó a darle vueltas antes de soltarlo y meterse en la habitación con una mano en la boca para tratar de calmar su respiración mientras seguía avanzando. Estaba en el piso de un violador, y era ella quien lo buscaba. ¿Qué demonios estaba haciendo?

La puerta hizo un poco de ruido, como un crujido de una bisagra en mal estado, y se mezcló con la suave respiración de la persona de su interior, dormida. La cama de su vecino tenía una cobertera en color azul claro y el chico estaba metido en ella haciendo un ovillo y tapado hasta la cabeza. La joven se preguntó si estaba haciendo bien yendo a buscarlo a esas horas a su propia cama y si no tendría problemas si le daba por gritar y hacer entrar a sus padres en su cuarto.

Cerrando los ojos, volvió a alejar aquellos pensamientos negativos todo lo que pudo. Que sus padres la viesen allí ya no le parecía algo peligroso. No después de saber que el amor de su vida estaba viéndoselas probablemente con los hombres de Maek en ese momento. Se recordó que todo aquello era para alejar a David de más peligro y se detuvo en frente de la cama, dudando sobre cómo avisar al chico de su presencia.

Pensó en carraspear con suavidad, pero probablemente eso lo asustaría más que sentir una mano tocándolo en mitad de la noche. Bajo la cobertera, la respiración del chico era regular, como la de una persona que está totalmente dormida. Subiendo un poco la luz de la pantalla de su móvil Verónica llevó una mano al principio de la cobertera azulada y comenzó a destapar al joven, quedándose aturdida y tan asustada que dio un paso hacia atrás cuando vio que el chico tenía el cabello largo. Llevándose de nuevo una mano a la boca reprimió un grito ahogado. ¡Ese no era su vecino! ¡Maldición! ¡Estaba en el cuarto de su hermana!

Aguantando la respiración apagó la pantalla del móvil y se quedó sumamente quieta en medio de toda aquella oscuridad cuando la chica se incorporó en la cama asustada. Verónica creyó que se moría en el momento en el que la joven miró en su dirección, oculta tras las sombras.

Con los ojos como platos, Verónica sintió que la chica era capaz de ver su silueta en mitad de toda aquella oscuridad y no pudo evitar morderse los labios con tanta fuerza que se hizo sangre. Sentía los latidos de su corazón en la garganta y reprimía con todas sus ganas los temblores que la sacudían.

Al cabo de unos segundos mirando la nada y buscando algo en su dirección, la otra joven volvió a tumbarse en la cama y a taparse hasta la cabeza bajo la cobertera. Verónica se mantuvo quieta durante unos minutos que le parecieron horas, aterrada por si esa chica volvía a incorporarse. Lo único que escuchaba eran sus pulsaciones en los oídos. Trató de controlar su errática respiración todo lo que pudo hasta que escuchó como la de la otra chica volvía a hacerse más profunda.

Después de asegurarse de que su vecina volvía a estar dormida, salió sigilosamente de la habitación y cerró la puerta con muchísimo cuidado. Se quedó unos segundos en el pasillo recuperando todo el aire que había perdido en aquella estancia y miró al techo mientras volvía a desbloquear la pantalla de su móvil. Se abrazó a si misma, y volvió a buscar la habitación del chico, rezando para no equivocarse de nuevo y meterse en la habitación de sus padres.

Por lo visto, eso de dejar los platos por el suelo era algo común en aquella familia. Verónica se mojó los labios, recomponiéndose y se detuvo en la puerta siguiente a aquella. Su instinto le hizo recordar que delante de aquella puerta fue donde encontró el primer plato sucio la noche que entró con David. Esa debía de ser la habitación de su vecino. Y por su propia seguridad, ojalá lo fuese.

Gracias por leer. Os sigo subiendo. Besos <3

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