Capítulo 19.1

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Verónica se despidió de su madre y le dio otro beso en la mejilla, aunque Violeta seguía molesta por la conversación y por no poder proteger a su hija de sus propios sentimientos. Sin embargo, totalmente ajena a su madre en ese momento, Verónica sonrió. El haber escuchado que su padre pensaba algo positivo sobre David, o al menos, el imaginárselo, la hizo salir del coche con una sonrisa.

—¡Vaya, alguien viene radiante! —comentó Paloma nada más verla sonreír—. ¿Por fin has follado?

La chica de ojos azules se puso roja y se detuvo en seco al escuchar su pregunta. Tosió para aclararse la garganta e ignoró esa última pregunta. Sin embargo, la sonrisa complaciente y pícara que Paloma tenía en la cara lo decía todo. Verónica se percató de cómo había varias chicas que la miraron de mala manera, probablemente recordando con algo de envidia como ese chico perfecto la recibió a la salida del instituto en el día anterior.

—Y tú te has caído de la cama ¿verdad? —le preguntó sonriéndole.

La expresión de Paloma cambió y Verónica de pronto supo que ocultaba algo. La chica del flequillo achicó los ojos, atenta. Sentía la mochila más pesada de lo normal en la espalda debido a todas las prendas de más que llevaba para venderlas a cambio del móvil. Ahora tan sólo tenía que deshacerse de Paloma para que no la siguiese hasta la tienda y tratar de hablar con ella en el descanso de clases sobre Maison la Noir.

—Sí... me caí de la cama. –balbuceó Paloma algo nerviosa.

De por sí, la chica de cabello oscuro era inquieta, pero en ese momento, había algo más. Verónica le agarró del brazo, seria de pronto. Las personas seguían pasando por su lado, sin apenas prestarles atención o mirándolas mal. No eran bien recibidas en ese lugar. La chica de ojos azules sintió un escalofrío y negó con la cabeza. Por muchas malas miradas que recibiese, ella era más fuerte que esas personas que necesitaban herir a los demás para reforzar su poca autoestima.

Sin lugar a dudas, el instituto podía convertirse en la peor de las cárceles si te convertías en el blanco de algunas personas y aguantando la mirada de otra joven que la miró de arriba abajo, Verónica se dio cuenta de algo. Por muy horrible que fuese el instituto, estaba lleno de seres humanos que se entendían a si mismos tan poco como ella misma en ocasiones. La mayoría de las personas de aquel lugar, estaban perdidos en la vida y trataban de entenderla. De darle forma y de tratar de averiguar para qué estaban ahí. Buscaban un lugar, quizá incluso un grupo de pertenencia. Hasta las chicas poco sociables como las habían etiquetado a ellas dos, trataban de estar con una u otra persona aunque fuese un momento buscando encajar.

Verónica volvió a resoplar mientras su mente seguía pensando a la velocidad de la luz. Miró a su alrededor. La mayoría de las chicas que la miraban mal y la trataban de la misma forma no lo hacían porque la odiasen, sino porque eran personas influenciables que querían pertenecer a un grupo y hacían lo que fuese para no sentirse excluidas. Si la popular odia a tal persona, vale, vamos a odiarla todos. Verónica se río de ese pensamiento. Era absurdo, pero así era como funcionaban demasiadas veces las cosas. Las personas eran influenciables. Las demás jóvenes no las conocían, ni a ella ni a Paloma, y habían decidido creer lo que otra chica les había contado sobre ellas. ¿Por qué iba a dejar que le afectase lo más mínimo que la mirasen mal? ¡Si eran personas que no la conocían y no sabían su valía! ¡No sabían todo por lo que había pasado! ¡No conocían su historia! ¡No sabían NADA de ella! ¿Por qué darles importancia si su única intención era hacer daño?

Y ciertamente, a la larga iba a dar igual si una chica la había tratado mal, o la había mirado mal o incluso pegado. A la larga lo que realmente iba a importar a Verónica era saber que no le merecía la pena pasarlo mal por otra persona que si la analizaba por separado estaba tan perdida como ella, o incluso mucho más. Al menos, a ella no le hacía falta hacer daño a nadie para quedar por encima. Valía más que eso. Y ante todo, su conciencia iba a estar tranquila. Quizá la otra persona con el paso de los años no podría decir lo mismo.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Where stories live. Discover now