Capítulo 32.1

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David le hizo una señal a Daniel para que le siguiese. El chico colocó una mano por la espalda baja de Carmen y la apremió a seguirlo con rapidez. La mujer obedeció al tiempo que perdía sus ojos negros en la penetrante mirada de David, quien rápidamente le dio la espalda confiando en ella. El chico le hizo una señal para que saliese por una de las puertas traseras y se quedase quieta. Según le había dicho Daniel todos sus subordinados ya estaban fuera, y ese movimiento no iba a tardar en notarse ante los ojos de los hombres de Maek, quienes se habían reunido en un cuartucho seguramente decidiendo cómo iban a matar a Cobra.

—Todo va bien ¿entendido? —le dijo David a la mujer acercándose a ella—. Quédate aquí y haz como que estás ligando conmigo.

David la atrajo hacia él con autoridad y fuerza y ella se dejó llevar.

—¿Por qué no corremos? —susurró ella sin entender por qué se habían detenido allí, en una de las puertas traseras.

—Quiero que me vean para que no sospechen de mi si alguno queda vivo. —le explicó David sin esperar que la mujer lo entendiese.

Ella se tomó el puente de la nariz con dos dedos y David casi pudo ver como contenía las ganas de llorar al pensar que iban a matarla.

—¿Vamos a morir? ¿A eso te referías con ayudarme?

David se acercó a ella y colocó sus dos manos en su rostro. Odiaba ver a las personas llorando, mucho más a una que tenía algo tan mágico como una vida en su interior. Por un instante, David recordó a su madre adoptiva embarazada de su futura hermana, Verónica Paulina. Le temblaron las rodillas al recordar como Maek las había asesinado sin darle la oportunidad ni tan siquiera de abrazar a su madre adoptiva por última vez. No iba a... mejor dicho, no podía, no podía dejar que nadie le hiciese daño a aquella mujer como lo habían hecho con la que durante un tiempo fue su familia.

—No...sh.... —la calmó—. Vamos a quedarnos aquí hasta mi señal, ¿entendido? Necesito que me vean para que no sospechen de que todos mis hombres se han ido.

Ella posó sus ojos en los suyos y le miró la boca, como si desease besarlo por la ternura que le estaba mostrando y que nadie en aquel lugar jamás le había mostrado antes. David sintió esa mirada y dio un paso hacia detrás, marcando la distancia y pensando en que él ya tenía a una mujer preciosa esperando su vuelta y cuidando de él de la misma manera en la que él lo hacía de ella. Carmen pareció notar la reacción de David y recordó como apenas había mostrado ningún interés sexual en ella a pesar de haberla desnudado para encontrar la grabadora.

—¿Qué va a pasar ahora? —inquirió la mujer con voz aguda, expectante.

David elevó el mentón y se le quedó mirando con suficiencia.

—Espera y verás. —le dijo con voz ronca al tiempo que cerraba los ojos y cogía una bocanada de aire fresco.

El aire de la noche lograba despejarlo y despertarlo a partes iguales. La luna yacía en lo más alto del cielo, y la forma en la que las nubes de disponían alrededor de ella le recordaba a la cena que compartió con Verónica en aquel restaurante que reservó para ambos hacía ya demasiadas noches para su gusto. La mujer persiguió su mirada y se le quedó mirando.

—¿Piensas en alguien en especial cuando miras la luna?

David se sorprendió por aquella pregunta tan profunda y miró de arriba abajo a la mujer que había vuelto a llevarse una mano al vientre.

—¿Estás bien? —le preguntó él al ver que ella estaba pálida.

Carmen asintió con la cabeza.

—Llevo semanas con náuseas, pero no llego a vomitar. —le respondió con voz queda, para tratar luego de cambiar el tema de conversación—. ¿Ocupa alguien tu mente cuando miras a la luna?

David había mantenido su mirada fija en ella y su rostro con severidad por si alguien los veía de cerca.

—Siempre pienso en ese alguien.

La mujer asintió con la cabeza.

—Ha de ser difícil en un mundo como este. —comentó lanzándole una mirada comprensiva que David no entendió.

—Lo es. —respondió David, sintiendo que estaba perdiéndose una parte de esa conversación que Carmen veía y él no era capaz de ver.

—¿Cuando te diste cuenta? —le preguntó ella con algo de timidez y dibujando un círculo en su barriga.

David agarró su mano y se la apartó.

—No es seguro que te vean con la mano ahí ni para ti ni para el bebe. —le susurró.

Ella asintió con la cabeza, y David siguió hablando.

—¿Cuando me di cuenta de qué? —preguntó recapitulando la conversación.

Hola personitas preciosas!! Espero que estéis bien! Os subo el siguiente enseguida. Gracias por leerme <3

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